Radiografía de una cooperativa que busca una nueva forma de hacer periodismo.
Cuando decidimos constituirnos como cooperativa sabíamos que iba a ser difícil. No imaginábamos cuánto ni el tenor de los obstáculos que íbamos a encontrar. Algunos nos miraron con escepticismo y otros trataron de poner palos en la rueda. Los más siniestros incluso nos pegaron y rompieron la redacción para impedir que siguiéramos trabajando.
Ese ataque, probablemente uno de los más graves contra la libertad de expresión que haya sufrido un medio de comunicación desde el regreso de la democracia, permanece impune. La causa, llena de pruebas aportadas por los trabajadores de Tiempo, está paralizada porque ningún juez federal se animó a investigar. La única declaración de los imputados, que llegó a tomar la fiscalía porteña antes de que la causa cambiara de fuero y entrara en un limbo, señala que la policía liberó el ingreso al diario. El dato deja entrever el poder de los implicados. Pero no pudieron callarnos. Nos subestimaron. No entendieron que Tiempo es más que un grupo de trabajadores de prensa.
Tiempo son las miles de personas que nos acompañan desde que empezó el vaciamiento del Grupo 23 en manos de Szpolski, Garfunkel y sus secuaces ocultos; las que compraron la edición del 24 de Marzo de 2016 que permitió pagar las primeras publicaciones autogestionadas y las que adquirieron las sucesivas ediciones; las que recuperaron la redacción aquella madrugada lluviosa de julio; las que se hicieron socias e invirtieron un peso más para respaldar el proyecto y las que se siguen sumando cada semana. Porque aun en el contexto de crisis de las empresas periodísticas, Tiempo crece.
Por ese apoyo pudimos publicar 54 ediciones dominicales y cuatro ejemplares de la Revista T; lanzamos el sitio Tiempoar.com.ar y abrimos talleres de formación. Nos mudamos a una sede en el centro geográfico de la política nacional y ampliamos la distribución a la Costa en el verano. Expusimos en el Senado proponiendo un sistema más justo de distribución de pauta oficial y marcando los problemas del modelo impositivo que beneficia a las grandes empresas de medios por sobre los autogestionados.
Y lo hicimos teniendo claro que nuestro proyecto es periodístico y que solo se sostiene con trabajo de calidad. Fuimos el diario que contó el robo de dinero sin declarar de la casa de la vicepresidenta Gabriela Michetti y el que probó que la sociedad offshore del presidente Mauricio Macri mencionada en los Panamá Papers estaba activa y había hecho operaciones millonarias en Brasil. El que denunció el vaciamiento del plan de entrega pública de medicamentos y el que coordinó con referentes de #NiUnaMenos en 17 países una cobertura regional del Paro Internacional de Mujeres. El que expone todas las semana las medidas que afectan a los sectores populares.
Así, fuimos invitados a contar nuestra experiencia en foros locales e internacionales. Nos incorporaron como medio asociado al Crossings Institute de la UNESCO (un centro de formación y promoción de buenas prácticas periodísticas); y lanzamos junto a La Vaca y la Red de Carreras de Comunicación Social el Consorcio de Periodismo de Investigación Autogestionado.
La enumeración enorgullece y sorprende a los que no confiaban hace un año y a los que todavía preguntan con malicia por financistas ocultos. Ellos creen que la información es un bien transable que se negocia con anunciantes o el poder político. Tiempo y sus lectores demuestran que no tiene que ser así.
Hace 12 meses sabíamos pocas cosas, pero estábamos seguros de que Tiempo solo podía funcionar si lo construíamos junto con los lectores y con los representantes genuinos de los sectores populares, con los colegas comprometidos y las organizaciones sociales. Ellos también veían que los intereses del poder político y económico estaban alineados como nunca antes con los de las corporaciones de medios y que juntos habían decidido tomar de rehén a la información. Por eso el proyecto se tomó como una apuesta colectiva.
Hoy los aportes de los lectores constituyen el 70% de los ingresos de la cooperativa que sostienen a 100 trabajadores de prensa. Ese aporte es el que nos permite seguir produciendo sin condicionamientos.
Por eso queremos contarles qué hacemos con el dinero que nos confían. Contarles que más de la mitad de los ingresos de la cooperativa se utilizan para pagar el trabajo de sus integrantes. El porcentaje asciende al 60% si se considera la inversión para garantizar la labor periodística (el alquiler de la redacción, los servicios, los seguros, Internet, el transporte y las agencias informativas, entre otros gastos). El resto de la plata se destina casi íntegramente a pagar los insumos básicos para el diario dominical (impresión y papel).
Es decir que toda la plata que ingresa a la cooperativa se reinvierte en el producto. Fue la decisión de aquel 24 de marzo de 2016, tras cinco meses sin cobrar el sueldo, y es la misma cada mes desde entonces, incluso a costa de los ingresos de los periodistas. Esto no se modifica aun cuando la cooperativa es puntual en el pago de sus obligaciones y es acreedora de la mayoría de las dependencias estatales que publicitan actos de gobierno en sus páginas.
Salimos a la calle hace 12 meses con un puñado de ideas y mucha incertidumbre. Crecimos y construimos con nuestros lectores. Llegamos al primer año con varias certezas más y muchos sueños. Sueños colectivos a seguir construyendo. Porque vamos por más. Por Más Tiempo. «
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