Casi como en el medioevo, donde los séquitos del monarca no se animaban a decirle a un Rey que estaba desnudo y acompañaban su despotismo hasta que un niño o borracho se animaba a decirle la verdad, la sociedad brasileña deja al presidente Jair Bolsonaro sobreactuar su contagio y tratamiento, con toda una república que cae ante semejante idiotez humana y espera que alguien le diga lo cierto. Quizás hasta valdría que lo haga el payaso Tiririca, quien hoy es Diputado Federal, para sumar a una república en decadencia.
Desde que fue diagnosticado con Covid-19, Jair Bolsonaro comenzó a hacer una puesta escénica, donde se toma un comprimido diario de hidroxicloroquina, un antipalúdico que la comunidad científica aún cuestiona su eficacia contra el coronavirus, tratando de mostrar empíricamente que es un necio, perdón, que se está curando. Así, en un video se presenta diciendo: “Lo dejo bien claro (…) Tomé (muestra la pastilla) y funcionó, y estoy muy bien gracias a Dios”. No solo eso, remarca contra los cuestionamientos: “y aquellos que lo critican, por lo menos que presenten una alternativa”.
Así, estaría dando cultivo a su escepticismo hacia la pandemia y se burla de las cuarentenas y medidas aplicadas por gobernadores e intendentes. Incluso, con su automedicación, está contrariando a su propio Ministerio de Salud, entidad que durante la presentación del informe diario sobre Covid-19 en Brasil reforzó el consejo a la población para que cualquier uso de medicación ocurra mediante una prescripción médica, tal como lo enfatizó un secretario de la cartera, el Dr. Elcio Franco.
Si bien es cierto, que en algunos casos la Cloroquina y derivados pudieron haber atenuado el efecto del coronavirus sobre algunos pacientes graves, aún le resta años de estudios para poder ser considerado un “remedio” a la enfermedad. Pero sin duda, es de una irresponsabilidad garrafal automedicarse y, peor aún, alentarlo. Sencillamente porque provoca arritmias y su uso debe ser acompañado por un monitoreo médico, tal como explicó otro funcionario, el Secretario de CIencia, Tecnología, Innovación e Insumos Estratégicos, Helio Angotti.
Y ese es un punto clave, porque el equipo que lo atiende cotidianamente y hace el monitoreo, cabe aclarar que no lo tiene todo brasileño lo que suma a la irresponsabilidad de arengar al uso, o es una banda de séquitos que no se anima a decirle que su estulticia está al desnudo, o es una banda cuasi-mafiosa que acompaña la farsa y propicia un engaño a la ciudadanía de una seudo recuperación auto regulada.
Es más, como acción de transparencia republicana, cabría solicitar la veracidad del testeo y el monitoreo del tratamiento, a fin de exponer a la ciudadanía fehacientemente la implicancias de las acciones de Bolsonaro. Especialmente, porque llama la atención que dieron negativo a Covid-19 otros miembros de su gabinete, como Walter Souza Braga Netto (Jefe de la Casa Civil); Rogério Marinho (Ministro de Desarrollo Regional); y Luiz Eduardo Ramos (Secretario de Gobierno). Mismo el Ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, que tuvieron con Jair Bolsonaro un encuentro el domingo pasado con el Embajador de Estados Unidos en Brasil, Todd Chapman, se sometieron a un test y descartó contagio.
Y si bien los datos desmoronan como castillo de naipes el planteo de Bolsonaro. El Covid-19 crece a una tasa del 40 mil contagios y más mil muertes diarias. Así, se acerca a los dos millones de infectados y casi 80 mil decesos. Una cifra que en cinco meses se acerca al total de muertes que tuvo la Guerra de la Triple Alianza en cinco años. Para colmo de males, Jair Bolsonaro sigue apostando a la fé, y decidió nombrar en el MInisterio de Educación y Cultura a un pastor, el profesor Milton Ribeiro. Brasil necesita que alguien le diga que está desnudo.