Investigadores del Conicet y de tres universidades nacionales detectaron en un estudio de laboratorio que el glifosato y el glufosinato de amonio –dos de los herbicidas más usados en el agronegocio– se mezclan fácilmente en el ambiente, generando una nueva sustancia contaminante. El combo resultante produce alteración hormonal y daño genético, antesala de patologías asociadas al cáncer.

El glifosato y el glufosinato de amonio se encuentran juntos en el ambiente, aunque poco se sabe de la interacción de estos compuestos químicos. El segundo de ellos, prohibido en la Unión Europea, es cada vez más utilizado en nuestro país, sobre todo a partir de la aprobación del trigo transgénico, el HB4 desarrollado por Bioceres. El glifosato sigue siendo el herbicida pilar del modelo de monocultivo desde que Felipe Solá, entonces secretario de Agricultura de Menem, autorizara su ingreso a la Argentina en 1996 en un trámite exprés basado en estudios de inocuidad presentados por la multinacional Monsanto, encargada de su comercialización.

Dedicado a la memoria de Carlos Vicente –referente de la lucha por las semillas libres y la agroecología, creador de la ONG Acción por la Biodiversidad, fallecido el 14 de marzo de este año–, el trabajo de investigación llevado a cabo por diez docentes y científicos argentinos, titulado “Evaluación comparativa de la toxicidad crónica individual y mixta del glifosato y el glufosinato de amonio en renacuajos de anfibios: un enfoque de múltiples biomarcadores”, cuestiona la aprobación de los eventos transgénicos y sus consecuencias en el medio ambiente y en la salud de la población.

El objetivo fue evaluar la ecotoxicidad de las mezclas de glifosato y glufosinato de amonio y el impacto potencial de la mezcla en la salud de los ecosistemas acuáticos. Para ello, los investigadores expusieron a renacuajos durante cuarenta y cinco (45) días a esas sustancias en dosis subletales (esto es, de bajas concentraciones) a las que pueden estar expuestas en su ambiente natural. Los resultados, publicados en la revista científica Chemosphere, probaron que el glufosinato de amonio provocó una mayor tasa de malformaciones, así como mayor daño genético y alteraciones en los niveles de la hormona T4.

Los anfibios son utilizados porque sus organismos presentan un desarrollo embrional similar al de los vertebrados, incluidos los humanos. “Este estudio tiene relación con el trabajo que venimos realizando desde hace 25 años sobre los efectos de los agroquímicos sobre la fauna silvestre. Particularmente, nos hemos dedicado a analizar los herbicidas que son los que más se encuentran contaminando suelos, agua, aguas subterráneas; de hecho, hasta en el aire hay rastros contaminantes de agroquímicos”, explica el científico Rafael Lajmanovich a Tiempo.

Profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral e investigador del Conicet, Lajmanovich señala que “si bien el herbicida de mayor uso, el prioritario y el que más contamina sigue siendo el glifosato, desde 2013 venimos estudiando el glufosinato de amonio, sospechando que su uso se incrementaría, particularmente por la resistencia de determinadas malezas al glifosato», destaca.

«Aunque esté prohibido en Europa, eso acá pareciera no importar demasiado. Lo que había hasta ahora eran estudios comparativos de bibliografía, pero eran trabajos que los comparaban en forma separada, lo que hicimos nosotros fue comparar la acción en conjunto”, agrega el investigador que desde 1998 analiza el impacto de los agrotóxicos sobre la fauna silvestre.

Anomalías y teratogénesis

Lajmanovich indica que no solo corroboraron que el glufosinato de amonio es mucho más tóxico que el glifosato sino que además actúan en forma sinérgica, formando un nuevo compuesto a través de la unión de sus moléculas que podría ser aún más tóxico que el resultante de cada herbicida por separado.  

Germán Lener, investigador del Conicet y de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), es otro de los participantes del informe interdisciplinario y uno de los responsables de analizar la posibilidad de la unión de estas moléculas en el ambient: “Esta mezcla nueva que libera energía da lugar a un nuevo contaminante que puede formar puntos de alta concentración de pesticidas en sistemas acuáticos”. El trabajo alerta: las altas tasas de anomalías morfológicas en las primeras etapas de todos los tratamientos con herbicidas indican que GBH (glifosato) y GABH (glufosinato de amonio) son teratogénicos para los anfibios.

En sus conclusiones advierte que “se necesita poner un alto urgente a la aprobación continua de cultivos transgénicos resistentes a herbicidas, como el glufosinato de amonio, que carecen de evaluaciones bioéticas y avales científicos multidiscipinarios”.

Mientras se siguen sumando evidencias científicas de la toxicidad de los plaguicidas utilizados a gran escala (días atrás este diario publicó el informe sobre la incidencia de la actividad agroindustrial y la calidad del agua respecto del aumento de cáncer en la zona centro del país, y otro sobre la contaminación en el Río Salado en Santa Fe) desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) reconocen el aumento exponencial de los productos químicos registrados en el SENASA: en la actualidad son 5387, mayoritariamente herbicidas (el 43%) seguido por insecticidas y funguicidas. Para tomar dimensión, el informe advierte que “Argentina cuenta con treinta y seis millones de hectáreas cultivadas que requieren 230 millones de litros de herbicidas y 350 millones de litros de otros productos fito-sanitarios”.