Para todos los que no estamos familiarizados con el sánscrito, Sri Lanka significa Tierra Resplandeciente. Independiente desde 1948, ese país fue conocido como Ceilán hasta 1972, luego de las invasiones de portugueses, holandeses e ingleses que ocuparon los últimos siglos de la historia reciente. Poco sabemos de Sri Lanka, si no es que la guerra civil comenzada en 1976 que enfrentó las dos etnias mayoritarias –cingaleses del ejército regular contra la guerrilla de los tamiles– terminó en 2009 con el correspondiente baño de sangre y la derrota de los “Tigres Tamiles”. 

Sri Lanka volvería a las noticias internacionales en 2022, con motivo de la “Aragalaya” (lucha) que fue un movimiento popular generalizado de protesta, originado por la crisis terminal que enfrentó el país. Como en todos lados, la pandemia dejó las secuelas previsibles en la economía, y como siempre, las políticas neoliberales seguidas en los últimos tiempos no solucionaron ninguno de los problemas existentes propios del subdesarrollo pero además trajeron nuevos inconvenientes. Esas fragilidades estructurales estallaron con el alza de los precios internacionales de la energía, el deterioro de los términos del intercambio que sufrieron los productos de Sri Lanka, alimentados por decisiones políticas erradas. La prohibición de ciertos fertilizantes produjo una caída en la producción agraria, la baja de impuestos a los altos ingresos, dispuesta por el gobierno de entonces después del COVID-19 buscaba generar mayor inversión, y bien sabemos lo que pasa: eso no ocurre. Lo que sí sucede es una caída de los ingresos públicos y un mayor déficit fiscal, que se intentó cubrir con mayores cantidades de crédito internacional que convirtieron a la deuda externa de complicada a impagable. Con la baja de las calificaciones crediticias que alentaron el cierre del endeudamiento, se echaron mano a las reservas internacionales hasta agotarlas. Sumemos el problema de la balanza de pagos, el problema fiscal, el tipo de cambio, la inflación galopante y la crisis de liquidez termina en crisis de solvencia, el parate económico se espiraliza y genera escasez generalizada, cortes de energía y por último default de los compromisos financieros en abril de 2022 y posterior caída del gobierno. Ese año el PBI de Sri Lanka cayó 11% y en diciembre la inflación llegó al 54%. Nada que no conozcamos en la Argentina.

Lo interesante es que luego de dos años de un gobierno de transición, las elecciones presidenciales del 21 de septiembre pasado devolvieron la isla al primer plano mundial. Con 55.8% de los votos en la segunda vuelta, Anura Kumara Dissanayake (56 años de edad) es elegido presidente y derrota a los dos partidos tradicionales de Sri Lanka, uno de orientación liberal-conservadora y otro de inspiración social-demócrata. La noticia es que él mismo se define como… militante marxista. En efecto, es el secretario general del Frente de Liberación popular, una versión local del comunismo de orientación pro-China. Con experiencia parlamentaria y ejecutiva desde principios de siglo, Dissanayake logró articular en una misma propuesta electoral llamada “Poder Popular Nacional” a sindicatos de empleados públicos, de comercio, médicos, maestros, a artistas e intelectuales, a colectivos feministas, otras formaciones políticas y movimientos de base.

El programa de gobierno propone “Una Nación próspera, una vida bella”, conceptos que son desarrollados a lo largo de 130 páginas sobre cuatro pilares principales: el primero es “una vida plena – un país confortable”; el segundo lleva por título “una vida honorable, un país seguro”; “una vida moderna, una nación sana” es el tercero, y el cuarto refiere a “una vida digna, un país fuerte”. A lo largo de la enumeración de los objetivos y los medios para alcanzarlos, sobresale la dupla permanente entre los personal y lo comunitario, donde queda claro que nadie puede realizarse en una sociedad que no se realiza, ni puede haber una sociedad realizada con personas infelices. En los tiempos que corren por estas pampas, vale la pena echar una mirada a este proyecto nacional esrilanqués, digo por si surge alguna inspiración. Aquí lo puede ver en inglés, está en www.npp.lk/en/. Como no tiene mayoría parlamentaria, Dissanayake disolvió al actual congreso y espera repetir los resultados obtenidos en la presidencial para ganar la mayoría de los 225 diputados y poder conducir una salida de la crisis sobre la base del programa que lo llevó al poder. Lo sabremos el 14 de noviembre a la noche, cuando estén los resultados. Ojalá podamos contemplar el amanecer sobre la Tierra Resplandeciente.  «