Boko Haram, los yihadistas que secuestran niñas

Por: Alberto López Girondo

Nuevo ataque del grupo terrorista en el norte de Nigeria. El trasfondo de intereses en el país más poblado y con la mayor economía de África.

El anuncio parecía promisorio pero resultó aventurado. El 4 de febrero, el general nigeriano Rogers Nicholas aseguró haber “derrotado totalmente la insurgencia de Boko Haram». Según el uniformado, la operación Deep Punch II había sido un éxito y las tropas del gobierno habían logrado ocupar Camp Zairo, uno de los principales baluartes de los yihadistas en el norte de Nigeria. Según revelaron entonces los cables informativos, en esa operación habían podido rescatarse un centenar de civiles en cautiverio y se habían rendido cientos de terroristas.

Lejos de ese optimismo del general, el lunes pasado 111 niñas de una escuela del noroeste del país desaparecieron luego de un ataque de Boko Haram en la localidad de Dapchi. El caso hizo recordar inmediatamente el secuestro de más de 276 chicas en Chibok, en 2014. Este jueves, las autoridades informaron que el Ejército nigeriano había rescatado a unas 70 menores, que quedaron bajo la custodia de las Fuerzas Armadas, según el vocero del gobierno de Yobe, donde se registró el hecho.

El presidente de Nigeria, el general Muhamadu Buhari, se solidarizó con las familias de las chicas y ordenó al Ejército liberar a todas las que hayan sido secuestradas.

No era el primer secuestro masivo de mujeres ni la primera vez que desde algunos de los pliegues del poder nigeriano se anuncia el fin del grupo terrorista que desde 2009 viene asolando esa región africana.

Pero así como aquella vez, en 2015, cuando el recién asumido Buhari proclamó que «Boko Haram había sido técnicamente derrotado» y la violencia no se detuvo, ahora este nuevo golpe en el instituto femenino de Dapchi hace prever más violencia, a pesar de la voluntad que expresan los mensajes oficiales.

Entre las jóvenes secuestradas en la noche del lunes figura la hija de 16 años del ministro de Defensa, Inuwa Mohammed, de nombre Falmata «No sabemos cuántas de nuestras hijas fueron halladas y ningún padre sabe si su hija figura entre ellas», dijo el funcionario a la agencia AFP en la mañana del jueves.

En abril de 2014 una noticia estremeció al planeta: 276 adolescentes de un colegio femenino  de Chibok, en el distrito de Borno, también al nordeste de Nigeria, habían sido secuestradas por un grupo yihadista que afirmaba que las iba a esclavizar y hasta  se jactó de que las ofrecían en venta.

Con el tiempo muchas de ellas fueron liberadas y se estima que a la fecha quedan 196 cautivas. El relato de las que quedaron libres es de un dramatismo intolerable. Desde el sometimiento sexual y violaciones múltiples hasta el entrenamiento para cometer atentados como suicidas.

Pero los ataques contra las mujeres no son un hecho privativo de grupos ultraislamistas. Según la abogada nigeriana Fatima Shehu, tanto las tropas regulares como los civiles cometen atrocidades, y muestran especial saña contra las menores. “Las mujeres están siendo utilizadas reiteradamente como armas en Nigeria, tanto por los militares como por los grupos insurgentes”, declaró durante una visita a España organizada por Oxfam Intermón. La organización también esta en el ojo de la tormenta por casos de abusos en Chad y Haití, valga la paradoja.

En cuanto a Boko Haram, que algunos traducen como «la educación no islámica es pecado», es un grupo fundamentalista fundado en 2002 en Borno por Mohamed Yusuf. Muerto por efectivos del gobierno en 2009, lo sucedió el actual líder, Abubakar Shekau.

Con una visión radicalizada del islam, Boko Haram pregona la Sharía y dictamina un rol subordinado de la mujer en la sociedad.

Pero no lo hace con argumentos sino con la violencia más extrema e irracional, de la que luego hacen gala en videos que llegaron a difundir en las redes sociales. Y además, sin hacer distinciones sobre la religión de sus víctimas, ya que combaten con igual ferocidad a cristianas como a musulmanas que muestren algún esbozo de «occidentalización» en sus costumbres. Por eso tienen como objetivo colegios secundarios.

Cuando los secuestros de Chibok, se conocieron declaraciones de soldados del ejército que, asombrados, deslizaban una sospechosa pasividad de las jefaturas de las Fuerzas Armadas. Alguno llegó a decir que primero recibieron la orden de revisar todos los vehículos que circulaban por el territorio pero que misteriosamente, pero luego fueron llamados a los cuarteles.

El entonces presidente, Goodluck Jonathan, fue fustigado por los medios y amplios sectores de la sociedad por no haber mostrado ningún gesto de humanidad hacia los padres de las niñas ni haber tomado disposiciones más enérgicas para buscarlas.

La que se puso al frente del reclamo fue la esposa del presidente, Patience Jonathan. Pero chocó con la política oficial: mientras ella reclamaba la liberación de las muchachas, el gobierno ordenaba encarcelar a los padres que se manifestaban en las calles. Jonathan fue derrotado en la elección de 2015, que ganó por amplia diferencia Buhari, quien ya había ocupado ese cargo en 1983 tras un golpe de estado.

Militar de profesión y con el grado de general, Buhari tomó el combate de Boko Haram como un objetivo. De inmediato revitalizó la Fuerza de Tarea Conjunta Multinacional (MNJTF por sus siglas en inglés) creada en 1994 junto con los gobiernos de Benín, Chad, Camerún y Níger para combatir a fuerzas guerrilleras, ahora contra este grupo islamista que venía extendiéndose por la región.

Pero hay varios detalles a tener en cuenta para analizar el contexto. En primer lugar, Nigeria es el país más densamente poblado del África y la economía más grande, basada en la enorme riqueza petrolera, con reservas equivalentes al 3,4% del crudo mundial.

En segundo lugar, hay una profunda grieta religiosa, entre un sur cristiano y el norte musulmán. Los que profesan le fe islámica son aproximadamente el 60% del total. Pero muchos de ellos están en condiciones de vida miserables.

Los analistas ven en esta situación el caldo de cultivo para sumarse a grupos radicalizados, que son los que pueden ofrecer algún horizonte en ese escenario de destrucción. Jonathan, el ex presidente, era sureño y cristiano, Buhani del Norte y musulmán. El petróleo y la agricultura están en el sur.

Desde el punto de vista geopolítico, es natural que las potencias busquen tener un pie en esa nación con semejante riqueza energética y que elcontinente sea eje de la disputa entre China, Europa y Estados Unidos.

Por eso no extraña que desde thinks tanks especializados de todo el globo se sospeche que detrás de estos grupos terroristas está la mano de la CIA. De hecho, se conoce un informe del Consejo de Inteligencia de Estados Unidos que pronosticaba que para 2015 Nigeria se iba a desintegrar y sería necesario recurrir a una «intervención humanitaria» de fuerzas amparadas por la ONU «para proteger a la población».

El documento, que reveló WikiLeaks, abunda en datos históricos sobre la posición poco amigable a Washington de los sucesivos gobiernos nigerianos, del rol que Nigeria cumplió en la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental durante la guerra civil de Liberia y por el rechazo a la instalación de una base del Comando Militar Africano de Estados Unidos (AFRICOM).

De acuerdo a WikiLeaks, la embajada de EEUU en Abuja «es una base operativa para actos de subversión amplios y de gran alcance contra Nigeria, que incluyen pero no se limitan a espiar las comunicaciones del gobierno nigeriano, espionaje financiero a los principales nigerianos, apoyo y financiación de grupos subversivos e insurgentes, patrocinio de propaganda divisiva entre los grupos dispares de Nigeria y el uso del chantaje de visas para inducir y obligar a los nigerianos de alto rango a actuar a favor de los intereses de Estados Unidos».

Internacionalizar el combate a Bokko Haram, sostiene Kolo Ibrahim, periodista free lance y miembro del Partido Socialista de Nigeria (SPN), le permitiría al Pentágono desplegar bases en la costa de esa nación.

El riesgo ante situaciones como las de Chibok y ahora Dapchi, es que se repita una campaña como la # Kony2012, «que permitió a las fuerzas imperialistas invadir no solo a Uganda, sino a la República Democrática del Congo, Sudán del Sur, con el pretexto de encontrar a Joseph Kony del LRA (el grupo rebelde de Uganda, que desató terror asesino sobre niños y mujeres)».

Kony sigue libre y ahora ni siquiera lo buscan.

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