Se preparan en Buenos Aires actividades por el centenario del nacimiento del pensador y militante marxista. Eduardo Lucita, integrante de Economistas de Izquierda, es uno de los organizadores de una actividad que se realizará el próximo jueves 30 de marzo.
El economista agrega que “nosotros hacemos este homenaje en coincidencia con la visita de Eric Toussaint, portavoz del Comité para la anulación de la deudas ilegítimas (CADTM) e integrante del buró de la Cuarta internacional, que viene a Buenos Aires para acompañarnos en la jornada del 24 de marzo y para presentar su libro Banco Mundial. Una historia crítica, recientemente editado en Cuba. Entre los organizadores de esta actividad también están Martín Mosquera, director de la publicación Jacobin e integrante del grupo Poder Popular, y Jorgelina Matusevicius, dirigente gremial universitaria e integrante de la organización política Marabunta. Ellos dos, junto con Toussaint, formarán parte de la mesa que se completa con la presencia de Christian Castillo, docente universitario y dirigente nacional del PTS, y el economista e investigador, integrante de EDI, Claudio Katz”.
-Mandel fue un escritor muy prolífico pero con un fuerte acento en lo económico.
-Así es. Quienes tomaron la tarea de reunir sus trabajo, muchos de ellos traducidos al castellano, computan en total unos 2000 artículos y alrededor de 30 libros. La economía y la historia económica tuvieron un peso importante en su producción. A su muerte, el pakistaní Tarik Alí escribió: “Fue el economista independiente más creativo de nuestra época”. Hay un tríptico de obras fundamental para comprender su pensamiento: el Tratado de Economía Marxista, escrito en los inicios de la década del 60, que para decirlo en términos muy actuales, es una puesta en valor, por medio de una crítica científica con datos empíricos del momento, de la obra de Carlos Marx escrita en el siglo anterior. Luego El capitalismo tardío, escrito una década después y donde encuentra una explicación del largo ciclo económico que registra el capitalismo a la salida de la segunda guerra mundial con la ampliación de la acumulación y reproducción del capital, la concentración económica, el crecimiento de la productividad, el consumismo y la globalización. Y, finalmente, La crisis de 1974-1982: los hechos, su interpretación marxista, un libro donde da una explicación detallada y profunda de la crisis del capitalismo de esos años que pone fin a la onda larga de crecimiento e inicia una onda descendente que, con altibajos, dura hasta nuestros días.
-Todos esos trabajos dieron lugar a múltiples polémicas. Recuerdo una con el argentino Nahuel Moreno sobre el desarrollo de las fuerzas productivas.
-Aquella polémica con Moreno, muy dura por cierto, se dio por medio de los documentos preparatorios del décimo Congreso Mundial de la Cuarta Internacional, sobre el concepto de desarrollo de las fuerzas productivas en el ciclo largo capitalista, lo que luego derivó en diferencias en las caracterizaciones de la etapa y el tipo de partido a construir. Mandel era un polemista consuetudinario, su pensamiento estaba abierto a los mejores aportes de su tiempo, vinieran de donde vinieran. Entendía el sistema capitalista como un régimen sujeto a contradicciones y transitorio en términos históricos a la par que fue un duro crítico del stalinismo y de los llamados socialismos reales. Pero también fue un implacable crítico de quienes profesaban, y en no pocos casos profesan aún, un marxismo cerrado, con una visión ya acabada del mundo. En esa perspectiva es entendible que debatiera con personalidades destacadas como Bettelheim, Sartre y Althusser, entre otros. También es bueno recordar la polémica con Alex Nove sobre planificación y mercado en las sociedades en transición y su participación en el gran debate económico de los años 62-64 en Cuba donde apoyó las ideas del Che que polemizaba con las posiciones de encumbradas figuras del gobierno cubano de entonces.
-Mandel fue un economista muy destacado, investigador, profesor universitario, pero nunca se lo consideró un marxista académico y, por otra parte, produjo una serie de obras y textos orientados a la formación de la militancia.
-En sus trabajos hay rigor académico, eso nadie lo discute ni siquiera sus detractores, pero nunca tuvo una desviación academicista. Combinó sus trabajos económicos con obras de divulgación: Teoría leninista de la organización, ¿Qué es el Trotskismo?, Concejos obreros, control obrero y autogestión; La burocracia; Reforma de la empresa o control obrero; El porvenir del trabajo humano.
-¿Eso lo transformó en un referente del marxismo militante?
-Claro, toda su obra, por más rigurosa y académica que fuera, no es entendible sin su pasión militante. Solo así es comprensible la combinación de sus aportes teóricos, sus textos de divulgación y su actividad constructora de organizaciones marxistas y de la propia Internacional.
Su vida fue un ejemplo. Nacido en un hogar alemán, su padre fue fundador de la Liga Espartaquista con Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Según sus biógrafos, adhirió a las ideas del socialismo luego de leer Los miserables, de Víctor Hugo. A los 15 años adhirió al POS –Partido Obrero Socialista– sección belga de la Internacional. Desarrolló entonces una intensa actividad militante, fue detenido varias veces y luego deportado a Alemania. Allí se unió a la lucha contra los nazis, fue capturado y confinado en un campo de concentración hasta que lo liberaron en 1945.
Poco después fue elegido máximo responsable del POS y luego designado en la dirección de la Cuarta Internacional junto con el italiano Livio Maitán –también este año es su centenario– y el francés Pierre Frank.
En todos sus análisis está incorporado el papel en la historia de la lucha de clases. Incluso reafirmando el clasismo y la centralidad del trabajo en las sociedades capitalistas fue un adelantado al darle relevancia a los movimientos sociales. Era partidario de la noción de Rosa Luxemburgo de la democracia socialista y del protagonismo de las masas por sobre las organizaciones. Durante los años 60 fue una suerte de “best noir” para las democracias liberales. Tuvo prohibido el ingreso en EE UU, Alemania, Suiza, Francia y Australia.
En uno de esos mediodías de su estancia en Buenos Aires compartimos un almuerzo. En algún momento de la charla me dice que el “era un ultraizquierdista moderado” le dirigí una mirada interrogadora y me completó: “Firmeza en los principios y la necesaria flexibilidad táctica para aprovechar cada momento para hacer avanzar el movimiento”.
Desde entonces he hecho mía esa formulación militante, claridad en la orientación estratégica y la suficiente capacidad para comprender las cambiantes coyunturas –las relaciones de fuerza en cada momento, las contradicciones y fisuras en las clases dominantes– e intervenir políticamente en ellas.
En su prolífica actividad se cuenta la formación de generaciones de militantes en todo el mundo. En muchos casos, como el mío, una formación a distancia por la lectura de sus obras. Yo conocí tardíamente a Mandel cuando lo trajimos a Argentina un par de años antes de su muerte.
–¿Cuál sería tu balance de una figura tan importante para las ideas y la acción transformadora de nuestras sociedades?
–Era un apasionado de lo que hacía y portador de un optimismo a prueba de balas. No pocas veces fue criticado por su optimismo exagerado, que yo creo era una herencia del propio Trotski. Mandel describe como nadie el período de oro del capitalismo, de 1945 a 1975, del que afirma “fue un proceso único e irrepetible”. Pero desde entonces a hoy el mundo ha cambiado varias veces. La reestructuración del capital de las últimas décadas del siglo pasado, el auge del neoliberalismo, el ascenso de China y el sudeste asiático, la crisis de 2008, la pandemia y la guerra. Un nuevo mundo se está formateando en este período que podríamos llamar de la transición hegemónica a escala mundial. Y hay que tenerlo en cuenta para saber qué está vigente de su pensamiento y que no.
A pocos días de su fallecimiento, un grupo de compañeros y compañeras que nos sentíamos en deuda con su legado firmamos una declaración. Allí sosteníamos que “todo balance crítico de su trayectoria política debía partir del reconocimiento y el rigor de su obra y de su vida, que supo reunir, como los grandes marxistas clásicos, el compromiso intelectual con la entrega y la pasión militante por la transformación socialista de nuestras sociedades”. Sigo sosteniendo lo mismo. Ese es su legado.
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