El gigante asíatico se enfrenta al desafío de promover una imagen de apertura en un momento en que muchas potencias occidentales adoptan un enfoque más restrictivo.
La feria convocó, entre el 5 y el 10 de noviembre, a 3.496 expositores de 129 países o regiones y a unos 852.000 visitantes. Las cifras hablan por sí solas: los acuerdos de intención alcanzados superaron los 80.000 millones de dólares, de acuerdo con la organización del evento, evidenciando la confianza de las empresas internacionales en el mercado chino, incluso en un contexto mundial adverso. China: como segunda economía del mundo, sigue creciendo a buen ritmo y cuenta con un vasto mercado de más de 1.400 millones de habitantes. El nivel de renta de los consumidores chinos también va en aumento.
En el mundo postpandémico, se registra un retroceso en la globalización, marcado por el endurecimiento de fronteras, tanto físicas como económicas. La pandemia de COVID-19 exacerbó tensiones preexistentes, generando un repliegue de las naciones hacia políticas proteccionistas y priorizando la autosuficiencia.
China ha implementado una serie de políticas para facilitar la entrada de productos extranjeros. Mediante la reducción de aranceles, la simplificación de trámites aduaneros y la creación de zonas de libre comercio, el país busca atraer bienes y servicios que enriquezcan su oferta interna. La CIIE actúa como una vidriera, permitiendo a las empresas globales no solo acceder al mercado chino, sino también entender mejores dinámicas y preferencias de consumo.
Un punto crucial es la demanda de los consumidores chinos, quienes están cada vez más interesados en productos de alta calidad y con características únicas que a menudo no se encuentran en el mercado local. El gasto de consumo en bienes importados ha crecido desde 2020.
En este contexto, América Latina tiene un papel estratégico. La región ya exporta a China bienes por más de 245.000 millones de dólares al año, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La CIIE es un canal fundamental para ampliar esta presencia. En esta edición, productos como el vino chileno, la carne brasileña, el cobre peruano y chileno estuvieron en la mira de compradores chinos. Incluso sectores de nicho, como frutas frescas y lácteos, encontraron un público ávido en China.
Este acercamiento responde al interés de diversificar mercados y reducir la dependencia de socios tradicionales, especialmente en un contexto donde las políticas comerciales de Estados Unidos podrían volverse más restrictivas. La apuesta por productos que incorporan tecnología ha sido también una de las grandes novedades de los países latinoamericanos este año en la CIIE.
China se enfrenta al desafío de promover una imagen de apertura en un momento en que muchas potencias occidentales adoptan un enfoque más restrictivo. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, por ejemplo, reflejan un entorno en el que las relaciones económicas están cada vez más subordinadas a preocupaciones de seguridad nacional. Sin embargo, a través de la CIIE, China intenta contrarrestar esta narrativa, presentándose como un baluarte de la cooperación internacional y del beneficio mutuo.
En este sentido, la postura de China no solo responde a intereses económicos, sino también geopolíticos. Al fomentar la integración económica y el intercambio cultural, el país busca consolidar su influencia en un sistema global fragmentado, reafirmando su papel como un actor central en la configuración del futuro económico mundial.
La reelección de Trump añade un nuevo nivel de complejidad al entorno geopolítico. Su enfoque proteccionista y su retórica de “América (Estados Unidos) Primero” probablemente fortalecerán la competencia estratégica con China. América Latina, históricamente influenciada por la política estadounidense, se encuentra en una encrucijada. Ante la incertidumbre, nuestra región podría ver en China un socio estratégico para contrarrestar posibles restricciones comerciales y buscar nuevas oportunidades de inversión y cooperación.
En el caso de Argentina, bajo la presidencia de Javier Milei, la política comercial ha experimentado cambios significativos. Inicialmente, mostró una postura crítica hacia China, afirmando que no haría negocios con “comunistas”. Sin embargo, con el tiempo, adoptó una posición más pragmática, reconociendo a China como un “socio comercial muy importante”. Este cambio refleja la necesidad de Argentina de atraer inversiones y diversificar sus relaciones comerciales en medio de una economía en serios problemas.
La soja y sus derivados, como porotos, aceite y harina, se mantuvieron en 2023 y 2024 como los principales productos de exportación de Argentina hacia China, consolidando a este país como un destino crucial para el sector agroindustrial. Sin embargo, en 2024, se diversificó la oferta con un aumento en las exportaciones de carne bovina y productos pesqueros. De enero a septiembre de este año, las exportaciones de carne vacuna argentina -de las que China abarca el 70 por ciento- alcanzaron las 699.987 toneladas, el mayor volumen en 57 años, según datos de la Secretaría de Agricultura. La contracara de esta tendencia es que el aumento en las ventas externas coincide con una caída en el consumo interno de carne.
Aunque China sigue siendo un mercado importante, su posición en el comercio argentino ha cambiado. En 2023 era el segundo socio comercial, actualmente ha caído al cuarto lugar, detrás de Brasil, la Unión Europea y Estados Unidos. Esta situación refleja un reordenamiento en las relaciones comerciales de Argentina en un contexto económico global cada vez más complejo.
En el contexto regional, Argentina enfrenta el desafío de equilibrar sus relaciones con países vecinos que tienen vínculos estrechos con China y Estados Unidos. La necesidad de mantener buenas relaciones con Brasil, su principal socio comercial en la región, es crucial, especialmente considerando que Brasil también tiene una relación sólida con China.
A través de una plataforma como la CIIE, China no solo promueve la importación de bienes y servicios extranjeros, sino que también envía un mensaje geopolítico: en un mundo donde el proteccionismo crece, China se posiciona como un bastión de la apertura. Esto no solo responde a una necesidad económica, sino también a un interés estratégico de consolidar su influencia global, en particular en regiones clave como América Latina.
*La autora es especialista en cooperación para el desarrollo China-América Latina
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