Con la oficialización de la alianza entre Luiz Inácio Lula da Silva y Geraldo Alckmin, muchos comenzaron a ponerle la banda presidencial al exmandatario, más aún cuando se disipó la posibilidad de una tercera opción con la declinación de la candidatura de Sergio Moro, ex Ministro de Justicia y ex Juez del Lava Jato, emblemático proceso que éste utilizó para la proscripción de Lula en 2018 y que hoy está totalmente desactivada.
Sin embargo, sondeos electorales muestran una fuerte recuperación del Jair Bolsonaro, quien en pocos días logró acortar a la mitad la ventaja que le sacaba Lula hace un mes.
Durante la semana, circuló una encuesta de PoderData que sostiene que, si las elecciones fuesen hoy, Lula se colocaría con un 40% de los votos frente a un 35% de Bolsonaro. Un sondeo que aún consultaba sobre la candidatura de Sergio Moro, un perfil de voto refractario a Lula que podría ir a Bolsonaro.
Más allá de eso, la simulación de segunda vuelta sostiene a Lula como vencedor de Bolsonaro, aunque con una distancia de 9 puntos, 47% a 38%, bastante menor que la ventaja de 14 puntos que mostraba hace un mes y muy distante de los 22 puntos de principios de año.
No es la única consultora que muestra la erosión de la ventaja de Lula, la importante encuestadora Datafolha indicaba un distanciamiento de 26 puntos a finales de 2021 y su encuesta de marzo indicó una ventaja de 17 puntos, lo que daría un escenario bien reñido para octubre.
En definitiva, es claro que Lula sostiene un apoyo político superior al 40% y la alianza con Alckmin busca ganar el centro político, tal como lo hizo en 2002 con José Alencar o mismo Dílma Rousseff con Michel Temer en 2010. Sin embargo, resultaría difícil alcanzar los 60 puntos de respaldo que obtuvo en la segunda vuelta, tanto en 2002 cuando venció a José Serra como en 2006 cuando derrotó al mismo Geraldo Alckmin. Incluso, sería complicado alcanzar los 55 puntos, cómo lo obtuvo Rousseff en sus victorias en 2010 -también contra Serra y en 2014, y estaría más cercano a los 51 puntos como fue el triunfo de Rousseff contra Aécio Neves en 2014.
El interrogante clave es si logra evitar que Jair Bolsonaro articule el «antilulismo» que le permitió ganarle a Fernando Haddad con el 55%.
En tal sentido, Lula comienza a tejer un esquema de alianzas territoriales que buscará sentenciar su triunfo en la primera vuelta, en tanto que Jair Bolsonaro cuenta con la desventaja de haberse enfrentado con la mayoría de los referentes locales en su gestión de la pandemia de Covid-19.
Por eso, Lula inició conversaciones con referentes políticos como Renan Calheiros, afiliado al Movimiento Democrático Brasileño, Omar Aziz (Partido Social Democrático (PSD), Acir Gurgacz (Partido Democrático Trabalhista) y Katia Abreu (Partido Progresista). Además inicia una gira por los estados brasileños que prevé hasta mayo visitar desde Distrito Federal, Minas Gerais, Sao Paulo, Rio Grande do Sul, Goiás, Santa Catarina, Pará y Amazonas.
Lo más difícil será enfrentar a los poderes fácticos que aún sostienen un antilulismo, cómo los grupos evangélicos que condenan enérgicamente las políticas con perspectiva de género del petismo. Incluso Lula tendrá que sortear el rechazo que aún tiene en los medios masivos de comunicación, especialmente en los ligados a la Iglesia Universal o la misma Rede Globo.
A ésto se pueden sumar a las fuerzas armadas, que incluso llegaron murmurar que impedirían un gobierno de Lula, aunque en las últimas semanas han sufrido un descrédito por compras irregulares de Viagra y elementos sexuales injustificables que reducirían el poder de daño.
Quizás, una buena para Lula, es que las redes sociales están poniendo límites a la campaña sucia de fake news del bolsonarismo. Recientemente tanto Facebook y YouTube sacaron videos donde Jair Bolsonaro acusaba de fraudulento el sistema electoral electrónico. Incluso, la decisión de WhatsApp de postergar el lanzamiento la función «Comunidades» para después de las elecciones, provocó la furia de Jair Bolsonaro, quien acusó a la app de querer perjudicarlo, no obstante que cuenta con un canal en Telegram de más de un millón y medio de seguidores.
En definitiva, Lula tiene un arduo desafío político de cara a las elecciones donde lo viejo aún no termina de morir.