Tiempo Argentino no debería existir. La gente, dicen, ya no compra diarios. Y personas con dinero y poder hicieron todo lo posible para que desaparezca. Pero acá estamos.
Los periodistas de Tiempo cobramos el último sueldo en diciembre, nos turnamos para dormir en la redacción y, además de hacer un diario, nos hacemos cargo de la impresión, de la distribución y de la comercialización de nuestras páginas. También pagamos los servicios, los insumos y cumplimos con los requisitos contables y administrativos de la cooperativa. Es mucho para un colectivo integrado por redactores, fotógrafos, diseñadores y compañeros con distintos oficios sin formación en administración de empresas. Pero Tiempo funciona y esta semana repartirá ingresos a sus trabajadores, que ahora también somos dueños.
Ese dinero, el primero en seis meses que llevaremos a casa, provienen principalmente del aporte de los lectores que todas las semanas agotan cada edición. De ese precio de tapa, sin embargo, la cooperativa recibe menos de la mitad. Un 40% queda para el canillita que nos ayuda a llegar a sus manos, un 10% para los distribuidores que llevan los ejemplares a los kioscos y un 2,5% para el Estado en concepto de IVA. A pesar de eso, Tiempo es rentable.
Lo garantizan los anunciantes que nos acompañan en un año de presupuestos publicitarios flacos, 1100 suscriptores que reciben su ejemplar bajo puerta los domingos y los 400 socios que hacen un aporte un poco mayor para el desarrollo de la cooperativa. Son ellos -ustedes- quienes permiten que Tiempo pueda seguir consolidando su trabajo con independencia del poder político y económico.
La tarea no es sencilla. El mercado de la prensa gráfica tiene una barrera de ingreso muy alta. Basta decir que la impresión representa el 48% de los gastos que tuvo que afrontar la cooperativa hasta el momento y que prácticamente la mitad de ese valor lo representa el papel.
El escenario es tan complejo que pocos apostaron a que Tiempo funcionara. Nuestro éxito, que excede lo económico, expone entonces a esos políticos y empresarios que prefieren que no se conozca cómo funcionan las empresas periodísticas y ahora buscan desprestigiar nuestro trabajo con acusaciones infundadas sobre un supuesto financiamiento espurio.
La remuneración de los trabajadores de la cooperativa será modesta en esta primera etapa, y todos, sin distinguir tareas, computaremos ingresos por idéntico valor/hora. Incluso nos hemos puesto un tope máximo de horas por cobrar para no generar grandes disparidades al interior de la redacción. Decisiones complejas que fueron tomadas con naturalidad por un colectivo que aprendió a resolver sus problemas en conjunto, forjado por una lucha a prueba de ninguneos e inclemencias. Que son muchas, como estar al margen del reparto de pauta oficial nacional. O la amenaza de desalojo, que nos obliga a mantener la permanencia.
Para que quede claro, entonces: son los lectores quienes bancan a Tiempo. Son ustedes los que nos pagan el sueldo y nos dan energía. Y somos nosotros, los que hasta hace poco solo nos dedicábamos al oficio que amamos, quienes nos multiplicamos para poder seguir saliendo. Es difícil, lo sabíamos cuando arrancamos, pero lo estamos logrando. Y esa es la mejor noticia que tenemos para dar.