El incremento del costo de vida en Gran Bretaña, sumado a la amenaza de quizás el más crudo invierno en décadas por la escasez de recursos energéticos, pone contra las cuerdas al recién asumido gobierno de la primera ministra, Liz Truss. Obligada a desplegar un importante paquete financiero para ayudar a las familias a pagar unas facturas energéticas astronómicas, la líder del Partido Conservador debe mantener el equilibrio entre una fuerte ola de protestas coordinadas bajo la consigna “Enough is enough”, cuya traducción podría ser “Ya basta”, las idas y vueltas de sus medidas económicas impositivas, y la amenaza latente de sufrir apagones generalizados en el invierno venidero. Truss se apuró en aclarar que las reservas del gas británico aseguran el «buen suministro de energía» y que su gobierno no pedirá a los ciudadanos que “desenchufen artefactos”. Aunque, por otro lado, reconocen que debido a la guerra en Ucrania y a las consiguientes limitaciones en el suministro de gas ruso, «este invierno comporta más riesgos que los anteriores». Así es que, dijo, “nos estamos preparando para todo”. Ante esa perspectiva, muchos británicos se apresuran ya a comprar ropa interior térmica y gruesas mantas y pijamas.
Esta semana, luego del anuncio de un paquete de medidas de ajuste, miles de personas participaron en la quema de facturas de energía eléctrica, como una forma de protesta por el aumento de las tarifas debido a las sanciones de Occidente contra Rusia por el conflicto en Ucrania. Organizaciones como Don’t Pay UK convocaron a través de redes sociales a quemar las facturas en lugares públicos de Birmingham, Bradford, Brighton y Londres. Este colectivo asegura haber acumulado la adhesión de cientos de miles de amas de casa dispuestas a cancelar sus débitos automáticos de pago a servicios. Otras organizaciones como Enough is Enough lograron sumar el apoyo de la unión de trabajadores postales y los trabajadores ferroviarios, quienes organizaron 28 mítines distintos durante las protestas de este 1 de octubre. En total, las protestas se organizaron en 18 ciudades en las que la que también participan grupos como Insulate Britain, Just Stop Oil y Extinction Rebellion. El diario The Guardian se preguntaba la semana pasada si no se está asistiendo a “una nueva era de protestas y acciones colectivas” en el país. “Una pregunta mejor sería ¿por qué ahora?, o bien, ¿por qué tomó tanto tiempo?” continuaba el artículo, antes de enumerar los problemas crecientes generados por una década de austeridad y ajustes que incrementaron la brecha entre “quienes más tienen y quienes menos tienen”.
Las manifestaciones últimas se desarrollaron el día en que se vieron reflejados los últimos aumentos autorizados por el ente regulador, Ofgem, y luego de que TRuss presentara un polémico plan fiscal para reducir el impuesto sobre la renta a personas con ingresos mayores a 150 mil libras, una medida no vista en 50 años y que golpeó negativamente en la libra esterlina. En aras de poner orden a la inestabilidad económica heredada de su antecesor, Boris Johnson, Truss defendió con uñas y dientes su plan “disruptivo”. Pero la reforma impositiva que intentó imponer debió sufrir modificaciones antes de ver la luz. La rebaja de impuestos del 20 al 24% a empresas y al sector financiero, fue retirada por el ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng. El gobierno, sin embargo, continuará con las demás medidas, aunque también generen rechazo entre las filas de los tories. Como un cirujano sin anestesia, Truss quiere imprimir velocidad en sus medidas. Quiere «aprovechar las oportunidades del Brexit», proceso aún incompleto, y desterrar «toda la burocracia heredada de la Unión Europea».
«En estos tiempos difíciles, tenemos que dar un paso al frente. Estoy decidida a hacer que el Reino Unido avance, a sacarnos de la tempestad y ponernos sobre una base más sólida», aseguró.
En su discurso ante las bases, defendió «un nuevo enfoque» que construya «un nuevo Reino Unido para una nueva era». Una «nueva era» que se augura acompañada por un movimiento social intenso y creciente que se opone fervientemente a más ajuste y aumento en el costo de vida.