El salario en el epicentro del conflicto universitario: docentes con diez años de antigüedad cobran $ 200.000

Por: David Nudelman

Historias de profesoras y profesores que dedican su tiempo a las facultades a cambio de sueldos que en la mayoría de los casos no superan la línea de la pobreza. De las tareas ad honorem a la necesidad de sumar otros laburos. Una crónica indispensables para estos tiempos de desinformación.

Lucía se recibió en 2011 de licenciada en ciencias biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas. Comenzó su carrera docente en un programa de extensión de Educación en Cárceles. Desde 2016 da clases de Biología Celular en el Ciclo Básico Común (CBC). Ese mismo año se recibió de doctora en química biológica por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Más adelante concluyó un posdoctorado en genética del Aedes aegypti, el mosquito que transmite el dengue. Fueron 14 años continuos de formación entre la carrera, el doctorado y el posdoctorado, todo en tiempo y forma. Por dar clases en el CBC cobró el último mes $200.000. Tiene un cargo de ayudante de primera con dedicación simple (10 horas semanales). “Cobro eso porque incluye la antigüedad y el adicional por el doctorado”, aclara como si fuera mucho.

Este año el movimiento universitario irrumpió con fuerza en la escena política. Pero desde el 23 de abril, cuando millones de personas se movilizaron en todo el país ante la amenaza de cierre de las universidades nacionales, hay un reclamo que no ha cesado: el de docentes y no docentes que piden por la recomposición salarial. 

Docentes pobres

Los docentes recibieron 90,4% de aumento desde que asumió el gobierno de Javier Milei hasta septiembre. En el mismo período, la inflación ascendió a 152,9%. Pero el porcentaje de aumento, insuficiente a la vista, no explica el problema de fondo, y es que los salarios del sector se encuentran por debajo de la línea de pobreza. En algunos casos, por debajo de la de indigencia. Los gremios denunciaron que estos aumentos fueron otorgados unilateralmente por la cartera educativa sin discusión alguna en negociaciones paritarias. 

Pedro es licenciado y doctor en física. Se especializó en astrofísica y su tesis doctoral se tituló «Formación de galaxias: modelos de la materia oscura y la física bariónica». Desde hace un año y medio hace un posdoctorado. Tiene dos cargos en la UBA: dicta Cosmología en la Facultad de Ciencias Exactas y Análisis Matemático 2 en Ingeniería. Cobra $250.000 por los dos cargos. “Mi sueldo como docente cayó, pero los compensé con una beca posdoctoral, que me implica mucho más laburo”, aclara Pedro. 

Pedro.
Foto: Gentileza

Son muchos los docentes que pueden llegar a fin de mes únicamente gracias al ingreso de una beca de investigación. Y viceversa, muchos investigadores que buscan en la docencia un refuerzo para sus salarios, también afectados por el ajuste en el Estado. 

-¿Cuál es la situación que ves entre tus colegas?

-Mi trabajo principal es en el Conicet. Ahí a todo el mundo se le depreció su salario, pero hay dos realidades distintas entre quienes dan clases y quienes no. Porque si bien los que dan clases pueden ganar un poco más, también suelen estar mucho más explotados. Dar clases hoy implica mucho más laburo, porque hay menos docentes por curso.

Cargos y cargas

El cargo que tienen Lucía y Pedro es el más extendido en la UBA. Según el último censo de la UBA, un 76,9% de la docencia tiene un cargo de auxiliar. Esta categoría agrupa a los ayudantes de primera, de segunda y a los jefes de trabajos prácticos. Es el docente que está al frente de la comisión, prepara clases, corrige exámenes y continúa su formación para brindar contenido actualizado y de calidad. Un ayudante de primera con dedicación simple, con hasta cinco años de antigüedad, cobró de bolsillo en septiembre 128.000 pesos.

Un docente con dedicación simple puede tener hasta un máximo de cinco cargos: esto implicaría un salario máximo de 640.000 de pesos por 50 horas semanales. Un empleado de comercio, por ejemplo, un cajero que recién ingresa, cobra $837.877 bruto por 48 horas semanales. Según las últimas estimaciones del Indec, una familia de cuatro integrantes necesitó 964.620 pesos en septiembre para no ser pobre.

Lucía.
Foto: Gentileza

El martes pasado, Lucía dio una clase pública en la puerta del pabellón del CBC Paternal. Les avisó antes a los estudiantes la modalidad por si alguno prefería faltar: “vinieron muchísimos. Desde el primer día hablamos con ellos de nuestra situación salarial y del presupuesto, nunca tuvimos una respuesta negativa o agresiva”.

Antes de arrancar, hablaron sobre las afirmaciones del gobierno acerca de que a la universidad pública van los ricos: «una chica contó que ella era la primera en su familia en acceder a la universidad. Frente a la consulta de si había más personas en esa situación, muchos levantaron la mano. Por supuesto que hay muchos otros que no llegan. Pero eso solo se profundizará en este cuadro de ajuste. Para que acuda más gente, lo primero es que sea pública y gratuita”.

Dedicación exclusiva por menos de 800 mil pesos

Priscila da clases de Inmunología de los Procesos Infecciosos y Parasitología Superior en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Es docente desde 2013, se recibió de licenciada en Ciencias Biológicas de Exactas y se doctoró en la de Farmacia y Bioquímica. Tiene un cargo de ayudante de primera interina con dedicación exclusiva, con una carga horaria de 40 horas semanales. Su último sueldo neto fue de $791.449 pesos. Una docente con dedicación exclusiva sólo puede tener otro cargo, pero de dedicación simple, 10 horas semanales más.

–¿Tuviste que hacer algo en este último tiempo para paliar la caída del salario? 

–Por ahora estoy usando mis ahorros para llegar a fin de mes. Si esto se prolonga, es muy probable que tenga que buscar otro empleo. Estoy esperando el alta para el ingreso a la carrera como investigadora del Conicet que me salió el año pasado, pero dada la escasa voluntad del gobierno por cumplir la ley, es muy probable que no salga. Somos cientos los que esperamos que se cumpla con lo prometido. Queremos hacer ciencia y docencia de calidad en el Estado, no irnos del país o terminar trabajando para una transnacional que vive de los recursos materiales y culturales de la Argentina.

Priscila.
Foto: Gentileza

Por el honor

Mariana dicta clases en la materia Historia de los Sistemas Económicos de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es docente desde 2007. “El último mes cobré $188.000 porque tengo bastante antigüedad”, expone.

Empezó como ayudante alumna: «mi nombramiento fue en 2009, pero no cobré salario desde esa época porque fui ad honorem mucho tiempo”. 

Bajo el eufemismo del trabajo ad honorem muchos docentes se desempeñan gratis hasta que la cátedra consigue una renta para ese cargo, pero a veces esa retribución nunca llega. En muchas facultades de la UBA la enseñanza se sostiene gracias a estos docentes que no perciben un sueldo, no tienen ART ni pueden contar con la obra social.

Mariana.
Foto: Gentileza

Luján es docente de la cátedra de Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología, tiene un cargo de ayudante de primera con dedicación simple, con dos comisiones a cargo. Integra la cátedra desde 2012. Al igual que Mariana, estuvo cinco años como ad honorem. Gana $120.000 por las dos comisiones, una a la tarde y otra a la noche.

Pero su actividad docente no se reduce a estar frente a clase: “por fuera, hacemos actividades, reuniones de cátedra, corregimos parciales, somos directoras de tesis de grado. En este momento, dirijo alrededor de 20 tesis de manera gratuita, es algo que nos exigen, pero no nos pagan”.

Luján es licenciada en Psicología, profesora universitaria, magíster en Género y Políticas Públicas y actualmente cursa un doctorado en Estudios Territoriales de la Universidad Nacional de Quilmes. “Todo eso lo vas haciendo por tu cuenta, lo vas pagando vos”, advierte Luján.

“Por todas esas tareas cobro $120.000 por mes, pero hay un detalle más, comparto la mitad de mi renta con un compañero ad honorem –aclara–. Hay otros 15 compañeros que dan clases, investigan o trabajan en tareas de extensión, pero no cobran salario”.

Del aula a la oficina

Para llegar a fin de mes, además de su actividad en la universidad, Luján trabaja en una oficina. Atiende en consultorio, y brinda charlas y talleres para empresas y organizaciones. Trabaja entre 10 y 14 horas por día. “Todos los que participan en la cátedra tienen al menos dos trabajos. Muchos tienen ocupaciones que no tienen nada que ver con su profesión, gente con amplio recorrido profesional y con mucha formación académica que no puede vivir únicamente de la docencia y la investigación”, explica.

Jimena es Jefa de Trabajos Prácticos con dedicación simple en Economía del CBC. El mes pasado cobró por ese cargo $259.441. Además es ad honorem en Historia del Pensamiento Económico en la Facultad de Ciencias Económicas. Ahí comparten una renta de ayudante de primera con dedicación simple entre tres compañeros.

Es docente desde 2001 cuando ingresó como ad honorem. La designación llegó siete años después: “el sueldo hace tiempo que no es suficiente para los gastos que tengo. Me dedico también a la investigación, que por suerte es una actividad vinculada, pero muchos necesitan buscar otras ocupaciones. Que un docente no pueda dedicarse de pleno a la docencia, a formarse, a realizar tareas de investigación, implica un deterioro para la calidad educativa”.

Jimena.
Foto: Gentileza

Y aporta: “la caída del poder adquisitivo del salario viene de hace años, pero ahora directamente está colapsado y se suma al desfinanciamiento del funcionamiento de las facultades”.

Es cierto que la caída del poder adquisitivo de los sueldos de la docencia universitaria no es un fenómeno exclusivo de estos diez meses. Sin embargo, lo abrupto del descenso desde diciembre casi no tiene precedentes. Según el índice de Precios al Consumidor que publica el Indec, el sueldo básico de un ayudante de primera con dedicación simple podía comprar en mayo de 2016 unos 106 kilos de pan, en mayo de 2019 pudo comprar 74, y en septiembre de 2024 le alcanzó para 54 kilos. Algo parecido sucedió con el asado: mientras en mayo de 2016 compraba 32 kilos, en mayo de 2019 le alcanzó para 28, y solo para 22 kilos en septiembre de 2024. 

Crónica de una fuga… de cerebros

Hace unos días, la decana de la Facultad de Agronomía Adriana Rodríguez comunicó en entrevistas radiales que más de 30 profesores de esa casa de estudios renunciaron a sus cargos. Algo similar sucedió en la Facultad de Ciencias Veterinarias. El decano Alejo Pérez Carrera informó que, como resultado de los magros sueldos, renunció cerca del 10% de la planta docente de esa facultad para dedicarse a otra actividad profesional. En el mismo sentido, en la sede Las Heras de la Facultad de Ingeniería colgaron una bandera que decía: “14/10, renunciaron 104 docentes”.

Consultada por su continuidad como docente, Jimena reconoce que probablemente tenga que dejar el cargo que no tiene renta: “sostener una actividad ad honorem se hace cada vez más pesado”. Lucía, docente de biología, confiesa: «lo he pensado últimamente, por el esfuerzo que implica desplazarme hasta la sede y porque no hay prácticamente ningún tipo de insumo por parte de la universidad. Por ejemplo, este cuatrimestre nos dieron tres marcadores y un trapo para borrar, y dijeron que ya no se puede garantizar la recarga. Si sigo, es por mi compromiso con la universidad pública y para defender la tarea docente”.

Luján, profesora de la Facultad de Psicología, no piensa en dejar su cargo docente: «soy una piba pobre del conurbano que gracias a la universidad pública me surgieron posibilidades que cambiaron mi vida radicalmente. Cuando empecé la carrera en 2001, viajaba colada en el tren para poder ir a cursar porque en mi casa no había un mango. Estoy agradecida por mis docentes, muchos de ellos ad honorem. Agradecida por la educación y la salud pública también, porque soy profesional de la salud mental. Por todo eso, no pienso dejar la docencia. Ahora, ¿si me alcanza para vivir? La respuesta es no”. 

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