Tras la noche neoliberal, El Hogar Obrero renace construyendo viviendas

Por: Alberto López Girondo

Con 113 años de historia, fue la gran cooperativa argentina de edificación, consumo y crédito. Concursada por un cuarto de siglo, recupera su impronta con lo que fue su primera actividad.

El Hogar Obrero es como el Ave Fénix. Cuando muchos creen que en algún momento se había esfumado, viene remontando vuelo nuevamente con lo que fue su primera actividad como cooperativa, la construcción de viviendas. Y luce edificios que mantienen un criterio que, al decir de su actual presidenta, Adriana Kreiman, resulta muy adecuado e incluso adelantado para estos tiempos de pandemia. “Son viviendas que se destacan por la iluminación y la ventilación natural, los espacios verdes comunes para los habitantes del edificio, la amplitud de los ambientes”. La historia de El Hogar Obrero (EHO) es todo un símbolo de un modelo de país que creció, se desarrolló y en los ‘90 se estrelló contra el neoliberalismo. Pero insiste en la misión de “ser uno de los actores principales en el ámbito de la economía social, acompañando al movimiento cooperativo en su camino hacia un mundo justo”.

Fundada el 30 de julio de 1905 como cooperativa de consumo, edificación y crédito por personajes destacados de la política argentina –como Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Ángel M. Giménez, Enrique Dickmann, Domingo de Armas, Manuel T. López, José P. Baliño y otro puñado de militantes socialistas–, recibió la matrícula de inscripción número 1. Casi que EHO obligó a la creación del Registro de Cooperativas. Pero no solo eso. “Durante muchos años, y por su vinculación con el Partido Socialista, dio origen a toda la legislación sobre cooperativismo del país”.

Los más grandes lo recuerdan como un gigante capaz de erigir edificios emblemáticos y que llegó a tener supermercados diseminados por todo el país con productos de marca propia, Coop, fabricados en plantas propias o con productoras asociadas. Que financiaba las ventas a través del banco Roca Cooperativo y que hasta ofrecía servicios de seguros y con las primeras tarjetas magnéticas.



Pero también tienen en la memoria el concurso de acreedores que obligó a desprenderse de muchas de las propiedades para pagar las deudas en los primeros años del menemismo. Ese proceso judicial terminó recién en 2012, cuando pudo retomar su senda original. Pero para el común de los argentinos, concurso es sinónimo de quiebra y, por lo tanto, la institución había sido liquidada.

Las primeras construcciones se iniciaron hacia 1907, con casas particulares de asociados mediante créditos hipotecarios, hasta que en 1913 se levantó la primera vivienda colectiva de Martín García y Bolívar, en el barrio porteño de Barracas. Desde entonces se sucedieron varios complejos, como el de Villa Ortúzar, el de Rivadavia al 5100, los de Villa Lugano, Villa del Parque y la localidad bonaerense de Tapiales.  Según Alberto Berretta, director de Relaciones Institucionales, EHO lleva construidas más de 5000 unidades de viviendas.

“Gran parte fue para adjudicar a los asociados a través de alquiler social –recuerda Berretta–. Era un alquiler bajo y con requisitos muy laxos. En general, los asociados vivían allí toda su vida y muchos servicios, como la calefacción central o el lavadero, los prestaba la cooperativa sin incluirlos en las expensas o a muy bajo costo. También por lo general en cada uno de estos complejos de vivienda se construía un local dedicado a servicio de consumo y oficinas de servicios de crédito, seguros o farmacia”.

En la actualidad, en esta nueva etapa, se inauguró en 2015 un edificio en Paso del Rey, con 150 viviendas, construido luego de que EHO recuperara el control de sus actividades tras la intervención judicial, algo que ocurrió recién en 2005, tras casi un cuarto de siglo de concurso. Otro edificio reciente es el Antonio José Cartañá –en homenaje a otro militante del socialismo, que fue el primer ombudsman porteño–, ubicado en el barrio de Boedo.




Y hay otros en construcción. Uno en la calle Humberto Primo al 3200, otro en Raulet 30 y dos proyectos en la localidad bonaerense de Morón, en un predio de la ex Base Aérea donde ya hay unas 600 viviendas del plan Procrear.

“Al lado van a estar las nuestras, que son 90”, señala Kreiman, la primera mujer que preside El Hogar Obrero en sus 113 años de historia. Se trata de un proyecto en conjunto con el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) y el Ministerio de Desarrollo Territorial y Habitat, realizado mediante un fideicomiso con el municipio de Morón, que recibió el nombre de Mario Cafiero, en honor al recientemente fallecido titular de INAES. 



Consumo comunitario, a precios populares y con «marcas propias» de calidad

Como entidad de consumo comunitario, El Hogar Obrero se inició con despacho y distribución de pedidos en el domicilio de los asociados desde el local ubicado en la planta baja del edificio de Martín García y Bolívar, frente al Parque Lezama. Unos años más tarde se agregaron servicios de zapatería, perfumería, librería, sombrerería –una necesidad de la época– y sastrería.

La combinación de precios accesibles y productos de calidad implicó dos acciones paralelas. Una característica es que los edificios colectivos tienen en planta baja locales comerciales. Y en ellos florecieron sedes del supermercado Supercoop, que llegó a tener 300 sucursales en todo el país al mismo tiempo, promoviendo un sistema de comercialización muy común en otros países del mundo, como es la venta de productos con marca propia. La diferencia era que se trataba de mercadería elaborada en plantas también propias o asociadas en la cadena productiva.

Esta estrategia implicó la apertura de “plantas para elaborar, envasar y fraccionar pastas, granjas, plantas para la participación en el procesado del tomate en el Valle Inferior del Río Negro, otras faenadoras de aves, cerdos y frigoríficos de carnes rojas”, según destaca la historia oficial de EHO.




Para 1988, contaba con 1.750.000 asociados, 12 mil empleados y 3 millones de usuarios. En los locales de Supercoop se comercializaba el 30% del consumo de los argentinos. Este crecimiento notable fue consolidado mediante fondos de los asociados y a través de su caja de ahorros. Para Juan B. Justo, no estaba mal que se considerara a EHO como un “banco obrero”. Con la ley de entidades financieras de la dictadura militar, todas las cajas y mutuales debieron convertirse. En ese escenario nació el Roca.

Fue la era de oro de EHO. A los emprendimientos diseminados por gran parte del territorio, le sumaba un salto hacia el futuro con el proyecto de construcción de los primeros shopping, en el viejo Mercado de Abasto y el Spinetto.

Las sucesivas crisis económicas pudieron ser capeadas por EHO. Pero la hiperinflación fue un golpe casi letal. Y el tiro de gracia fue el primer corralito de la historia argentina, el Plan Bonex, instaurado el Día de los Inocentes de 1989. “Había que adherir a una circular del Banco Central para entregar bonos en lugar del dinero depositado. Pero el Banco Cooperativo Roca no había adherido y devolvía pesos, lo que en esa situación generó una fuerte corrida. Todo el mundo quería sacar el dinero”, afirma Kreiman. Eso provocó una crisis de liquidez y la entidad no pudo hacer frente a los compromisos.

“Hubiera podido salir de esa crisis si no hubiera existido una política de destrucción de la cooperativa”, lamenta la presidenta de EHO. Es que semejante volumen de consumo canalizado mediante una cadena que, además, por contar con producción propia y espíritu cooperativo, cumplía una función reguladora del mercado, era una mala competencia para los halcones del neoliberalismo que se extendían por todo el planeta en esa noche oscura del neoliberalismo. El Roca terminó absorbido por el Almafuerte, que terminaría disuelto en 1998 en otra de las recurrentes crisis argentinas.

El resultado: ahora el 90% del consumo se lo llevan cinco cadenas, cuatro de ellas extranjeras. Y las marcas propias que se ofrecen en las góndolas son productos de plantas que trabajan a façon y sometidas a su poder de compra, sin poder fijar precios justos para su producción. Una combinación perjudicial para el ciudadano de a pie. 

Productos Coop, un activo intangible

EHO celebra haber podido mantener la marca Coop como un activo intangible en el marco del concurso de acreedores. Desde 2014, la marca es utilizada mediante un acuerdo con la Cooperativa Obrera de Vivienda y Consumo de Bahía Blanca, que la aplica en productos electrodomésticos (como la cafetera de la fotografía) elaborados en su mayoría por empresas nacionales.

Desde 2016, la marca también es comercializada por la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo (CCFACC), que tiene como objetivo, destaca EHO, “la administración de un sistema de compras en común para las cooperativas y mutuales de consumo”.  

En sus primeros años como proveedora, las mercaderías que se ofrecían a los asociados eran provistas por cooperativas extranjeras. El objetivo era garantizar pureza de origen, máxima seguridad, higiene, garantía de precios accesibles. Pero al calor de políticas de sustitución de importaciones, y con esos mismos objetivos, se desarrolló un puñado de sociedades anónimas industriales propiedad de EHO. La lista incluye a Penta, Fridevi, Huinca Renancó, Minguillón, Sapra, Crainsa, Rochdale, Procecoop, Lácteos del Plata, Hasindal y Procesadora Río Negro. 

Una muestra clara del potencial que había alcanzado y al que, por ahora, indica Kreiman, no se plantean regresar. “Sabemos que nos tenemos que diversificar porque la construcción es un proceso muy lento. Pero hoy es otra época, está lo virtual, las aplicaciones. La gente consume de otra forma”.«

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