La Revolución Fusiladora aún no había pergeñado el decreto 4161, que iba a prohibir la sola pronunciación de su nombre, pero Alfredo Mazzorotolo sabía que tenía que preservar a Evita, lo que de ella le quedaba, unos 800 negativos en vidrio y en celuloide. Subió a su familia al auto y partió hacia Micaela Cascallares, el pueblito del partido de Tres Arroyos donde había nacido. Y lo enterró en el campo, junto al segundo eucalipto pasando la tranquera, según pudo reconstruir, andando los años, su hija María Teresa.
«Mi papá era un tipo muy bohemio, muy creativo, un buscavidas», cuenta hoy ella, que es historiadora y curadora de una colección de fotografías que ofrecen una mirada distinta de Eva Perón: imágenes que entonces fueron «de descarte», no publicadas, y que por eso mismo capturaron escenas y gestualidades espontáneas, una naturalidad ajena al canon fotoperiodístico de la época.
Mazzorotolo estudió dibujo y electricidad por correspondencia e, igual que Eva, muy joven abandonó el pueblo para probar suerte en la gran ciudad. Fue electricista en la Marina, virtuoso acordeonista, adiestrador de perros en la Policía, extra de cine y autor de un folletín, hasta que, Teresa no sabe bien cómo, se convirtió, ya con Perón en el poder, en reportero gráfico de la editorial que publicaba los diarios oficialistas Democracia y El Líder.
«En un determinado momento pasó a ser supervisor de toda el área gráfica, y entonces pidió, a través de cartas que conservo, que lo designaran para acompañar a Evita, en las actividades en su despacho, primero en Trabajo y Previsión, después en el edificio del Correo y más tarde en lo que hoy es la Legislatura, y también en las visitas que hacía, muchas veces al interior del país, y así poder tener fotos exclusivas. Por supuesto, había otros fotógrafos en Presidencia, como Pinélides Fusco, que era muy amigo de mi papá. Lo maravilloso de las imágenes que conservó es que, justamente, no respetan el paradigma fotográfico de lo que se publicaba entonces, porque tienen alguna imperfección, un error en la expresión, en la pose, y por lo tanto son espontáneas. Es otra forma de ver a Evita.»
Durante cuatro décadas, Mazzorotolo guardó silencio, aun frente a su familia, sobre aquellas fotos que sustrajo a la furia vengativa que siguió al golpe del ’55. Hasta que en 1996, representantes de una editorial italiana rastrearon su nombre –en definitiva, había sido fotógrafo personal de Evita entre 1947 y 1952 y muchas de sus fotos habían salido en Democracia– y lo contactaron para preguntarle si existía material inédito. Y existía, claro.
«Fue una sorpresa inesperada –cuenta María Teresa–. Apareció con una caja de zapatos y la puso sobre la mesa del comedor. ‘Yo estoy medio sordo, a ver si me meten la mula’, me dijo. ‘Y guardalas vos, yo ya las tuve mucho tiempo'».
Mazzorotolo falleció dos años después. Le llevó un tiempo a Teresa decidir qué iba a hacer con esas fotos. Al fin, encaró la recuperación y la custodia de ambos legados: el de su padre y el de una Eva vista desde un ángulo diferente. Limpió, restauró y digitalizó los negativos. Y en 2001 realizó una primera muestra en el que todavía no era el Museo Evita, en la calle Lafinur.
A partir de un convenio con el Ministerio de Educación, durante la gestión de Alberto Sileoni, fragmentos de la Colección Alfredo Mazzorotolo recorrieron buena parte del país, y Teresa con ella. «Estuve en muchas escuelas y centros culturales, y en ese periplo pude aproximarme a la pasión que todavía genera la figura de Evita en tantas personas. Recuerdo un hombre, en Concordia, que apareció con una primera edición de La Razón de mi Vida y me pidió que se la autografiara. ¿Pero cómo podría yo hacer eso? Es algo muy fuerte todo lo que sigue ocurriendo, después de medio siglo, alrededor de Eva».
Cuenta Teresa que exhibirá las fotos en Bruselas, en diciembre, en tándem con un festival de tango que organizan unos argentinos residentes en Bélgica. Todo lo hace ella, a pulmón. Durante el gobierno anterior, pudo mostrarlas hasta en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Al actual, dice, Eva Perón no le interesa. «
ANIVERSARIO
El viernes 26 de julio se cumplirán 67 años de la muerte de Eva Perón. El legislador porteño Claudio Heredia presentó un proyecto de ley para declarar Patrimonio Histórico Cultural la Marcha de las Antorchas que se realiza cada año para conmemorarla.