La crisis sanitaria en Brasil preocupa en todo el mundo y desde el exterior piden coherencia, mientras que desde sectores militares se despegan del presidente. Un exvocero, general de división de mucho predicamento interno, lo tilda de "inmaduro intelectual".
Las últimas movidas políticas podrían significar que están tratando de ver cómo sacarse de encima al personaje sin comprometer demasiado a las Fuerzas Armadas y, sobre todo, sin que regrese al poder el cuco de Lula da Silva, el protagonista del ascenso del excapitán del Ejército al más alto cargo electivo de ese país.
Si bien las élites brasileñas no se caracterizan por sus rasgos de humanidad, el crecimiento explosivo del Covid 19 les preocupa. Con más de 3000 muertos diarios a la fecha, los analistas estiman que el mes de abril cerrará con un promedio de 5000 fallecidos cada 24 horas. Si la justificación para no tomar medidas que daba Bolsonaro es que se debía privilegiar la economía, por ese lado tampoco puede mostrar un éxito. Es así que, al cierre de las plantas de la automotriz Ford en Bahía, el interior de San Pablo y en Ceará, ahora podría sumarse el retiro de Nissan-Renault.
La caída en la producción es asombrosa: pasó de 4 millones de vehículos anuales en tiempos de Lula a los 2 millones de ahora. «Para competir en Brasil es preciso tener una montadora fuerte, con voluntad de superar los ciclos específicos de la economía local y si la empresa no tiene esa voluntad, queda todo el tiempo saliendo y entrando en el país, echando y contratando personal, parando y volviendo a trabajar. Ese stop and go es peor para la marca que para los empleados”, declaró Carlos Ghosn, extitular de la firma franco japonesa a la revista Veja.
Estas señales repercuten en el escritorio del ministro de Economía, Paulo Guedes, discípulo de Milton Friedman en la Universidad de Chicago y responsable de un plan neoliberal a rajatabla. Pero a la vista de los resultados, entre los partidos que aún apoyan al gobierno -el llamado “centrón”- están pidiendo su cabeza. El propio Guedes no descartó tener que dejar el cargo, aunque culpa de los fracasos a que no le aprobaron el presupuesto y a que no pudo avanzar con las privatizaciones.
Para el The Economist, una publicación que refleja el pensamiento del mundo financiero internacional, “la mala gestión del Covid 19 en Brasil amenaza al mundo” y dice claramente que el presidente tiene mucho que responder sobre el avance de la variante de Manaos. “Bolsonaro promovió curas charlatanescas, protestó contra los cierres y trató de impedir la difusión de datos de la pandemia”, destaca.
El The Washington Post, a su vez, dice que “en lugar de luchar contra el coronavirus, Bolsonaro parece estar preparando las bases para otro desastre: un golpe político contra los legisladores que podrían removerlo del cargo”. Y pone el foco en “el expresidente Lula da Silva emergiendo como potente adversario en las elecciones del año que viene”.
Otro que tronó fuerte fue el general de división Otávio Santana do Rêgo Barros, que acompañó la gestión de Bolsonaro como vocero hasta que el año pasado se fue tras un cruce con el presidente. En un claro objetivo de despegar a la institución de las calamidades desplegadas por el excapitán, escribió en una columna que levantó el portal de Veja: “El mandatario ya no es un militar”, aclara.
“Detenta solamente un documento que indica haber obtenido en un determinado momento de su vida los requisitos para ejercer funciones intermediarias en la jerarquía de la oficialidad de las Fuerzas Armadas -dice do Rêgo Barros en el tramo más picante del texto– (pero) la madurez intelectual, característica destacada en la formación de los actuales jefes, no estuvo presente en su trayectoria”.
Y concluye: “Permaneció como alumno, cadete y oficial cerca de 15 años. Como político, más de 30. Los atributos que le fueron enseñados como militar, quedaron en el camino, sustituidos por conceptos no aplicados dentro de una institución como el Ejército Brasileño”.
Las cartas están echadas para el remplazo de Bolsonaro y en su lugar, quedaría el vicepresidente, el general Hamilton Mourão. Tan defensor del golpe de 1964 y enemigo de Lula como Bolsonaro. Pero con la astucia de haberse mostrado más civilizado. Al punto que lució barbijo desde el primer día y se vacunó esta semana. En su tuit colgó la foto y anotó que se dio la primera dosis de Coronavac, la vacuna del laboratorio chino Sinovac. “Hoy puse de mi parte como ciudadano consciente (…) Espero que en breve el mayor número posible de vacunas llegue a la población brasileña”.Celeste López y Mariano Gorini serían los nombres de los agresores.
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