Gracias al paro y la movilización, miles de concurrentes y residentes porteños lograron que el gobierno de Larreta anulara la ley que institucionalizaba la precarización que sufren día a día. En diálogo con Tiempo, dicen que la lucha por ser visibilizados recién comienza.
En la práctica, sus tareas siguen regidas por una ordenanza de 1985, que tuvo más de 40 modificaciones, nunca a favor de reconocerlos como trabajadores plenos. De hecho, los concurrentes siguen sin cobrar un centavo, a pesar de que asisten a los hospitales más de 40 horas semanales, asumiendo responsabilidades mayores, muchas veces sin la supervisión adecuada. Los asambleístas lo subrayan: a pesar de este triunfo, nada terminó. Se viene el objetivo de una ley efectiva que los contemple y les otorgue una remuneración acorde, que les pague guardias y descansos, traduciendo en el papel lo que realizan día a día, naturalizados dentro de un sistema que vive de la precarización.
Ezequiel Paizal, de 28 años, atraviesa su segundo año de residencia en pediatría del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Lo mismo que Noelia Kirikian, de 27, residente de pediatría del Elizalde. Agostina di Giulio Cesare, también de 27, es concurrente de salud mental del Penna. Coinciden en el largo trayecto que implica ser médico de planta. Entre la carrera y la concurrencia o residencia, son más de doce años, resignando proyectos familiares. “Hay un componente clave que es el objetivo de llegar a ser medico de planta. Ya de por sí la carrera es bastante excluyente, tiene condiciones que hace que muchos tengamos que trabajar, o dejarla para mantener una familia –cuenta Noelia–. Pero el tema de médicos de planta depende también de la voluntad política del gobierno de abrir cargos que se puedan concursar, no es un objetivo simple llegar hasta ahí, más allá de la formación y la voluntad y la capacidad de un profesional”.
Agostina agrega que eso afecta a los concurrentes, los que no consiguieron vacante para la residencia: «Nuestros cargos no son rentados. Y es una decisión política sostenerlos así. No recibimos nada; hasta nos pagamos nuestro seguro de mala praxis y el de accidentes personales, que ahora nos exigen. Ni siquiera nos dan el almuerzo en el hospital. En mi caso, me mantengo por tres laburos en el sector privado». Para Ezequiel, «el sistema de concurrencias es bastante perverso, porque les dejan un día ‘libre’ para que ejerzan y logren sostenerse económicamente en el ámbito privado, donde también están expuestos».
–¿Cómo es el día a día de los residentes?
NK: –Muchos sostienen servicios enteros, teniendo que tomar decisiones de gran responsabilidad.
EP: –Hay especialidades como clínica, pediatría o cirugía que cumplen guardias de 24 horas, y no están remuneradas. La ley de Larreta las llamaba «sistemas de formación intensiva». Era seguir camuflando un trabajo esclavo no pago. Algunos hacen más de 80 horas a la semana, sin que les cubran horas extra. Pediatría explota en invierno por patologías respiratorias, y en verano por gastrointestinales. Y sólo ahí existe descanso de 12 horas posguardia. En el resto, la gente termina la guardia y comienza una nueva jornada laboral, trabajando 36 horas seguidas sin parar.
–Desde el discurso, las autoridades respondieron estos días con el concepto de «vocación».
NK: –Nos parece un mensaje bastante perverso, porque en definitiva parecería que contraponen que nosotros no tenemos vocación porque estamos luchando. Nada más alejado de eso. Este tipo de medidas nos cuesta muchísimo, hay muchos compañeros que recibieron amenazas en sus lugares de trabajo por estar presentes, pero lo que estamos haciendo es legítimo. La vocación solamente no nos alcanza para vivir.
AGC: –El concurrente está todo el día trabajando además de ir al hospital. La ministra (Ana María Bou Pérez) dijo que a los concurrentes se nos permite estar en el hospital para que nos formemos, por no haber podido entrar a la residencia, cuando en realidad estamos trabajando y sosteniendo algunos servicios, y queremos seguir haciéndolo, pero no en estas condiciones.
EP: –Se insistió mucho en el abandono de guardia o de persona con nuestro paro, cuando en realidad está reglamentado que siempre cualquier tarea nuestra es bajo supervisión de médicos de planta. Si hay algo que no se cubrió por nuestra medida entonces habla de una falta de inversión o de cargos. Esto forma parte de un inicio de embate a la salud pública, que se inició por el eslabón más débil que somos nosotros, y se suman las amenazas dirigidas contra los propios médicos de planta, para que no quede en evidencia cuánto del sistema público era sostenido por las residencias y concurrencias.
Todoterreno, sin derechos
Son 4592 los profesionales que forman parte de este sistema: 3000 residentes y casi 1600 concurrentes. Entre ellos hay psicólogos, médicos, músicoterapeutas, kinesiólogos, odontólogos e incluso licenciados en Educación. La mayoría ingresa a las 7 de la mañana y no se va antes de las 18. Las horas de más no son cubiertas. Sólo en pediatría clínica del Gutiérrez hay 150 residentes. El sueldo básico para el primer año es de 35 mil pesos. El mayor, en cuarto año, llega a $ 39.500. Apenas la mitad de esa suma es contemplada para aportes y cargas sociales.
–¿Hasta qué punto naturalizan asumir tareas que no les corresponden?
NK: –Muchísimo. En nuestro hospital lo único que no hacemos es extracción de sangre. Diagnosticamos, medicamos, sostenemos guardias, damos noticias a las familias, contenemos a los pacientes, y varios hacen traslados.
AGC: –Hacemos el mismo trabajo que los profesionales de planta. Para la cantidad de concurrentes que somos, las supervisiones, que son cada 15 días, no alcanzan. Y se nos acumulan tareas. Al punto que hay poco acceso a turnos. Quienes consiguen uno para consultorios externos son los que vinieron más de una vez, o llegaron a las 3 de la mañana y se quedaron toda la noche. Hay muy poca oferta para la demanda que tenemos.
EP: –Esto que pasó forma parte de un plan sistemático contra la salud pública, en este caso en la Ciudad, que se inició por el eslabón más débil, que somos nosotros. Se suman las amenazas dirigidas contra los propios médicos de planta, para que no quede en evidencia cuánto del sistema público es sostenido por las residencias y concurrencias. Y se condice con lo que se vivió en los últimos años en Nación, rebajando la salud de Ministerio a Secretaría, junto a faltantes de vacunas y medicamentos.
NK: –Tratamos chicos con enfermedades que antes no veíamos. Sarampión es un ejemplo, pero particularmente tuberculosis y sífilis son emblemáticas, indicadoras de pobreza, malas condiciones de vida y falta de acceso a la salud.
AGC: –En Salud Mental también vemos cómo impacta la crisis día a día. Hay pacientes que no consiguen la medicación, muchísimos casos de adicciones. En todas las salas de internación hay cada vez más pacientes «sociales». El año pasado, en interconsulta, estuve viendo a una mujer que ya no tenía motivo para estar internada. Pero no podía irse porque no tenía adónde. «
Días enteros en el quirófano sin dormir ni comer
Si hay un servicio donde los residentes sufren la precarización cotidiana es el quirúrgico. A los 26, Antonella Scarpin transita su segundo año. Se especializa en cirugía infantil, en el hospital Gutiérrez. Suele entrar de lunes a viernes, entre las 5:30 y 6 de la mañana, hasta las 19. «Ni bien llegamos tenemos que ver a pacientes y curar. Los solemos ver solas. Hacemos salas, periféricos, terapias, neo. Nos tratamos de dividir bastante las tareas entre los residentes. Pero hay tres o cuatro veces por mes de quirófanos vespertinos, que se opera a las 2 de la tarde. Ese día te vas a las 22».
Antonella realiza nueve guardias por mes. Y tiene un solo fin de semana libre. Pero no recibe extras por las guardias. Apenas el sueldo fijo de residentes, que no llega a los 40 mil pesos.
«Hemos pasado noches enteras en quirófano. Y al otro día, seguís la vida habitual, con otras cirugías programadas, sin dormir nada en el medio, comiendo lo que nos trae un anestesiólogo porque en el hospital no nos permiten retirar la comida ni te la llevan. Ponemos mucho de nuestra plata para todo», reclama Antonella. Y enumera: «No tenemos baño con ducha, no tenemos aire en la habitación, ni descanso pos guardia».
En su sector son cuatro residentes, para tratar a un promedio de cien pacientes por día. «Todo el combo de precarización también termina afectando al paciente, por el poco tiempo que tenemos para dedicarle. Además, en estos años de crisis aumentó mucho la demanda en el sector público. Necesitan de nosotros. Hemos tenido casos de nenes que llegan con tres días de dolor por apendicitis a los que la madre no traía antes porque no tenían para la SUBE». Y habla de cómo tendría que ser una nueva ley de residentes: «Deben contemplarnos como trabajadores plenos. Tenemos matrícula, hacemos recetarios, historias clínicas, partes quirúrgicos. Tenemos la responsabilidad de un médico y mucho más, por un sueldo mucho menor, cuando en realidad estamos pendientes del hospital todo el tiempo: a veces falta sutura o gasas y las hacemos de manera casera. Por eso, esta ley que precarizaba todo rebalsó el vaso, y surgió nuestro movimiento. Estamos cansados del nivel de esclavitud que a veces manejamos».
Las mujeres al frente
En concordancia con otras luchas de estos últimos años, la de residentes y concurrentes está liderada por mujeres. No es azaroso. Ellas constituyen más del 75% del colectivo. «Puede ser que los reclamos feministas tengan algo que ver con lo nuestro –considera Agostina di Giulio Cesare, concurrente en el Hospital Penna–. También es una cuestión generacional: no solamente nosotres estamos reclamando, también hay otros jóvenes en otros lados luchando por otras cosas». Noelia Kirikian, residente en el hospital Pedro de Elizalde, acota que «además hubo más acceso de las mujeres a la universidad, en carreras históricamente hegemonizadas por los hombres. Por ejemplo, Arquitectura, Ingeniería y, en nuestro caso, Medicina, sobre todo el área quirúrgica, donde se ven más mujeres. Estamos empoderadas en muchos aspectos».
El caso de Agostina es un pantallazo de lo que ocurre con los concurrentes: posee tres trabajos en el sector privado, como psicóloga: «Con eso me sostengo, pero una desea desarrollar su carrera en el sector público. Y hoy no podemos».
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