A una semana de las presidenciales, los republicanos aprobaron la designación de la conservadora Amy Coney Barrett. Trump quería garantizarse alguien que fallara en contra del aborto pero también que pudiera respaldar su triunfo si, como en el año 2000, hay disputas en el conteo de votos. Esa vez, luego de más de un mes de denuncia de fraude de los demócratas, el tribunal le dio el triunfo a Bush hijo. Una Corte derechista extrema para el futuro del país.
Fue un nombramiento controvertido ya que los demócratas no terminan de digerir que en un año electoral el primer mandatario haya colocado a una “cortesana” superconservadora, cuando a Barack Obama en 2016 le rechazaron a uno -liberal- argumentando que esa designación le correspondía al que ganara el comicio.
Tan malheridos quedaron que ya circulan proyectos de ley para que en caso de ganar Joe Biden el 3 de noviembre, se aumente el número de integrantes de la Corte, cosa de equilibrar tanto desbalance hacia una interpretación de las leyes estadounidenses por demás retrógrada, como promete ser la camada que se inicia este martes.
Sobre las necesidades de Trump, conviene recordar que el actual inquilino de la Casa Blanca viene denunciando fraude para impedirle la reelección. Centralizó sus denuncias -más bien sospechas, por ahora sin fundamento- en que con la pandemia era de esperarse que muchos ciudadanos adelantaran el voto por correo y que ese sistema no le daba garantías de transparencia. Hasta ahora cerca de 60 millones ya emitieron el sufragio, cuando aun falta una semana para el voto presencial.
Sobre la transparencia electoral hay que remontarse al año 2000. La votación del 7 de noviembre de ese año fue muy pareja en casi todos los distritos entre el republicano George W.Bush y el demócrata Al Gore, que era vicepresidente de Bill Clinton. Venían con 246 electores para Bush y 255 para Gore, lo que reflejaba la diferencia de apoyos en las urnas, más de medio millón de sufragios a favor del demócrata. Erean necesarios 270 apoyos y faltaban sumar los 25 electores de Florida, uno de los estados donde el que gana, aunque sea por un voto, se lleva todos los delegados para el colegio electoral nacional.
Ahí sí que hubo fraude. Contabilizaron votos de personas fallecidas, urnas desaparecidas y todas las artimañas usuales en muchos lugares del mundo. La controversia fue mayúscula y los demócratas pidieron un conteo manual. Ante la imposibilidad de resolver la cuestión forma pacífica, el caso terminó en la Corte Suprema. Que le dio la razón a los republicanos en un fallo muy disputado recién el 13 de diciembre. Gore aceptó de mala gana luego de que los popes del partido le dijeran que demorar mas de un mes un resultado en la principal potencia mundial sobrepasaba todo límite. La nueva jueza puede ser garantía de que los republicanos no tendrían que esperar tanto para aprobar o rechazar un resultado con el apoyo del supremo tribunal.
En cuanto a el otro desvelo de Trump, el aborto, si bien había logrado designar a otros dos jueces conservadores, tuvo un “desengaño” en julio pasado cuando el voto decisivo de Neil Gorsuch la Corte invalidó una ley de Luisiana que habría obligado a cerrar las clínicas de aborto. Trump había nombrado a Gorsuch y a Brett Kavanaugh.
En Estados Unidos no hay una ley que permita la interrupción del embarazo. Desde 1973 un fallo del tribunal de la época, el caso conocido como Roe v. Wade, impide penalizar el aborto amparado en el derecho a la mujer a la privacidad. Desde entonces hubo decenas de intentos de los sectores ligados a las iglesias católica y las distintas ramas evangélicas, de dictar un fallo en contrario. Pero siempre hubo un relativo equilibrio entre liberales y conservadores dentro de la Corte que dejó las cosas como están. Hasta que a la llegada de Trump al poder, murieron dos jueces y otro se retiró, con lo que quedaron tres bancas libres para torcer ese equilibrio histórico.
La muerte el mes pasado de la jueza Ruth Bader Ginsburg, a los 87 años, fue el momento esperado por Trump. Militante de los derechos de la mujer y de las libertades individuales, se sabía que estaba luchando contra un cáncer y el presidente ya tenía en mente a su reemplazante.
Podes ver acá:
El presidente quiere jueces para penalizar el aborto
Lealtad garantizada a la Casa Blanca
Nacida en Nueva Orleans en 1972, Amy Coney Barrett había sido designada jueza de la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito por el mismo Trump en 2017. Católica militante, miembro de grupos más conservadores dentro de la iglesia de Roma, se graduó en la Universidad de Notre Dame con todos los honores. Así, logró ingresar en la selecta Sociedad Phi Beta Kappa.
Fundada en 1776 en el Colegio de William y Mary, de Virginia, como una sociedad secreta bajo las iniciales de Φιλοσοφία Βίου Κυβερνήτης (Philosophía Biou Kubernetes, la filosofía gobierna la vida), tiene como objetivo expreso la defensa de los grandes valores liberales de la humanidad a través de las ciencias y las artes.
La institución se jacta de haber tenido entre sus miembros a 17 presidentes, 42 jueces supremos y más de 150 premios Nobel. Para ingresar hay que tener promedios universitarios equiparables a un 10 para nuestros parámetros. Bill Clinton, George Bush padre, Jimmy Carter, Franklin Roosevelt figuran en ese listado. De la actual Corte, solo dos integrantes no son Phu Beta Kappa: Brett Kavanaugh y Clarence Thomas. Pero también hay empresarios como Jeff Bezos, dueño de Amazon y del Washington Post, la actriz Glenn Close y la escritora Susan Sontag. No están los últimos tres presidentes ni el actual desafiante al cargo.
Coney Barrett trabajó desde muy joven con jueces de renombre, como el camarista Laurence Silberman y el cortesano Antony Scalia, el ultraconservador que murió en febrero de 2016. Obama intentó entonces nombrar a un liberal, Merrick Garland. Pero los republicanos, con mayoría en el Senado, adujeron que debía designarlo el futuro presidente. De más está decir que ahora los demócratas están indignados porque en año electoral y a una semana del comicio, los republicanos dan un giro de 180 grados en sus argumentos.
La nueva ministra del máximo tribunal se presenta con un “fuerte compromiso con la posición de la Iglesia Católica sobre temas de vida” y es partidaria de una interpretación originalista de la Constitución. Es una tesis a la que adscribía Scalia -para cuyo estudio la jueza obtuvo una beca de investigación universitaria- y que sostiene que la Carta Magna debe interpretarse en el sentido que le dieron los redactores, fijo e inamovible. Nada de interpretaciones modernosas.
La jueza suprema tiene 7 hijos, dos de ellos adoptados, con Jesse Barrett, a quien conoció en la universidad. Barrett fue secretario del fiscal del Distrito Norte de Indiana hasta 2019, cuando regresó a la actividad privada en un estudio de abogados de ese mismo estado, donde representa a compañías e individuos particulares en controversias comerciales y financieras.
Los 30 años del disco Prisma de Pink Floyd tienen su homenaje de culto bajo…
Se trata de una nueva entrega de la editorial Tinkuy basada en las letras de…
Está integrado por 120 policías mujeres y tiene como finalidad enfrentar las manifestaciones sociales en…
Está acusada de lavado de activos, pero la mujer asegura que todos sus bienes los…
La primera alarma la encendió el Ministerio Público Fiscal de Salta. Luego se sumaron otros,…
Las películas de uno de los más importantes realizadores de cine militante de los ’60…
La compañía, endiosada por el macrismo y LLA, sigue acumulando fallas. En las últimas horas…
Declaró que Rusia se considera con derecho a atacar instalaciones militares de países que brinden…
"Sé mía" es la quinta aventura del emblemático protagonista parido por el escritor norteamericano. Road…
El documental que reconstruye el horror de los vuelos de la muerte cerró el ciclo…
Una adolescente alquila a otros un departamento por horas para que puedan tener relaciones sexuales.…
El gobernador de La Rioja viene de intentar sin éxito una interna por el PJ.…