Los presidentes de Rusia, Argentina y Ecuador y el secretario general de la ONU le dieron un marco variopinto a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing. En el marco de la disputa geopolítica de las tres mayores potencias nucleares del planeta, Estados Unidos, Rusia y China, la ceremonia de apertura fue todo un símbolo de lo que se está jugando en el tablero internacional: poco antes de la llegada de la antorcha olímpica en manos de una esquiadora nativa de Xinjiang, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping se reunieron y en una declaración conjunta criticaron el papel desestabilizador de las fuerzas occidentales en esa parte del mundo, especialmente la Otan y la flamante alianza AUKUS (EE UU, Australia, Reino Unido). En el Capitolio, en simultáneo, la Cámara de Representantes aprobó por 222 votos a 210 un proyecto de ley para relocalizar hacia territorio estadounidense las plantas elaboradoras de chips electrónicos.
Desde la Casa Blanca, ni bien asumió el puesto Joe Biden, se planteó alguna medida contra la olimpíada y se plasmó en diciembre pasado con el anuncio de un boicot diplomático alegando el “genocidio y los crímenes de lesa humanidad” cometidos en la región de Xinjiang, de donde es oriunda Dinigeer Yilamujiang, la última portadora del símbolo del torneo ecuménico.
La medida que ensayó el inquilino de la Casa Blanca no impidió que los deportistas asistan, aunque no lo hacen representantes del gobierno. Es el regreso de la metodología de “escupir el asado” que se había registrado por última vez en 1988 en los Juegos de Seúl, donde en los estertores de la Guerra Fría, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Albania y Etiopía no participaron.
Cuatro años antes, países de la órbita soviética boicotearon las Olimpíadas de Invierno en Los Ángeles en represalia al boicot de Estados Unidos y países occidentales a los juegos de Moscú, lo que curiosamente fue una medida del presidente Jimmy Carter en rechazo a la invasión de la URSS a Afganistán.
Hubo debates en torno a la asistencia a Juegos Olímpicos en otros momentos de la historia. Quizás el más profundo se produjo en Estados Unidos en 1936, cuando el certamen se realizó en Berlín y se planteaban acciones contra el régimen de Adolf Hitler. El presidente Franklin D. Roosevelt se escudó en que el Comité Olímpico era una entidad independiente para no tomar una decisión.
A pocos meses del retiro de las tropas invasoras de Afganistán –ahora vestían uniforme de EE UU y la Otan– la administración Biden intenta mostrar liderazgo en una zona estratégica. Avanzó en ejercicios militares en el Mar de la China y en la alianza AUKUS, que tiene todos los cañones enfocados hacia el gigante asiático. Lo mismo ocurre en Europa, donde la crisis en Ucrania (ver aparte) tiene mucho de ese mostrar una actitud beligerante contra el cada vez más firme aliado de China.
Por eso no es casual que además de Putin, hubiesen asistido Antonio Guterres, Alberto Fernández y Guillermo Lasso. El portugués conduce un organismo que en muchos momentos fue convidado de piedra en todas las escaramuzas habidas entre las grandes potencias alrededor del mundo. Su presencia muestra la decisión de no dejar a nadie afuera. Se debe tener en cuenta que China continental recién fue admitida en la ONU el 25 de octubre de 1971, mediante la resolución 2758, en la que se reconoció al gobierno de ese país como único representante de China y como uno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad Permanente. Hasta entonces ese asiento estaba en manos de Taiwán. El mandatario argentino, (ver aparte) fue en busca de inversiones del país llamado a ser la potencia económica más fuerte del mundo, un socio comercial determinante en el escenario nacional. El ecuatoriano, en tanto, es un banquero ligado al mundo financiero internacional y con propuestas de gobierno más cercanas al neoliberalismo que a cualquier vertiente salpicada de socialismo. Pero entiende cómo se mueven las fichas en el mundo de hoy.