Celso Amorim: “No sé si Bolsonaro tiene la fuerza para hacer un golpe”

Por: Gustavo Cirelli

El excanciller de Brasil le brindó una entrevista a Télam y sostuvo que “si Bolsonaro buscaba generar temor, eso no ocurrió”. "Brasil es el epicentro de la extrema derecha internacional hoy", resaltó.

El excanciller de Brasil, Celso Amorim, comparó las amenazas del presidente Jair Bolsonaro al Tribunal Superior de Justicia con las maniobras de lawfare que provocaron la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula da Silva.

“El bolsonarismo es un virus que aprovechó la infección del lawfare”, afirmó Amorim en una entrevista con Télam.

El analista político destacó que “Brasil es el epicentro de la extrema derecha internacional” y comparó a Bolsonaro con el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Después de la movilización realizada en Brasilia, el excanciller sostuvo que “si Bolsonaro buscaba generar temor, eso no ocurrió”. “No causó una impresión muy grande, juega con el temor de un posible golpe, pero no sé si tiene la fuerza para hacerlo”, agregó.

Tras aclarar que es preciso aguardar la evolución de la crisis política e institucional que atraviesa Brasil, el excanciller advirtió que el desafío del próximo gobierno será resolver la profunda división de la sociedad brasileña. “Los golpes del lawfare se superaron, pero ahora está el de Bolsonaro. La sociedad está muy herida”.

– ¿Qué intenciones advierte en las movilizaciones que convocó de Bolsonaro?
– En Brasilia hubo una presencia de público importante, pero no fue tan grande. Incluso anoche, por lo que escuché, hubo un intento de invadir el edificio de la Corte Suprema, pero no prosperó. En términos de presencia hubo muchos camioneros y gente vinculada al agronegocio.

Y hoy en su discurso, Bolsonaro volvió a lanzar una amenaza a la Corte Suprema, dirigido a un juez que lo está investigando y que ordenó detenciones de policías militares. Hubo una amenaza al presidente del Tribunal Supremo, que si no toma decisiones, las tomaría él, Bolsonaro.

Por lo que ví hasta ahora, esto no va a tener mucho futuro. No causó una impresión muy grande. Si lo que Bolsonaro estaba buscando era impresionar y causar temor en las fuerzas políticos, aparentemente no ha ocurrido. Falta ver lo que pueda ocurrir en San Pablo, donde Bolsonaro va a hablar.

Para hacer un análisis inicial, Bolsonaro juega con el temor a un golpe de Estado. En realidad no sé si tiene la fuerza para hacer un golpe, aparentemente habría una resistencia de parte de las Fuerzas Armadas a un golpe. Es algo que nadie sabe con seguridad.

Bolsonaro tiene en mente un golpe con los propios policías militares y mantener a las Fuerzas Armadas sin actuar. Por ejemplo, que no atiendan llamados del presidente del Supremo. En este momento, estoy un poco menos pesimista de que eso pueda ocurrir, pero no puedo descartarlo. Creo que esta es la idea original de Bolsonaro, combinada con un fraude en la elección. Pero como sintió que quizás no tiene apoyo suficiente, sobre todo que está perdiendo el apoyo de los grandes medios y los grandes empresarios del capital financiero, sobre todo de los americanos, creo que Bolsonaro buscó anticiparse y por eso convocó a estas movilizaciones.

No descarto que pueda impulsar un golpe para sobrevivir, para evitar un impeachment. Esa es la impresión que tengo hoy, no puedo adelantarme a lo que pueda ocurrir en los próximos días, si finalmente esto que ocurrió fue exitoso. Qué va a ocurrir con la Corte Suprema, qué va a hacer el Congreso, son todas cosas que sólo podremos saber en los próximos días. Con la salvedad que debemos esperar lo que ocurra en San Pablo, me parece que la posibilidad de un golpe parece menos probable.

– ¿Las manifestaciones de hoy minan las instituciones democráticas, generan un escenario de incertidumbre?
– Sin dudas. Con su intimidación, ha provocado un temor en los jueces. Hay una erosión. Es muy parecido a lo que intentó hacer Donald Trump en Estados Unidos, con la diferencia que más extendido en el tiempo. Hay dos diferencias importantes con la toma del Capitolio: una que estaba más claro que el establishment y las Fuerzas Armadas no iban a apoyar a Trump. Creo que al establishment y al gran capital brasileño no les interesa esto. Pero no sé lo que ocurre con las Fuerzas Armadas, es un interrogante. Y lo otro, que es importante y afecta las decisiones, es que Trump había perdido las elecciones y le quedaban diez días de gobierno. Bolsonaro tiene más de un año.

También se lo podría comparar con lo ocurrido en Bolivia, aunque Brasil es un país con otras características, con otra extensión. Todo esto no se va a resolver hoy.

Otro de los temas a tener en cuenta es que el diputado que tiene la llave para iniciar un impeachment a Bolsonaro, si bien ha sido muy crítico con algunos temas, siempre le fue leal. Por supuesto, no estoy hablando de una lealtad personal, sino de intereses.
Algo que me tiene muy preocupado es la división que existe en la sociedad brasileña, como nunca había visto de manera tan evidente. Eso es algo que va a quedar por algún tiempo y va a ser uno de los desafíos para el próximo gobierno.

– ¿Cómo cree que pueden influir las expresiones de hoy en un escenario en el que Lula aparece con una amplia ventaja frente a Bolsonaro? ¿Cómo se puede avanzar como sociedad después de los discursos de odio promovidos desde la extrema derecha?
– En Brasil sufrimos dos golpes de Estado: el primero fue contra Dilma Rousseff y luego estuvo el encarcelamiento de Lula. Los golpes del lawfare se superaron, pero ahora está el de Bolsonaro. La sociedad está muy herida. Solamente una elección con una buena mayoría, que creo que es probable que Lula obtenga, podrá ayudar a pacificar un poco la situación.

Foto: Diego Paruelo

Lula es un gran negociador. Mucha gente que estuvo contra él o contra Dilma podrían acomodarse en un futuro gobierno de Lula. Eso podría generar una gran reconciliación nacional, aunque hay un 15 o un 20 por ciento que quedará afuera por una sencilla razón: no quieren estar adentro.

Es un poco lo que ocurrió con Trump en Estados Unidos. Curiosamente, aunque Brasil sea más pobre y mucho menos desarrollado, es un país que tiene mucha similitud con Estados Unidos. Existe una profunda complejidad social. En el agronegocio hay personas que no se puede decir que sean fanáticas por Lula, pero lo aceptan. Es curioso que el agronegocio se haya puesto tan a favor de Bolsonaro, y digo esto hasta con un poco de sentimiento de culpabilidad, porque son el sector que más se benefició con la política exterior del gobierno de Lula. Los empresarios grandes son más cautos. La base económica de Bolsonaro son esos empresarios medianos, que ganan con la destrucción de la floresta y la agresión hacia el medio ambiente. Lo mismo podría hablar de la minería. Son una especie de lumpen empresarial de las ciudades que están más interesados en el comercio que en la producción. Y al lado de ellos están las milicias urbanas, parte de la Policía, todo el establishment que tiene que ver con la seguridad privada y una parte de las iglesias evangélicas y neopentecostales. Esa es la base de Bolsonaro y representa, por lo menos, un 20 por ciento de la población.

– ¿Considera que la movilización de hoy tendrá repercusiones en la región?
– Brasil tiene fronteras con 10 países, por lo que es natural que lo que pase en el país influya en la región. Lo que ocurre hoy es que Brasil es un gran ausente: si hay una reunión de la Celac, por ejemplo, Brasil es el único país que no asiste. Fue servil a Estados Unidos de Trump, que ya no existe, pero lo que sigue existiendo es la extrema derecha. Steve Bannon, el gran ideólogo de Trump y de la derecha internacional, dice que la de Brasil es la segunda elección más importante en el mundo. Brasil es el epicentro de la extrema derecha internacional hoy. Porque hay muchas cosas, de todos los días, en la parte racial, en la parte cultural, en la parte de educación. Hay un efecto muy negativo, de destrucción de los valores, de civilización. Son cosas sistemáticas que se hacen. Yo he sido presidente de una compañía de películas durante el gobierno militar, pero el clima cultural de producción en Brasil, incluso del apoyo del Estado, era mejor que hoy. Bolsonaro ha destruido muchas cosas y lo sigue haciendo. Lo mejor que podría suceder es que vayamos a una elección y que gane un progresista, que para mi sería Lula. Vamos a tener mucho trabajo para reconstruir la credibilidad internacional y recrear las instituciones internas que representan los derechos humanos y la igualdad. Volviendo a lo inmediato, estoy mucho menos preocupado que a la mañana, porque temía por una invasión a la Corte Suprema, con una gran intolerancia de los participantes y de la policía, y una inacción de las Fuerzas Armadas.

– ¿Cómo analiza el rol de los grandes medios de comunicación, que en su momento propiciaron la llegada de Bolsonaro y hoy se encuentran ante este escenario y un posible regreso de Lula?
– Los grandes medios de comunicación, junto con una parte de la Justicia, fueron los responsables de la prisión de Lula, y en gran medida, de la salida de Dilma. Crearon la oportunidad para Bolsonaro. El bolsonarismo es una especie de virus oportunista que se valió de la infección creada por el lawfare. Nadie esperaba que surgiera ese virus. En un primer momento lo aceptaron porque era contra Lula y el Partido de los Trabajadores (PT), pero ahora gran parte observa con preocupación la inestabilidad, el hecho de que casi hayan desaparecido las inversiones extranjeras, la inflación que sigue aumentando, la desocupación y la pandemia que afectó muy gravemente la reputación de Brasil. También está la cuestión del clima, que es un gran problema por la destrucción ecológica que ocasiona el avance del agronegocio. Por ejemplo, el gran capital deseaba un acuerdo Mercosur – Unión Europea, pero sabe que hoy es imposible con Bolsonaro. Hay toda una ecuación que alejó a una parte del gran capital y de los grandes medios de Bolsonaro. Por eso mismo, Bolsonaro trató de apoyar mucho a los medios que tienen ligazón entre la iglesia evangélica y las redes sociales. Resumiendo, los medios siguen muy fuertes contra Lula y contra el PT, pero también contra Bolsonaro. La esperanza de ellos es hallar una tercera vía, un tercer nombre, pero eso no existe. El riesgo es que lo que dicen los medios contra Lula, lo que hacen para descalificarlo, acabe contribuyendo a un golpe de la derecha.

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