Estudiantes y graduados cuentan cómo es pasar la noche en la institución, la convivencia entre los grupos y la organización frente a los ataques que recibieron.
Mientras que continuaron con la asistencia a las cursadas y a sus lugares de trabajos, alumnos y docentes se las arreglaron para realizar actividades durante el día, pasar las noches en la institución y asegurar el bienestar de la comunidad.
“Fui todos los días a la Universidad pero sólo me quedé una noche por cuestiones laborales. El primer día me llevé las cosas para trabajar desde allá y participar de las asambleas que se hicieron. Los siguientes días fui desde las 17 hs hasta las dos de la mañana para ayudar en lo que se necesitaba: que todos se alimenten, chequear si faltaba algo o realizar actividades para quienes participaban en la toma”, cuenta Anabella Enríquez, estudiante de la Licenciatura en Artes Digitales, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
A lo largo de la semana, los y las estudiantes –de agrupaciones o autoconvocados– se organizaron en comisiones para llevar adelante distintas tareas y actividades. Por ejemplo, la comisión de cultura realizó la primera noche la bandera que dicta la consigna “UNQ tomada”, a la vez que organizó un ciclo de películas, como Puán y ¿Cómo ganar plata?, que se proyectaron en aulas y en distintos espacios de la Universidad. Asimismo, también se creó la comisión de seguridad que consistía en realizar guardias nocturnas y tomar nota de quiénes se quedaban a dormir en el establecimiento.
“La idea era saber quiénes estábamos. Si bien la UNQ es grande, nos conocemos todos, entonces no queríamos que hubiera infiltrados que generaran provocaciones en la comunidad que estaba llevando adelante una toma que se votó de manera democrática”, cuenta Agustín Ormazábal, docente y graduado como doctor en Ciencia y Tecnología de la UNQ. Y continúa: “Me quedé a dormir de lunes a miércoles. Para la guardia, nos organizamos en grupos de seis y ocho personas e íbamos rotando de horario. Por ejemplo, un día me tocó de 12 a 2 de la mañana y otro de 6 a 8”.
Las guardias fueron esenciales para garantizar el cuidado y la integridad física de quienes se quedaron a dormir todas las noches. El hecho de que la toma haya iniciado con el ataque con gas pimienta a la comunidad universitaria por parte de un grupo libertario hizo que se despertaran las alertas. Durante los días y las noches se veía a estudiantes que observaban a quienes entraban y salían de la universidad, si se los conocía, con quiénes asistían y qué elementos traían. Un estado de alerta que tuvo su justificativo las noches siguientes.
Los testimonios cuentan que en la madrugada del martes una persona en moto sin patente quiso ingresar a la universidad en dos oportunidades: a la una y a las tres de la mañana. El pretexto era que la universidad es pública. “Entiendo que es pública y entra el que quiere, pero era un horario rarísimo y nadie lo conocía. Entre las guardias nuestras y las de la Universidad se logró que se vaya”, comenta Ormazábal. Durante una asamblea que se realizó el miércoles, otro grupo también quiso ingresar pero desistió.
“Es un clima raro y tenso. Hay personas que están deambulando durante el día, que uno no identifica, que van con la cara un poco tapada y sacan fotos. Se podría decir que somos un barrio pequeño, acá nos conocemos o nos tenemos de vista todos”, detalla.
En la toma en defensa de la universidad pública participa gran parte de la comunidad y para muchos es su primera toma y también su primer ataque por parte de un grupo. “Nunca me imaginé que alguien iba a tirar gas pimienta. Escuché gritos y al toque empecé a sentir el picor de la garganta y a toser. Con un compañero vimos a un grupo de señoras que estaban algo perdidas y las ayudamos a evacuar. Es un nivel de violencia al que no estamos acostumbrados y no hay que acostumbrarse tampoco”, relata Luciano Palma, graduado de la Tecnicatura en Creación Musical de la UNQ y estudiante autoconvocado, a la Agencia.
Mientras el SAME atendía a los afectados y la policía junto con la guardia de la UNQ evitaba el reingreso del grupo libertario, los estudiantes retomaron la asamblea de manera pacífica y votaron la toma de la Universidad. “Nunca había transitado una toma universitaria ni una situación de tener que garantizar la seguridad, el bienestar y la convivencia de tanta gente en común. No sé cómo poner en palabras las emociones que se despiertan en el cuerpo”, explica Enríquez.
Y continúa: “Estuvimos durante toda la semana emocionados, enojados, reflexivos y abiertos al diálogo constructivo. Se logró una hermandad muy grande entre agrupaciones estudiantiles, que piensan muy distinto en algunos puntos pero que lo dejaron de lado, departamentos y con la Escuela Universitaria de Artes. Estábamos todos en la misma: ‘¿cómo te ayudo? ¿qué necesitas? ¿tenés un aislante? ¿querés un mate? ¿comiste bien? ¿cómo gestionamos esto para que no quede solamente acá?’”.
Damián Flores, estudiante autoconvocado de la Licenciatura en Biotecnología, narra ante la Agencia: “Se generó una comunidad muy linda con un amor desinteresado. Se buscó poder alimentar a todos, que se diviertan y que cada uno esté dispuesto a ayudar. De hecho, hubo un día que se acercó un amigo que no pudo venir a la toma y trajo una bolsa con galletitas, café, mate cocido”.
Cuando ocurrió el ataque con gas pimienta, se vio a docentes buscando a sus alumnos para chequear si estaban bien y a los estudiantes consultando a sus profesores cómo podían ayudarlos. De un momento a otro, los rangos se borraron y se puso en primer lugar el bienestar de la comunidad.
“En la asamblea y durante todos estos días vi a mis alumnos y becarios luchando por la universidad pública. Sentí que seguían un camino que recorrí yo siendo estudiante y ahora me toca desde el lugar de docente e investigador. Eso me emociona y me llena de orgullo. Y todos seguimos una lucha que comenzaron generaciones pasadas”, mira en retrospectiva Ormazabal.
Durante la noche se realizaba una olla popular en la que estudiantes y docentes, que luego comparten el espacio áulico, trabajaban a la par cortando verduras y frutas. Otros alumnos diagramaron con docentes actividades abiertas y públicas para la comunidad. Flores y Palma rememoran el hecho de sacar los pupitres a las calles para ayudar a sus docentes y realizar las clases públicas, organizar las asambleas junto con las agrupaciones y estar en contacto entre todos para que la toma funcione de manera colaborativa y ordenada.
Los reclamos se extienden cada día: los docentes y nodocentes cobran salarios por debajo de la línea de la pobreza, los científicos no cobran becas para poder continuar con sus investigaciones, algunos alumnos dejaron de percibir la beca Progresar y a otros se les hace imposible pagar el boleto y la comida. La toma de la universidad, según cuentan los testimonios, es uno de los primeros pasos junto con los paros y las marchas para continuar en la defensa de la universidad pública en general y de la UNQ, en particular.
*Artículo elaborado por Luciana Mazzini Puga para la Agencia de Noticias de la UNQ.
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