¿Sólo se aprende para aprobar o se aprende porque la escuela transmite algo interesante que vale la pena aprender?

Por: Graciela Favilli

Artículo de opinión de la docente de la UBA y licenciada en Educación sobre la discusión de los últimos días acerca del proyecto del gobierno bonaerense que propone una reforma de la evaluación en la secundaria.

Nuevamente se ha instalado en los medios el debate sobre en tema de la evaluación y la repitencia. En esta ocasión debido a las modificaciones que la Provincia de Buenos Aires ha puesto a debatir sobre el Régimen Académico de la escuela secundaria.

Cabe aclarar que la Ciudad de Buenos Aires modificó el año pasado su Régimen Académico, pero no salió en los medios.

También cabe aclarar que durante todo el año pasado la Dirección de Secundaria de la PBA puso en marcha un dispositivo de consulta y formación sobre el tema con las escuelas, directivos, docentes y estudiantes que son los directamente involucrados.

Este texto está pensado para ofrecer algunas ideas sencillas sobre la evaluación, la calificación y la repitencia, que puedan ser un aporte para discutir con docentes, familias, estudiantes, que son las y los destinatarios de nuestras acciones.

¿La evaluación es un fin en sí mismo o un medio para?

El lugar de la evaluación en la escuela secundaria viene siendo discutido hace muchísimos años. No es novedad y está arraigado en el sentido común que si no se evalúa las y los estudiantes no tendrán ningún interés en aprender.

Puede ser perfectamente que un/a adolescente hoy no tenga demasiado interés en los contenidos que le ofrece la escuela, pero también es cierto que muchas y muchos docentes logran que los temas que se incluyen en sus materias conquisten el interés de sus estudiantes. Problematizar los contenidos que se enseñan hoy en la escuela es una tarea válida, necesaria y compleja para resolver.

Pero la pregunta que cabe sobre la evaluación es: ¿Sólo se aprende para aprobar o se aprende porque lo que la escuela transmite es algo interesante que vale la pena aprender? ¿Es la evaluación la que debe cumplir esa función de gran zanahoria a la que se debe llegar? ¿Nos conformamos con pensar que el aplazo, la repitencia, el bochazo actúan como la amenaza de castigo por la cual nuestras y nuestros jóvenes se esforzarán en aprender eso que consideramos central para su inclusión en la sociedad, el mundo, el trabajo, la vida en común? ¿Puede la evaluación cumplir una función distinta de ser solamente el control externo del aprendizaje?

Pensar la evaluación poniéndola en un lugar de análisis, valoración y mejora, tomándola como un instrumento, un medio que nos permita ver cómo mejorar la enseñanza y los aprendizajes y no como un elemento de control y castigo es un desafío pendiente.

Esta idea de evaluación para la mejora atañe tanto a la enseñanza como al aprendizaje.

Para la enseñanza implica el desafío de pensar qué es lo que no se logró aprender y por qué. Qué contenidos hay que intensificar, volver a enseñar y profundizar. Cómo lograr a través de distintas estrategias o modos de llegada que todos los chicos y las chicas logren acceder a ellos. Para ello, los espacios de intensificación de la enseñanza, las propuestas específicas, otras u otros docentes trabajando conjuntamente nuevas planificaciones, son algunas de las acciones que pueden colaborar. La institución en su conjunto pensando cómo ofrecer más oportunidades para que todas y todos aprendan.

Desde el punto de vista de los aprendizajes, este modo de evaluar ofrece la posibilidad, por un lado, que se valore lo que sí se logró. Cuántos estudiantes abandonan al ver que repiten un año teniendo que volver a cursar todas las materias, aun aquellas en las que sí pudieron aprobar y lograr los objetivos que se les propusieron.

Una oferta institucional de más espacios, más horas en la escuela, implicará que, si no logró lo que debía, tendrá que hacer mayores esfuerzos, dedicar más tiempos al estudio para poder lograrlo.

No se trata de facilismos, se trata de ofrecer las oportunidades para que todos y todas aprendan. Y esto implica un doble compromiso: desde la escuela, confiando en que podrá brindar distintas estrategias; y desde las y los estudiantes, en dedicar más tiempos, más esfuerzos, para aprender aquello que deben aprender.

¿Qué aporta la calificación numérica y cuáles son sus límites?

La calificación es una convención arraigada con mucha historia, que todo el mundo entiende y que es un resumen para dar cuenta de lo logrado y lo no logrado. La nota numérica es un modo de expresar ese complejo proceso que viven cotidianamente en la escuela docentes y estudiantes. Oculta y omite una rica información que creemos puede aportar de verdad a mejorar.

Al leer las evaluaciones de sus estudiantes, las y los docentes identifican y analizan lo que consideran que han aprendido y lo que no, interpretan lo que hicieron y por qué, formulan hipótesis sobre los errores y sobre las ausencias, y las ponen en perspectiva respecto del procesos de cada cual y de su propuesta de enseñanza.

Sin embargo, todo ese saber e información producidos por el/la docente no se comunica al/a estudiante. Sólo aparece un número con, en el mejor de los casos, algún breve comentario.

Completar la calificación numérica (sin dejarla de lado) permitiría poner en palabras lo que falta, lo que se logró y lo que no, aquello en lo que se debe seguir trabajando y poniendo esfuerzo.

Hay números que son elocuentes, el 10 y el 2 expresan muy claramente que, en el primer caso, se logró todo lo esperado (o por lo menos se logró superar la situación de evaluación) y el 2 que no se logró prácticamente nada. En el medio los grises, esos números que dicen que hay un más o menos, pero que no logran traducir qué sí y qué no, que está y que falta.

Las propuestas de instrumentos de devolución cualitativos, descriptivos de lo hecho y lo pendiente, son una interesante herramienta complementaria de la calificación numérica y que puede constituirse en una interesante “hoja de ruta” de cómo seguir, qué falta, qué se debe intensificar en la enseñanza, y qué profundizar en los aprendizajes.

Se pueden constituir en una especie de “contrato” entre docentes y estudiantes de los pendientes para guiar el trabajo que falta por hacer.

¿Colabora la repitencia a aprender lo que se debe aprender en la secundaria?

La escuela tal como la conocemos tiene más de 100 años. Casi nada de lo que conocemos sigue igual que en ese momento; sólo la escuela, que realmente ha cambiado bastante poco. Las teorías del aprendizaje sostenían que los sujetos éramos tabulas rasas, hojas en blanco a las que se nos debía imprimir (la letra con sangre entra) aquello que debíamos aprender.

La repitencia es parte de ese modelo y se basa en lo que en ese momento se sabía y se pensaba. Tiene, en principio, una doble explicación. Por un lado, esa idea de hoja en blanco: si no aprendiste, no aprendiste nada así que tenés que volver a hacer todo de nuevo. Por otro lado, la repitencia tuvo y tiene un efecto disciplinador, de castigo: si no aprobás repetís, perdés el año, te atrasás. Esto además implica la suposición de que no aprender es siempre culpa de quien no aprende porque no hizo todo lo que debía.

Hoy sabemos mucho mas sobre los aprendizajes, muchas investigaciones nos enseñan lo complejo que es aprender y por tanto enseñar.

Una de las injusticias de la repitencia en la escuela secundaria con su organización centenaria, es que la enseñanza se “divide” en 13 o 10 materias, con diferentes profesores, programas, modos de hacer las cosas y formas de evaluar.

Un/a estudiante puede perfectamente aprender y aprobar 6 o 7 materias, con buenas notas y sin embargo tener que recursar las 10 o 13 materias, sin importar las que haya aprobado. ¡No parece haber nada más injusto!

Si lo pensáramos en términos de esfuerzos, un/a estudiante que no aprobó ninguna materia, o solo 1 y otro que aprobó 7 quedan en la mismísima situación de tener que recursar todas las materias.

Muchas veces un profesor ni se entera de por qué repitió un/a estudiante. Es muy posible que con el/la haya tenido buenas “calificaciones” y al año siguiente lo vuelve a encontrar.

¿Qué se logra con esto? Ese/a docente de las materias que aprobó, ¿qué hace? ¿qué le enseña? ¿cómo le hace trabajar? ¿qué propuesta le hace?

Ese/a estudiante, ¿qué siente al tener que ver las “figuritas repetidas” de todo lo que ya sabe? El desánimo, el aburrimiento, la sensación de injusticia y de pérdida de tiempo. ¿No sería mejor, más útil que ese tiempo lo estuviera utilizando en aprender algo nuevo como continuar con las materias que le faltan?

La aprobación por materias que se utiliza en algunas experiencias de nuestro país (escuelas de reingreso en CABA, por ejemplo) en muchos países del mundo (Noruega, Japón) y en los niveles superiores permite eso: lo que se sabe, ya se sabe; lo que no, se vuelve a cursar.

Obviamente, para ello hay que pensar también nuevos modos de enseñar. Es probable que ese/a estudiante que no logró aprender en los cronogramas escolares establecidos, necesite más tiempos para aprender, otros modos, más apoyos. Incluir como parte de la oferta de las escuelas propuestas de intensificación de la enseñanza, más espacios para aprender. Eso podría ser un camino.

La repitencia como castigo ya la probamos y no funciona, pensemos otras opciones.

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