Los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, iniciaron este miércoles en Ginebra, Suiza, su muy anticipada primera cumbre, con las relaciones bilaterales en su punto más bajo en medio de múltiples acusaciones y desacuerdos.
Luego de saludar a Putin con un apretón de manos, Biden dijo que «siempre es mejor verse cara a cara», y el presidente ruso respondió que confiaba en que la reunión fuera «productiva».
Segundos antes, los dos mandatarios posaron para una foto junto con el presidente suizo, Guy Parmelin, que les dio la bienvenida en la entrada de la Villa La Grange, y, luego del saludo, pasaron al interior de la mansión, informó la agencia de noticias Sputnik.
El envenenamiento y encarcelamiento del líder opositor ruso Alexey Navalny, la tensión entre Rusia y Ucrania y acusaciones de que el Kremlin está detrás de ciberataques son algunos de los temas que más tensiones generan de los que se discutirán en la reunión.
Cuestiones en las que hay mayor entendimiento incluyen el control de armamentos nucleares, el cambio climático, los programas atómicos de Irán y Corea del Norte y la estabilidad de Afganistán tras la retirada militar estadounidense y de la OTAN.
Putin aterrizó en el avión presidencial ruso poco después del mediodía y se dirigió directamente a la Villa La Grande, un magnífico edificio del siglo XVIII, ubicado en el corazón de la ciudad, con una vista impresionante del lago Lemán.
Las conversaciones debían durar entre cuatro y cinco horas, según el Kremlin.
Primero habrá un encuentro en formato reducido que incluye a Biden, Putin y los jefes de la diplomacia estadounidense y rusa, Antony Blinken y Serguei Lavrov. Luego habrá una sesión de trabajo más amplia.
El esperado encuentro en la neutral Suiza llega luego de que Biden, en su primera gira internacional como presidente, participara esta semana de una cumbre del G7 y otra de la OTAN en la que pudo escuchar a sus aliados de Europa antes de sentarse con Putin.
Las expectativas de resultados tangibles de la reunión son bajas, aunque hay esperanzas de que permita un mejor entendimiento entre dos grandes potencias que quite un factor extra de inestabilidad mientras el mundo se recupera del coronavirus.
El demócrata Biden, que llegó a Ginebra ayer desde Bruselas, está bajo presión para ser más firme con Putin que su predecesor republicano Donald Trump, cuyo mandato estuvo marcado por las sospechas de que Rusia lo ayudó a ganar los comicios de 2016.
El 46° presidente de Estados Unidos, en el cargo desde enero, prometió que dirá a Putin cuáles son «las líneas rojas» que no debe franquear.
«No busco un conflicto con Rusia, pero responderemos si Rusia continúa sus actividades dañinas», indicó el presidente estadounidense.
«Siempre estoy listo», declaró Biden al llegar a Ginebra al ser cuestionado sobre su estado de ánimo antes de este encuentro que concentra la atención del mundo.
Pero el presidente ruso también tiene una larga experiencia en materia de cumbres. Desde que llegó al poder a fines de 1999 ya se codeó con cuatro presidentes estadounidenses. Biden es el quinto.
Muchos expertos coinciden en que Putin ya logró lo que más deseaba: la celebración de la cumbre como muestra de la importancia de Rusia en el escenario mundial.
En una entrevista con la cadena NBC, Putin dijo esta semana esperar que el presidente demócrata se muestre menos impulsivo que su predecesor republicano, aunque aprovechó la ocasión para calificar a Trump de hombre «talentoso».