Ya en abril el equipo de campaña de Emmanuel Macron había abierto el paraguas sobre el ataque de hackers contra el candidato presidencial que este domingo se consagró como nuevo presidente francés.
Pero en ese momento se supuso que con la advertencia iba a alcanzar para frenar una posible fuga masiva de mails o comunicaciones internas que alterara el curso hacia el Palacio del Elíseo del ex ministro de Economía de François Hollande.
El viernes, sin embargo, el MacronLeak hizo temer un corrimiento hacia la candidata de la derecha xenófoba, Marine Le Pen. El resultado tranquilizó a las mentes bien pensantes de la Unión Europea pero de todas maneras, todo el incidente condicionará sin dudas el posicionamiento político del mandatario que asumirá el próximo domingo. Porque otra vez los hackers rusos aparecen en el centro de la escena.
A fines del mes pasado, Mounir Mahjoubi, responsable del área digital del movimiento En Marche!, creado por el financista y socio de la banca Rotschild, reveló que un informe de la empresa japonesa de seguridad cibernética Trend Micro atribuyó al grupo ruso Pawn Storm, también conocido como Fancy Bears, Tsar Team o APT28, un intento de mensaje electrónico fraudulento («phishing») a gran escala contra la campaña de Macron.
Según los especialistas, de esa forma con que uno solo abriera esos textos los hackers podrían ingresar en las cuentas de mails de los distintos miembros del grupo de asesores y cercanos al candidato.
Desde entonces se comenzaron a utilizar servidores protegidos por programas ultraseguros y las comunicaciones de voz se establecieron mediante redes celulares encriptadas hasta con tres autentificaciones en el caso de los correos electrónicos. Los temores se aceleraron el viernes a la noche, cuando de acuerdo a la ley francesa ya no se permite ningún tipo de propaganda.
Fue en ese momento que estallaron en las redes miles de documentos internos del macronismo que a la velocidad de la luz se replicaron en todo el mundo. De inmediato las autoridades tomaron medidas y fueron bloqueados los accesos a la fuente emisora principal de estas filtraciones.
No había nada demasiado comprometedor, confiaban en el entorno de Macron. Facturas de gastos que podían justificarse, fotos normales de gente trabajando en las oficinas del partido creado por el candidato para llegar a la presidencia.
Pero asemejaron la filtración al ataque que sufrieron los gestores de la campaña de HIllary Clinton en 2016. El gobierno de Barack Obama, entonces, acusó de haber organizado el hackeo y fue con los botines de punta contra el presidente Vladimir Putin.
Cierto, el mandatario ruso tenía buenas migas con Donald Trump, quien a su vez se comprometió a limar asperezas entre ambos gobiernos en caso de llegar a la Casa Blanca. Las desventuras que vivió en esta relación por las denuncias del FBI son conocidos.
Ahora también aparece Putin en el centro de las sospechas, porque su apoyo a Le Pen fue evidente y hasta la recibió en el Kremlin para hacerlo aún más específico.
La promesa de retirarse de la Otan y de la UE seducía al ruso por cuestiones estratégicas, de modo que todo cierra de un moco conveniente. Pero Le Pen no ganó y Macron es un sólido defensor de la unidad regional yu de mantener como hipótesis de conflicto a Rusia.