En este momento, al fin, estamos llegando a la Venezuela que ellos mencionan siempre. Una derecha que pierde las elecciones y que luego quiere modificar el resultado en las calles.
Hoy, el gobierno argentino no sólo tiene el derecho sino la obligación de hacer lo que prometió. Por caso, la reforma judicial. Hizo otras promesas: fortalecer el trabajo, fomentar el consumo interno, sostener el salario en un lugar adecuado, proteger la labor de los científicos, construir viviendas, pelear por Malvinas, tener soberanía frente a los países más poderosos del mundo y tantas más. Ahora debe cumplir. Desviarse de eso, sería su fracaso inicial.
Entonces, cuando el diario Clarín, el diablo nacional, la desventura mayor que tiene la Argentina, dice “pese al banderazo, el gobierno nacional sigue adelante con las reformas”, va implícito que piensan que porque hubo un banderazo en el que marcharon 10 mil personas -si querés 20 mil-, se debe modificar el criterio de un gobierno que está avalado por 12.945.900 votos. Modificarlo sería traicionar a su electorado y darle la razón a los que quieren gobernar de otro modo pero quedaron democráticamente en segundo lugar. Un niño puede comprender esto.
Ahora bien: ¿hace falta o no la reforma judicial? Si hay un consenso es que la Justicia ha funcionado muy mal durante todos estos años. Pero además, hemos descubierto la vigencia de algo que implantaron los medios y la derecha argentina en general, que se llama lawfare. Dio por el piso con la república y la democracia. Se utilizó para encarcelar y perseguir. Esa Justicia es inviable. Esa concentración de poder que tiene Comodoro Py es inadmisible. Esos vicios en los que ha caído la Justicia manejada por unos pocos fiscales y jueces, concibió que más de ellos fueran ineptos. No se puede dar continuidad a esa falsedad ideológica para la construcción de una verdadera República. Por lo tanto se impone la reforma.
La reforma tuvo unos 50 oradores del mundo jurídico que se presentaron y que hablaron largamente, escuchados por quienes después deben discutir la ley. Consiguieron que algunas cosas fueran modificadas. El dictamen que se presentó este miércoles, está a disposición de la oposición. Pero como siempre hace la derecha, cuando ve que va a perder, no quiere discutir y dice que hay violencia institucional. Es una mentira. Puede participar y pedir tal o cual cambio, proponerlo, debatirlo, como hicieron las personas que pasaron por allí, que por caso, consiguieron que los sorteos sean grabados para darle mayor trasparencia a una de las cosas horribles que se hicieron norma: los sorteos de jueces fueran fraudulentos. Así se sorteó a Irurzun, en determinado momento; así se sacaban las bolillas de los que a ellos le interesaban, por ejemplo, Bonadio. Existen dos billones de chances de que no caigan todos los casos en él, como sucedió (estudiado esto por el doctor Adrián Paenza).
Entonces, estamos en una discusión de falsedad y de construcción de un conflicto que no se sabe hasta dónde puede llegar. Siguen moviendo a la gente. Algún día se van a mover los otros. Lo que están buscando Clarín y La Nación, lo que está buscando Magnetto, es provocar una desgracia. A ellos, a los de derecha, la policía los acompaña, los protege y les presta las armas si fuera necesario. Pero si aparecieran otros, gente que se infiltra, que quisiera perturbar eso, no se sabe dónde puede terminar. Con un muerto, que a la derecha siempre le interesa, la cosa sería más fácil para atacar al gobierno.
En este momento, al fin, estamos llegando a la Venezuela que ellos mencionan siempre. Una derecha que pierde las elecciones y que luego quiere modificar el resultado en las calles. Con el drama de que en Venezuela salen otros, los empoderados, a discutirles la calle y muere mucha gente. Es muy gracioso verlo a Trump diciendo que si los demócratas ganan la elección de noviembre, los EE UU se convertirán en Venezuela. Todas las ridiculeces y tonterías que se dicen respecto a Venezuela, ya edificaron un lugar insólito. Eso es lo que ha manejado la derecha argentina permanentemente. Sobre todo por cipayismo y adulonería frente al poder a ese personaje.
Acá tenemos a una derecha sin voluntad democrática y que sale a cambiar ese pronunciamiento. Con 10 mil. Pero si fueran 100 mil tampoco deberían gravitar, porque partidos que tienen mínimamente 8 o 9 millones de votos, es natural que puedan mover 50 o 100 personas. Por ahora son muy pocos aunque ellos pretenden demostrar que son muchísimos.
Por consiguiente, la pelea es muy dura para el gobierno, pero no tiene que dar marcha atrás, no lo puede hacer. Alberto Fernández ha dicho: “No me van a quebrar los que gritan, porque los que gritan suelen no tener razón. Estamos convencidos de lo que hacemos”.
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