Con todo cinismo, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, defendió su decisión de sacarle las ayudas especiales a 68 millones de personas, condenándolas a la indigencia, afirmando que: “Brasil está quebrado y que no puede hacer nada para salir de la crisis generada por la pandemia”.
Y con la misma lógica, del “pasaron cosas” de su amigo Mauricio Macri, alegó: “Yo quería cambiar las categorías del impuesto a las ganancias, vino el virus, potencializado por estos medios de comunicación que tenemos”. Y así, sin inmutarse, los culpó agregando: “Esta prensa sin carácter. Es un trabajo incesante de intentar desgastarnos para sacarnos de aquí (del gobierno) y atender intereses que no pueden revelar».
Su confesión de parte, releva de pruebas a la ciudadanía, que en las redes sociales comenzó a pedirle su #Renuncia. Ese hashtag se hizo viral y una etiqueta alcanzó más de 80 mil menciones en 10 minutos. Inmediatamente se plegaron organizaciones civiles, sociales y políticas, así como dirigentes, entre ellas Manuela D’Avila quien en su cuenta de Twitter le dijo: “Brasil está quebrando y su presidente no hace nada. Dejar que alguien que sepa gobernar y que no quiera la muerte del país entero, sería una cosa buena a hacerse. Renuncia!”.
Lo que Bolsonaro sí sabe hacer, es ir a contramano del mundo. Mientras rápidamente las naciones están dando del mensaje de reconocimiento a Joe Biden como presidente proclamado de Estados Unidos, Brasil lo hace a regañadientes del mandatario, siendo el último país del G-20 (las naciones más ricas del mundo) en reconocerlo. Más aún, en tanto todo el arco político brasileño, como los ex presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Fernando Henrique Cardoso, condenaban la violenta irrupción de seguidores arengados por Donald Trump al Capitolio, cuando la magna institución constataba el triunfo de Biden, Bolsonaro salió a avalar las acciones de su amigo, siguiendo la idea del fraude.
Con más cinismo, a partir de las denuncias de Trump, avaló la tesitura, sosteniendo: “Yo seguí todo, saben que estoy vinculado a Trump y saben cuál es mi respuesta. Mucha denuncia de fraude. Yo creo que sí, hubo un fraude descarado”.
Peor aún, no sólo se mantiene encolumnado en la agenda siniestra de Trump, sino que enciende las alarmas de cara a su intento de reelegirse en 2022. En declaraciones para Jornal Do Brasil, Bolsonaro comenzó a embarrar la cancha para las próximas elecciones presidenciales, cuestionando la propia de 2018. Afirmó: «Mi elección fue fraudulenta. Tengo pruebas de fraude en mi elección, pude haber ganado la primera ronda», pero sin haberlo denunciado oportunamente.
Quien mantuvo una cuota de racionalidad y que muestra el poder fáctico que gobierna Brasil, fue el vicepresidente Hamilton Mourão, quien tuvo una posición diplomática sobre el tema, al decir que la ocupación del Capitolio norteamericano por trumpistas es un “asunto interno”. Dijo, concretamente: «Son asuntos internos de Estados Unidos que tendrán que ser resueltos por el nuevo gobierno y de acuerdo con la ley». «