Julio César Macías López, más conocido como Comandante César Montes, “es una figura histórica de las insurgencias en Guatemala y Centroamérica”, recuerdan el argentino Adolfo Pérez Esquivel, el expresidente hondureño Manuel Zelaya y la colombiana Piedad Córdoba, presidenta de la Comisión de DD HH de la Internacional de los Pueblos, quienes denuncian que la detención del mítico guerrillero y su pronta expulsión de México a Guatemala hace un año fue ilegal, que en su país es acusado de delitos que no cometió y por tal razón reclaman su libertad. Montes tiene 78 años y en la década de los ’60 fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), y uno de los dirigentes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Actualmente es presidente de la Fundación Turcios Lima. Tiempo pudo acercarle un cuestionario a su celda en el Centro de Detención Penitenciario del Cuartel Militar Mariscal Zavala. Estas son sus respuestas.
–¿Por qué fue secuestrado en México y deportado a Guatemala?
–No fui deportado porque no hubo trámite alguno de deportación, fui expulsado después de mi detención ilegal en Acapulco, Guerrero. Nunca ordenó ningún juez mexicano mi detención, por lo tanto es ilegal, lo mismo que mi expulsión. Estaba en trámite mi asilo político. El gobierno de Guatemala me acusó, sin prueba alguna, de haber asesinado a tres marinos, intentado asesinar a otros tres que quedaron heridos y haber ordenado la persecución de otros tres. Pero yo nunca estuve en el lugar de los hechos, no pude ordenar que lo hicieran porque en ese sitio no hay señal de teléfonos celulares, tampoco instigué esos hechos. En esa comunidad lo que hay es organización de mi Fundación para impulsar proyectos de desarrollo, la paz social y la dignificación de los pueblos originarios. Se desató una tremenda campaña mediática de mentiras y odio contra mí.
–¿Su figura aún produce miedo en la oligarquía guatemalteca?
–Mi figura como un viejo de casi 80 años no creo. Pero sí el caudal organizativo que acumulé en más de 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz (hecho que se produjo en diciembre de 1996 para poner fin a 36 años de conflicto armado). Muchos excombatientes fueron desmovilizados y nuestra organización los movilizó de nuevo, sin armas pero con disciplina casi militar. Eso le metió mucho miedo a la oligarquía dominante y sectores de ultraderecha. La estructura de autodefensa de sus tierras frente al despojo, defensa de los recursos nacionales y del medio ambiente, defensores de los Derechos Humanos muy activos, atemorizó a la oligarquía terrateniente.
–¿Cuáles son sus condiciones carcelarias?
–En estos momentos me encuentro en condiciones de seguridad y confort muy buenas. A mi edad, y a cualquier edad, no hay cárcel buena. No hay condiciones carcelarias buenas nunca. Aunque la cárcel sea de oro, no deja de ser prisión. La cárcel me ha afectado grandemente en mi salud. Tengo en este momento agudos problemas visuales, auditivos, de movilidad y de afectación de la memoria inmediata. Todo eso se agudizó con mi encarcelamiento.
–¿Se siente amparado por la Justicia?
–No me siento amparado por la Justicia porque aquí se compran jueces, fiscales del Ministerio Público; es un país donde imperan la impunidad y la corrupción, y eso incluye a los mecanismos de justicia. Guatemala es un Estado fallido donde las instituciones no sirven para los fines que fueron creados. Eso incluye al corrupto sistema electoral. El actual presidente llegó de forma fraudulenta. Los mecanismos de control social están bien aceitados y hay represión con asesinatos por medio de sicarios de defensores de Derechos Humanos y luchadores sociales. Tienen atemorizados a gruesos contingentes sociales. Le religión juega un papel de dominación.
–¿Cuál es el papel de la solidaridad internacional?
–La solidaridad internacional sola no creo que pueda conseguir mi libertad. Mis abogados ya lograron en un caso conseguir mi libertad. La acusación de usurpación agravada ya fue desestimada. En el otro caso, hubo campesinos que se defendieron y dos de ellos fueron los que con armas de cacería mataron a tres, hirieron a tres y persiguieron a otros tres que huyeron. Es con lo que justifican mi encarcelamiento. Ni mis abogados sustituyen a la solidaridad internacional ni al revés. La solidaridad es un deber revolucionario y la principal característica de un verdadero revolucionario. No se concibe un núcleo revolucionario que no luche contra la injusticia cometida contra otro revolucionario que ocurra en cualquier parte del mundo. Es la característica más bella de un revolucionario.