La presidencia del Paraguay es ejercida por Mario Abdo Benítez, del tradicional Partido Colorado, quien al asumir su gestión con su discurso de «Caiga quien caiga», hace poco más de un año, parecía dar estabilidad política luego del golpe a Fernando Lugo. Sin embargo, cruzado por los hechos de corrupción que salpican a su Gabinete, no puede consolidar su gobierno, y queda a la sombra del poder fáctico del expresidente Horacio Cartes y de su vicepresidente Hugo Velázquez, que sumado a la recesión económica, dan cuatros años de rumbo incierto y lo dejan a merced de una caída inminente por juicio político.
Hace unos meses, la firma de un contrato secreto con Brasil para la comercialización de electricidad entre Itaipú y una empresa privada referenciada a la familia de Jair Bolsonaro provocó la renuncia del entonces canciller, Luis Castiglioni, y de tres funcionarios ligados al caso.
La oposición –el Partido Liberal y el Frente Guasú, fuerza de centro izquierda del expresidente Lugo– activó un pedido de juicio político que logró frenarse bajo un pacto interno dentro del Partido Colorado, especialmente de Honor Colorado, liderado por Cartes, y Colorado Añetete, del actual presidente con apoyo de liberales llanistas. Esto dejó a Abdo Benítez a merced del poder del exmandatario.
Su desolación política es mayor por la debilidad de la oposición, que había ganado 16 de las 19 intendencias pero sus referentes políticos quedaron inmersos en los sistemas de corrupción. El cimbronazo provocó la renuncia el alcalde de Asunción, Mario Ferreiro, del Frente Guasú, investigado por una supuesta red de recaudación paralela que involucraría a varios de sus funcionarios. Era un hombre clave en el armado de Lugo, que se perfilaba a integrar la fórmula presidencial de ese partido.
A su vez, la recesión es un hecho inédito en la peculiar economía paraguaya, que vive su primera retracción en 60 años y afecta el valor de su moneda, el guaraní –la más antigua de América Latina–, acelerando la devaluación frente al dólar y profundizando desigualdades sociales.
País sin salida al mar y de baja extensión territorial, ubicado entre dos colosos como Brasil y Argentina, se puede afirmar que Paraguay es una nación rica llena de pobres, y lo que condiciona su crecimiento y provoca una desigualdad de raíz histórica es que el 77% de sus tierras cultivables está en manos del 1% de los terratenientes del país.
La tendencia crece con terratenientes brasileños que avanzan en la compra o alquiler de tierras para la producción de soja, que al pagar en reales obligan a diferentes movimientos financieros para reorientarlos en dólares, especialmente con la mediación de China, principal proveedora de bienes industriales, y de la inserción del narcotráfico, que participa en el sistema lavando activos ilegales con actividades legales del comercio exterior y le permite comercializar narcóticos en Estados Unidos. Eso motiva al gobierno norteamericano para su intervención con sus agencias de seguridad, construyendo un inmenso cuartel de la DEA y la CIA frente a la mismísima residencia presidencial. «