La fuerte disputa en la alemana Volkswagen, aunque hay otras más. La llegada de los autos eléctricos y la influencia del mercado chino. Los conflictos en Boeing y Amazon.
«De ser necesario, esta será la disputa salarial más dura que Volkswagen haya visto jamás», afirmó Thorsten Gröger, el secretario general del sindicato IG Metall, que es el que está en pugna con el gigante automovilístico alemán. La medida responde a recortes presupuestarios de 18.000 millones de euros, del fabricante de automóviles que se declaró en dificultades. Gröger denunció: «VW ha incendiado nuestros convenios colectivos. Y ahora arroja bidones de gasolina abiertos…». La empresa alemana, por su parte, informó una caída del 64% en sus ganancias durante el último tercer trimestre. Menos ganancias, no son pérdidas. Otros fabricantes alemanes, como BMW y Mercedes Benz, registraron caídas similares.
Se trata de una consecuencia de la seria retracción industrial de la región. La economía alemana, fuertemente exportadora, exhibe una respuesta a la disminución de los pedidos industriales, en un punto por la acción del lucrativo mercado chino, pero también por el auge de los vehículos eléctricos y el fomento oficial para que se vuelvan más populares y accesibles. La UE anuncia como inminente nuevos aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos: habrá que ver cuáles serán las represalias.
Otro dato elocuente sobre el declive industrial europeo es que antes de que acabe el invierno en ese continente, la empresa Audi cerrará la fábrica de Bruselas, en la que 3000 trabajadores construyen un único modelo: el SUV eléctrico Q8 e-tron, «que no es precisamente un éxito de taquilla», según el periódico alemán Kronen Zeitung. «Los trabajadores afectados están en las barricadas y han colocado neumáticos incendiados de coches frente a la fábrica durante las manifestaciones», agrega el diario. No se trata de una noticia menor: desde noviembre de 2020, Audi es una filial de Volkswagen, que opera instalaciones de producción en Europa, América y Asia.
Noroeste de Francia, en la región de Suze-sur-Sarthe. El portón de entrada de la fábrica Valeo, un gigante de piezas de automóvil. Produce, entre otros elementos, sistemas de refrigeración de baterías para vehículos eléctricos para Stellantis, propietario de Opel, Fiat, Peugeot, Citroën y otras marcas.
Decenas de cruces funerarias bordean la carretera que conduce a la fábrica: en cada una, figura el nombres de uno los casi 300 trabajadores, cuyos puestos de trabajo están en riesgo. La huelga pone seriamente en vilo a la industria del automóvil, vital para la economía francesa.
Pero, aunque no es el único problema que tiene Francia, este tema está directamente relacionado con las acciones del presidente francés Emmanuel Macron, por caso, la muy impopular reforma previsional que elevó la edad de jubilación estatal de 62 a 64 años, con consecuencias colaterales como la caída de las ventas de automóviles, la búsqueda de mano de obra más barata en el extranjero y el proyecto de la UE que fomentar los vehículos totalmente eléctricos antes de 2035. De todos modos se relacionan con una crisis muy grave en la industria del automóvil en Francia (donde, que desde 2012 se han perdido 70.000 puestos de trabajo) y en toda la UE.
Por otro lado, Boeing, una de las empresas más poderosas del planeta en construcción de aeronaves, informó una reestructuración que implica el despido de trabajadores, en una medida que podría abarcar la reducción del 10% de su plantilla global, unos 17.000 de los 170.000 puestos de trabajo en Estados Unidos y en varios países de Europa. Aducen problemas técnicos, una huelga sindical masiva y retrasos en los lanzamientos de aeronaves.
Todas estas informaciones se suman, a que en Italia se reiteran las jornadas marcadas por marchas y huelgas en todo el país: por caso, la convocada por los sindicatos CGIL y UIL que implicó a más de medio millón de trabajadores en una gigantesca protesta que duró ocho horas contra los presupuestos generales de 2025 presentados por el gobierno de Giorgia Meloni. Miles de profesores, empleados estatales y municipales, sanitarios, trabajadores de la limpieza y de otros muchos sectores abandonaron sus puestos de trabajo en toda Italia para alzar la voz contra la pérdida de poder adquisitivo, los salarios persistentemente bajos y otras políticas gubernamentales.
Ni qué hablar de los trabajadores de Amazon y sus aliados de seis continentes que ya comenzaron huelgas y protestas bajo el lema «Make Amazon pay» (Hagamos que Amazon pague). Los reclamos se intensificaron desde tradicional fin de semana de compras que va desde el llamado el Viernes Negro hasta el Ciberlunes (el pasado lunes 2). Encabezados por UNI Global Union y Progressive International, hubo ruido en más de 20 países, incluidas ciudades de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Japón y Brasil. Puntualmente en Alemania se sintió la huelga en Graben, Dortmund Werne, Bad Hersfeld, Leipzig, Koblenz y el almacén de Rheinberg. Pretenden que Amazon rinda cuentas por “abusos laborales, degradación medioambiental y amenazas a la democracia”.
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