Al cumplirse el segundo aniversario del intento de golpe de partidarios de Donald Trump en el Capitolio de Estados Unidos, los seguidores de Jair Bolsonaro intentaron este domingo una remake sudamericana -el 8E del 2023- tomando por asalto el Congreso, el Supremo Tribunal de Justicia y el Palacio de Gobierno, los edificios centrales de los tres poderes democráticos, en Brasilia. La chirinada tuvo vuelo corto aunque generó mucha preocupación tanto en Brasil como en el resto del mundo y fue una alerta para el flamante tercer gobierno de Lula da Silva, que de inmediato culpó al expresidente ¿exiliado? en Estados Unidos y decretó la intervención federal del Distrito Federal, aunque circunscripta solo al área de la seguridad pública y hasta el 31 de enero.
El responsable de esa área sensible en semejantes circunstancias era hasta hace unas horas Anderson Torres, quien había sido ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro y pasó a formar parte del esquema policial del gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, quien a medida que la toma de los edificios públicos fue generando una cadena de adhesión desde todos los gobiernos hacia el mandatario constitucional, tomó distancia, pido ayuda y puso su cargo a disposición de las autoridades federales al tiempo que exoneró al esquivo funcionario.
Torres había posteado en su cuenta de twitter su rechazo a la asonada ¿cívica? que los responsables rno saldrían impunes.
Pero prudentemente había viajado el sábado a Estados Unidos, donde lo descubrió una corresponsal del diario Folha de São Paulo. Al diario paulista, Torres le dijo que no se había encontrado con Bolsonaro, que simplemente había viajado por el fin de semana con su familia a Orlando, “No hubo negligencia, es la primera vez que me tomo unas vacaciones en mucho tiempo. No vine a EEUU para ver a Bolsonaro. No hubo ninguna trama para que eso (los ataques) ocurriera”, agregó.
Lula y los integrantes de la Corte también pusieron el foco en ese personaje. El hombre fuerte del STF, Alexandre de Moraes lo tenía en la mira por sospechas de delitos cometidos durante su gestión al lado del expresidente. Rocha, a su vez, es miembro del MDB, Movimiento Democrático Brasileño, de centro derecha y aliado circunstancial del PT en algunas ocasiones. De ese partido era el vicepresidente de Dilma Rousseff, Michel Temer, fue el que ayudó a derrocar a la mandataria del PT y cuando la sucedió, instauró reformas neoliberales contra las leyes laborales y de presupuestos que las patronales tanto ansiaban, facilitando el trabajo de Bolsonaro luego.
La designación de Torres parece ser una devolución de gentilezas -Rocha se lo vio muy cercan o a Bolsonaro en estos cuatro años- o una forma de curarse en salud, ya que varios analistas entienden que el ahora exsecretario de Seguridad tendría muchas “carpetas” comprometedoras de dirigentes políticos recopiladas pacientemente durante su gestión en el gobierno federal. Y Rocha, como tantos, tiene muertos en sus placares.
Cerca de Lula también hacen un mea culpa y se pasan facturas. En voz baja acusan al ministro de Justicia, Flavio Dino y al de Defensa, José Mucio, de no haber previsto que este tipo de situaciones se iban a dar. De hecho, los bolsonaristas estuvieron haciendo campamentos delante de los cuarteles durante semanas reclamando que los militares no permitieran el regreso de Lula al poder. Y los que tomaron el Congreso habían partido desde el Cuartel General del Ejército en Brasilia caminando tranquilamente hasta la Explanada de los Ministerios.
Los policías apostados en las inmediaciones nada hicieron para impedir el ingreso y hasta se difundieron imágenes donde se veía a muchos de ellos conversando tranquilamente con los levantiscos y sacándose selfies. Este es un tema que sin dudas Lula tiene en cuenta, ya que se sabe que el bolsonarismo no es solo un grupo de exaltados de la sociedad civil sino que tiene mucha inserción dentro de las fuerzas armadas y principalmente de las fuerzas policiales.
Varias horas después de que el movimiento resultara abortado, el exvicepresidente de Bolsonaro, el general Hamilton Mourão, ahora senador, posteó un tuit de rechazo y defensa de la democracia.
Se sabe que el hombre no es demasiado afecto a aceptar al exobrero metalúrgico, pero parece haber entendido que el gobierno de Joe Biden, uno de los primeros en brindar su apoyo a Lula cuando se conoció el resultado de las elecciones, en octubre, y ahora advirtió que no respetaría ningún gobierno surgido de un golpe. La cadena internacional de solidaridad con las instituciones brasileñas fue total.
El caso es si fue una intentona de un grupo de desaforados o un test sobre la capacidad de reacción del mandatario. O, incluso, si estuvieron esperando una reacción de las fuerzas militares que no se produjo y desensillaron ahsta que aclare.