El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética asombró al mundo al enviar al espacio el primer satélite artificial. Un logro para la ciencia y la tecnología del país comunista, que se adelantó así a Estados Unidos en la carrera espacial lanzando el Sputnik 1. Cuatro años más tarde, en abril de 1961, Yuri Gagarin sería el primer ser humano en girar alrededor de la Tierra. Las sospechas, desconfianzas y los brulotes sobre ambos anuncios fueron solo comparables a las que despiertan aún las imágenes de astronautas estadounidense caminando por la superficie lunar.

Vladimir Putin, presidente de Rusia, vuelve a generar las mismas reacciones ahora, al anunciar que Rusia, la heredera de la URSS, desarrolló la primera vacuna efectiva contra el coronavirus. Y para recordar aquellos años dorados, si bien el nombre técnico para el producto es Gam-COVID-Vac –por el Centro de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, que junto con el ministerio de Salud ruso elaboraron la vacuna, proceso que financió el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF)–, en el exterior se dará a conocer como Sputnik V, en recuerdo a aquella hazaña.

Igual que hace 63 años, la desconfianza y la sospecha se esparcieron prontamente para cuestionar la afectividad de una vacuna que puede salvar la vida de cientos de miles de habitantes de este planeta. Y que fundamentalmente, puede implicar que cada uno (de nosotros) recupere la vida que tenía antes de la pandemia.

Putin ya venía amagando que en cualquier momento se venía la vacuna rusa. Esa fue la primera sorpresa, ya que las investigaciones en ese país se habían realizado en el mayor de los secretos y sin cumplir con protocolos médicos de uso en todo el mundo. Desde la OMS y los centros científicos de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña levantaron alertas con un tono de recelo.

Son muchos los intereses en juego y mucha también la fama que acarrea para el que termine con este flagelo del año 2020. No son pocos los que sueñan con emular a Jonas Salk, el estadounidense que logró la primera vacuna contra la poliomelitis, en 1955. Claro que en el caso del virólogo neoyorquino, hay un detalle que a los laboratorios que están detrás del freno contra el Covid-19 no estarían dispuestos a sostener: cuando se comprobó que la vacuna era efectiva, le preguntaron a Salk quién la había patentado. “No hay patente. ¿Se puede patentar el sol?”, respondió, lacónico.

En 1955 existían los Estados de Bienestar y la salud pública era un bien universal a sostener. Franklin Roosevelt, incluso, padeció poliomielitis y era uno de los impulsores de la investigación para encontrarle cura. Las cosas son diferentes ahora y si, hubo uno, a v fines de los 90, el estadounidense Craig Venter, que intentó patentar el genoma humano.

Ahora casi 200 laboratorios -públicos y privados- buscan denodadamente en encontrar la vacuna que sirva para inmunizar a la humanidad como lo hizo aquella de Salk en su momento.  Y la millonada que puede implicar la fabricación generó aumentos insólitos en las acciones de empresas que investigan y una puja entre distintos gobiernos por asegurarse la provisión de las que lleguen a la meta. Entre las más avanzadas, se destacan las de la Universidad de Oxford junto con AstraZeneca, la de la farmacéutica Moderna, la desarrollada por la colaboración entre BioNTech y Pfizer -que también se probará en Argentina- y la de Sinovac, de China, que se está testeando en Indonesia. La vacuna rusa no se encontraba en este grupo.

Antecedentes

Putin se dio el gusto de primerear a todos.

Voluntarios argentinos prueban una vacuna.

Pruebas también en Brasil.

Un bien universal y gratuito.

Kaiser busca su propia vacuna.

Trump y Gates contra Merkel y el dueño del Hoffenheim.


Los protocolos científicos exigen que para un nuevo medicamento se deben realizar pruebas en laboratorio con células, con animales y recién ahí pasar a una prueba en humanos. En esta etapa, los estudios deben también seguir reglas muy estrictas para garantizar la efectividad además su inocuidad, esto es, que no produce efectos nocivos.

Que una vacuna sea efectiva, entonces, implica que genera anticuerpos suficientes para inmunizar a una persona por un tiempo adecuado y que no deje secuelas que pueden resultar peores que el virus. Ni ahora ni en un futuro. Para lo cual se debe probar en una cantidad significativa de personas de todas las condiciones (de edad, salud e incluso étnicas).

La OMS ya había advertido que se deben cumplir los pasos indicados por las organizaciones internacionales antes de cantar victoria. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de EEUU, también cuestionó el anuncio ruso. «Cualquiera puede decir que tiene una vacuna y fabricarla, pero hay que demostrar que es segura y efectiva, lo cual dudo que lo hayan demostrado», dijo a un canal de TV. Sin embargo, fue el propio Fauci que en abril aceptó morigerar exigencias para que el fabricante de Remdesivir, el laboratorio Gilead Scienses-entre cuyos dueños figura el fondo Black Rock, el mas duro de los negociadores por la deuda argentina-recibiera el ok en el uso del antiviral para acelerar los tiempos de recuperación de pacientes de coronavirus.

El gobierno alemán se sumó a la crítica de la Spitnik V. “No existen datos conocidos sobre la calidad, la eficacia y la seguridad de la vacuna rusa”, dijo una portavoz del ministerio de Salud al grupo de prensa regional RND. Desde Washington, la asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway dijo estar convencida de que las vacunas que se desarrollan en EEUU están mucho más avanzadas.

Claro, los laboratorios que están detrás de esta carrera desenfrenada son de EEUU, Gran Bretaña, Alemania y también China. Rusia no figuraba en la pista de largada. Pero en un contexto mundial donde los más poderosos tienen con qué financiar una investigación con esas reglas de juego, que ademas dictan ellos, y de garantizarse la provisión en desmedro de los subdesarrollados, el anuncio ruso significó una oleada de esperanza.

«Planeamos que la vacunación masiva comience en octubre y de forma gratuita», dijo el ministro de Salud ruso, Mijail Murashko. Putin, en tanto, aseguró que la Sputnik V logró inmunidad total en todos los que la recibieron, entre los cuales dijo que estaba una hija, que “solo tuvo unas líneas de fiebre luego de recibirla”.

Por las dudas, el estado brasileño de Paraná mantiene ingentes negociaciones con representantes rusos para producir la vacuna en ese territorio. Brasil es el segundo país en el mundo con más muertos, con más de 100.000 hasta ahora, y ante un sistema de salud incapaz de dar respuesta y la falta de coordinación entre los distintos gobiernos federales, la única forma de cortar con la tragedia sería encontrar un remedio o una vacuna. El acuerdo, según informó la agencia de noticias rusa Sputnik -nombre emblemático por lo que se ve- se firmaría entre el gobernador Ratinho Junior y el embajador ruso en Brasil, Serguei Akópov.