Nació un 7 de marzo. Su figura volvió a los primeros planos días atrás cuando se anunció que estará en el billete de 2000 pesos junto a Cecilia Grierson. Fue el primer ministro de Salud de la Argentina. Vanguardista en vastas áreas de la salud pública, murió en el exilio, atacado por la dictadura del '55.
El comienzo
El primer Carrillo que pisó América se llamó Marcos. Vino en los ejércitos realistas que llegaron a combatir a los patriotas independentistas comandados por Belgrano, en la exitosa batalla de Salta para las fuerzas nacionales. Como resultado, el bisabuelo del futuro médico fue “extrañado” (prisionero casi voluntario) en el poblado de Santiago del Estero. Allí conoció a alguien de estirpe quichua: doña Ascención Taboada. Uno de sus nietos era profesor, periodista y diputado provincial. Se llamaba Ramón y se casó con otra santiagueña de pura cepa: María Salomé Gómez Carrillo, parienta de los Farías Gómez. Tuvieron once hijos. El primero nació el 7 de marzo de 1906 en Santiago. Decidieron ponerle el mismo nombre que su padre, aunque tendría una profesión y destino de vida diferente. Lo llamaron Ramón Carrillo.
Su casa natal estaba ubicada a cuadra y media de la céntrica Plaza Belgrano en la casi cinco veces centenaria Madre de Ciudades. Termina la primaria con medalla de oro. Los dos últimos grados los rindió en condición de libre. Concluye su secundaria, también con medalla de oro, en el Colegio Nacional de Santiago del Estero. La orientación era Humanística. El joven Ramón estaba enamorado de la Grecia Alejandrina que asimilaba a la cultura oriental. Escribe “Glosa a los servidores humildes” y sintiendo a su comprovinciano caudillo como el “sindicato del gaucho”, también homenajea en una monografía a “Juan Felipe Ibarra. Su Vida y Su tiempo”. Claramente ya tiene preocupaciones sociales que abarcan a la ancianidad bajo la férula de un soñado sistema previsional. En el país gobernaba Marcelo T. de Alvear.
A los 17 ingresa a la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. A sólo tres años de comenzar se aboca a la práctica externa en el Hospital de Clínicas. Rinde examen de ingreso en el Servicio del doctor Bernardo Houssay. Se recibe en 1929. Otra vez medalla de oro al mejor promedio. Se especializa en Neurocirugía en el Instituto de Clínica Quirúrgica.
Para la Revista del Círculo Médico Argentino y Centro de Estudiantes de Medicina escribe innumerables artículos como “La Biología en el sistema filosófico de Keyserling”, “Psicopatología del aburrimiento. Su razón biológica” y “Causas de la depresión psíquica en los países cálidos”.
Entonces gana una beca para proseguir sus estudios en Europa. Su supervisor de estudios fue Nerio Rojas. En Holanda existían los mejores neuropatólogos del mundo; recae en Ámsterdam, la capital del sistema nervioso central. Su tutor es el profesor Brouwer.
Aparece en la bibliografía médica mundial cuando el italiano Altieri denomina a una enfermedad descubierta por Ramón: “Encefalitis del Tipo Carrillo”. Resuelve la causa de enfermedad neurológica de miles de mujeres estadounidenses al reconocer la “Ginger Paralysis”.
Va a Alemania y colabora con los profesores Schuster y Vogt en la Clínica Neurológica de Berlín. Llega a Francia, a la Facultad de Ciencias de París del Dr. Balthazar. Hace más especializaciones y se sigue formando en química. Hasta que regresa a Buenos Aires en 1933. Faltaban trece años para que surgiera el peronismo.
Organiza el Laboratorio de Neuropatología en el Instituto de Clínica Quirúrgica, que a partir de ahí es considerado el más completo del mundo. En 1934 obtiene una Ayudantía en 1° y 2° año en la Facultad de Medicina en las cátedras de Anatomía e Histología del Sistema Nervioso. Introduce el término “Vermis” en la bibliografía neuropatológica mundial. Inaugura la cátedra de Neurocirugía en la Facultad de Medicina.
En 1937, en coautoría con Balado, presenta y sistematiza Yodoventriculografía (la coloración de adiposidades del sistema nervioso central para la detección temprana de tumores); que es adoptada por Brasil, Chile, Colombia, México, Cuba, EE.UU. y Alemania. Gana el Premio Nacional de Ciencias en 1938. El inglés Purves Stewart denomina a un tipo de tumores “Del Signo Carrillo”.
Concurre al Café Pepe Arias, donde se encuentra con los fundadores de FORJA: Homero Manzi y Arturo Jauretche. Desde hacía un año gobernaba al país Roberto Marcelino Ortiz, de la Unión Cívica Radical Antipersonalista. Apenas 8 años antes se había consumado el primer golpe militar de la historia argentina. Ortiz renunciaría en junio de 1942.
Carrillo nunca convalidaría la medicina mercantil, por eso renegó del consultorio privado. Ingresó al Hospital Militar Central en 1939, donde fue designado jefe del Servicio de Neurología y Neurocirugía. Investiga la documentación clínica de miles de jóvenes. Publica “Síndrome Post-Conmocional”.
Empieza a tener participación política activa. Es delegado por la fracción renovadora del Partido Demócrata Nacional. Por ejemplo, denunciando la corrupción de la Década Infame. Ramón Carrillo es neutralista ante la Guerra Mundial. Por esa cuestión, similar a la adoptada por el Estado argentino, recibe el mote de “germanófilo”.
Muere su padre y toda la familia queda a su cargo. En 1940 se instala en French, entre Billinghurst y Sánchez de Figueroa. Pero sus pensamientos siguen llevándolo a su tierra natal. Escribe dos libros: “Desarrollo de la Industria Agropecuaria en Sgo. del Estero» y “Caracteres etnográficos y sociológicos en la población de Sgo. del Estero”. Funda la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina y luego en 1944, el Instituto Nacional de Neurocirugía.
Es nombrado director del Pabellón Costa Buero del Hospital de Clínicas, aunque lo suyo no solo fue la práctica médica: ejerció la docencia secundaria como profesor de Historia de las Civilizaciones en el partido bonaerense de Ituzaingó.
Después del 4 de junio de 1943, el coronel Juan Domingo Perón lo va a buscar. Le pide una “cuidadosa planificación y organización de la salud”. Ya gobernaba en el país otro gobierno militar, del que Perón era parte, a través del Grupo de Oficiales Unidos (GOU).
En 1945 Carrillo integra el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina, desde allí reformuló y renovó todos los programas. Ocupó interinamente el Decanato. Relacionó los conocimientos jurídicos con los médicos, fundando la Medicina-Legal. La hostilidad del patriciado y el liberalismo lo alejan del Decanato. Entonces dirige la Escuela de Posgrado de la Facultad de Medicina, ya orientándola hacia la Medicina Social y Preventiva.
Sabía que traerían a Perón al Hospital Militar. El coronel estaba preso en Martín García. Entonces, en la madrugada del 17 de octubre reservó y acondicionó para él una habitación en el 5° piso de esa enorme mole de cemento, camas y profesionales de la salud. Perón le había ordenado una misión: entregar dos cartas. Una, al coronel Velazco; otra, a Evita.
El 16 de julio de 1946 se casó con Susana Pomar, la hija del farmacéutico de Castelar.
Pasado el 17 de octubre sabía que ocuparía la Secretaría de Salud (con rango ministerial, dado que hasta la Reforma Constitucional de 1949 había sólo ocho Ministerios). En el país liberal había un Ministerio de Agricultura y Ganadería para las vacas, y no había un Ministerio para la Salud de la población. Eso pensaba Carrillo, que elaboró un preciso diagnóstico de la realidad sanitaria del momento. Lo comienzan a llamar “Padre de la Medicina Preventiva”.
Con él la Salud se elevó a la categoría Secretaría y luego (1949) de Ministerio de Salud Pública. Solicitó que quedara bajo la responsabilidad de la Secretaría de Salud la Ley de Medicina Preventiva, hasta entonces en la órbita del Instituto de Previsión Social. Pidió a cada empleado del Ministerio una autobiografía donde predominaran los elementos de formación ética más que los técnico-profesionales.
A sus colaboradores no se les preguntaba el origen político. Por ejemplo, el doctor Germinal Rodríguez (socialista) fue director de Higiene del Trabajo. Gegé Ricardi (yrigoyenista), supervisora de Hospitales del Interior.
No más historias clínicas de los enfermos, ahora eran Historias Sociales. “La medicina no puede ser más curativa, bioquímica, hay que introducirla en la problemática social”.
Nunca más Sociedad de Beneficencia en el control de los Hospitales. Se asocian solidariamente la Secretaría de Salud y la Fundación Eva Perón. Comienza la febril actividad de inauguración de hospitales públicos (vecinales, rurales, zonales, regionales); y pabellones de especialidades en los ya existentes. La idea era fundar ciudades en los alrededores de los hospitales, destinadas a los trabajadores de la salud. Comienzan las campañas educativas para erradicar las enfermedades de transmisión sexual, que hacían estragos.
Es la hora de la creación de prácticamente todos los institutos especializados: Alergia, Cirugía Torácica, Tuberculosis, Hemoterapia, Tisiología, Neuropsiquiatría, Neurología, Oncología, Gastroenterología, Dermatología, Odontología Infantil. Se suma la inauguración de dispensarios de vías respiratorias, centros de salud, sociedades de bomberos voluntarios, centros materno-infantiles, centros de Higiene social, centros de oftalmología y tracoma, asistencias públicas, institutos de luminotecnia y óptica.
Inaugura el Hospital Nacional de Odontología, el Instituto Central de Cardiología, la Escuela Taller para cardíacos, Instituto de la Nutrición, Instituto Nacional de Endocrinología. Se crea el Instituto Superior de Cultura Médica que capacitaría a médicos sanitaristas, asistentes en medicina preventiva y asistentes en medicina mental, la Escuela de Enfermería; se concreta la organización y reglamentación de la profesión médica y se elabora el Plan Analítico de Salud.
Carrillo tendrá objetivos e iniciativas pioneras para lo que eran las políticas sanitarias en ese entonces: desde la medicina preventiva, la bio-climatología y termalismo, y la lucha antirreumática hasta el urbanismo y saneamiento rural, el Banco de Sangre y el derecho sanitario.
Consideraba imposible no pensar a la salud en su contexto, indivisible de los factores socioeconómicos. Y por eso apuntó también a una federalización. De hecho en su gestión se planifica la regionalización sanitaria del país.
También buscó remarcar la importancia de la bacteriología y contrarrestar el peligro de las virosis. Por ejemplo, la lucha contra el paludismo, para la que puso al frente al jujeño Carlos Alberto Alvarado, logrando la erradicación de la endemia con la dedetización casa por casa.
La masificación de las campañas de vacunación (por caso, la antidiftérica y antivariólica), fueron otro signo. Con acciones que hoy nos parecen cotidianas, como la obligatoriedad de presentar certificación de vacunación para ingresar a las escuelas, poder viajar o hacer cualquier trámite.
También era los inicios de la era de los antibióticos: la sulfamida, la penicilina. Entonces ya había que luchar por los precios. Se instala Laboratorios Squibb para buscar bajar los costos, y luego llega la independencia farmacéutica con la creación de Emesta (Especialidades Medicinales del Estado), bajo la dependencia del Malbrán.
También tuvo un marcado descenso de la mortalidad infantil que del 90 pasa al 54% gracias a la promoción de la educación física, la natación, la buena alimentación y a los centros materno-infantiles. También baja la mortandad general, del 10 al 8%.
El “Negro” Carrillo había estado ocho años en el gabinete de Perón. Ahora ya no estaba Evita, y empezaron a proliferar funcionarios burócratas y obsecuentes. Entonces el General prescindió del leal Ramón. Quiso compensarlo ofreciéndole un organismo a su medida, como el de un pre-Conicet, pero la salud de Carrillo estaba muy resentida. Perón lo envió a Estados Unidos especulando con que estudiara un nuevo antibiótico y de paso recompusiera su bienestar. Comienza el largo y penoso exilio.
Viaja con su familia. En diciembre de 1954 escribe a su amigo sobre la imposibilidad de soportar a los neoyorkinos. Ve algunos especialistas, se le vencen los pasajes, lo que le imposibilita volver con su familia (esposa e hijos menores). Cuando iba de N.Y. a Boston se entera del Golpe de Estado que entroniza a la “revolución fusiladora”. Su pena no podía ser mayor. Las comisiones investigadoras de los dictadores pretenden incautarle su pequeño patrimonio. El daño moral es más importante que el material. El objetivo era desprestigiar la figura pública del científico y hacerlo pasar como un malversador de fondos. Alguien le consiguió un trabajo en el Amazonas.
Llega a Brasil contratado por la Hanna Mineralization. Irá como médico a una expedición en un campamento minero a 150 kilómetros de Belém do Pará. Declina su salud. Los yanquis lo echan. Se ofrece para trabajar ad honorem en el Hospital Universitario de la Santa Casa de la Misericordia.
Los últimos meses de su vida los pasa en la más incomprensible de las miserias. Ramón sufre un accidente cerebro vascular (ACV). Muere veinte días después, el 20 de diciembre de 1956, a los 50 años, en el Hospital Aeronáutico de Belém. Lejos de su patria, de su Santiago, de la Argentina a la que siempre buscó proteger y potenciar. Un pueblo con salud, cuidado e innovación es un pueblo desarrollado. Nada de eso estaba ocurriendo en el país donde gobernaba una nueva dictadura militar.
*Daniel Chiarenza es autor del libro «Ramón Carrillo, precursor del sanitarismo en América Latina (Ed. Ciccus)
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