Según se afirma en el comunicado que difundieron este martes, los ejes pasarían por el «equilibrio fiscal, una política monetaria y financiera responsable y políticas que salvaguarden a las familias argentinas (…)». En sus intervenciones los economistas del principal espacio opositor explicitaron que habrá que «equilibrar las cuentas públicas» (sin mención alguna a los intereses de la deuda, lo que necesariamente implica un fuerte ajuste del gasto primario) y «recuperar un Banco Central independiente«. Más allá de la macroeconomía, no dijeron nada de lo importante: ¿sobre quiénes recaerá el peso del ajuste?
Las implicancias que tendría la independencia plena del Banco Central son muchas y de hecho ya se observaron durante la gestión macrista. Por caso, cuando se aplicó la política de «crecimiento cero» de la base monetaria, sin tener en cuenta los impactos negativos en la actividad económica; o cuando se desreguló el manejo cambiario y se produjo un fuerte salto de la inflación. La idea de fondo es que el Banco Central no esté «preocupado» por los impactos negativos, productivos y sociales, de sus políticas.
Pareciera que están absolutamente convencidos de que lo único que se puede hacer es ajustar y esa perspectiva subyace en todas las declaraciones que efectúan. Han logrado instalar sus ideas en una importante porción de la sociedad, incluyendo a una parte de los segmentos más vulnerables.
A propósito de la manera en que se incide en la subjetividad colectiva, me interesa comentar el contenido de una nota titulada: «De Maratea al Kun, la pelea cultural que viene ganando Javier Milei«.
En una de las frases se menciona que «una nueva generación de trabajadores pobres prefiere la autonomía que da ganar la plata propia antes que la dependencia que impone el asistencialismo del Estado (…). La nueva fuerza laboral, hecha de gente que se las arregla con el emprendimiento informal de barrio y no se considera desocupada. Da la pelea». Es un buen ejemplo que alude a la tan mentada meritocracia, un concepto muy instalado por la derecha, no sólo en nuestro país.
También se hace referencia a un sindicalismo clásico «que los quiere disciplinados sin garantizarle una vida de ingresos crecientes y ascenso social». La propuesta alternativa que plantean la sintetizan en la actividad de los repartidores: «el Rappi hace su presupuesto diario, trabaja las horas necesarias y paga sus cuentas, en lugar de ponerse a exigir que le cumplan derechos opta por esforzarse para cumplírselos él mismo». No hace falta decir nada.
En síntesis, en el texto citado se tocan casi todos los temas: cuál debe ser el rol del Estado (el más mínimo posible), las características del mercado laboral (flexible y precario) y, ante todo ello, cómo debe adaptarse la ciudadanía en general (con la filosofía individualista y del sálvese quien pueda). Allí queda en evidencia el espíritu de lo que desde hace mucho se trata de instalar como subjetividad dominante, apuntando a consolidar una sociedad regresiva y fragmentada, en beneficio de unos pocos. Es el telón de fondo de lo que se disputará en las próximas elecciones.
Hace una semana, la dinámica de la coyuntura local giraba alrededor de la cotización del dólar ilegal, motivada por los intentos desestabilizadores de algunos sectores con claras aspiraciones de obtener rédito político y/o económico. Más allá de haberse contenido esta situación, el gobierno nacional sigue gestionando las dificultades que se presentan en múltiples frentes, entre ellos el externo.
Uno de los principales aspectos de la coyuntura actual tiene que ver con la sequía en el sector agropecuario que implica, entre otros problemas, un menor ingreso de divisas por exportaciones: hasta el mes de abril acumulan una caída interanual de $ 5200 millones de dólares, según lo informado por la Cámara de la Industria Aceitera.
En este sentido, las negociaciones para «desdolarizar» el comercio exterior con nuestros mayores socios comerciales continuaron esta semana. Luego del acuerdo que permitirá pagar en yuanes gran parte de las importaciones argentinas desde China, los principales funcionarios argentinos mantuvieron encuentros con sus pares brasileños en donde se planteó un mecanismo similar.
Si bien aún se encuentra en discusión, la iniciativa permitirá a las empresas importadoras argentinas pagar en pesos sus compras a los exportadores brasileños; estos últimos tendrían garantías del Tesoro de su país y/o del Banco de Desarrollo, quienes actuarían como una entidad de compensación de las monedas de ambos países.
Cabe destacar que, junto con China, Brasil constituye uno de nuestros principales socios comerciales: el 20% de nuestras importaciones provienen de este último destino. El resultado sería positivo tanto para el entramado productivo nacional que se nutre de insumos industriales brasileños, como para los exportadores del vecino país que recibirían financiamiento para sus ventas.
Resultan interesantes algunas frases vertidas en una nota periodística firmada por los funcionarios brasileños Fernando Haddad y Gabriel Galípolo, quienes, junto a otros, están negociando el acuerdo bilateral: «existe, en el sistema financiero internacional, una jerarquía para las monedas nacionales. La ubicación del dólar en la cima de esa jerarquía otorga a Estados Unidos el privilegio de emitir la moneda internacional, (…) como países emergentes o en vías de desarrollo, todos seguimos padeciendo limitaciones económicas derivadas de la fragilidad internacional de nuestras monedas».
En vistas a alcanzar un futuro más promisorio, los funcionarios resaltan que «la apertura de un proceso de integración monetaria para la región sería capaz de insertar una nueva dinámica a la consolidación del bloque económico, brindándoles a los distintos países (…) una moneda de mayor liquidez, válida para relacionarse en economías que, juntas, adquirirían más peso en el mercado global».
En tiempos en los que desde los diversos sectores de la oposición se plantea la necesidad de dolarizar la economía argentina, estas iniciativas apuntan a todo lo contrario: incrementar los márgenes de soberanía monetaria respecto a las operaciones de comercio exterior y de este modo resguardar nuestras Reservas Internacionales. Además, todas las políticas que vayan en línea con el objetivo de lograr una mayor integración regional constituyen el rumbo adecuado para el desarrollo y la soberanía de las economías latinoamericanas. «
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