Una tarde junto a los 45 alumnos que buscan terminar sus estudios primarios y secundarios en la sede de la capilla San Antonio, en el Bajo Flores.
San Antonio es una modesta capilla de tres plantas ubicada en una de las esquinas de la Manzana 31, a la vuelta de «la canchita de los paraguayos», afamada por ser el sangriento escenario donde el 11 de febrero de 1999, Marco Antonio Estrada González, alias «Marcos», se impuso como el indiscutido jefe narco del barrio. Esa tarde, junto a tres hombres más, entre ellos su compadre y luego enemigo Alionzo Rutillo «Ruti» Ramos Mariños, mataron a balazos a quien era el líder de la villa, Julio Chamorro Revollar, y a dos de sus custodios.
Más allá de los recurrentes y televisados golpes al narcotráfico, en la villa nada cambió. A simple vista, los soldaditos, satélites, marcadores y hasta los sicarios del narco siguen operando con total naturalidad incluso al lado de los gendarmes que recorren la zona a diario. San Antonio, bajo la órbita de la Parroquia Santa María Madre del Pueblo, forma parte de esta sana convivencia.
Luis Figueroa tiene 38 años, es docente de Filosofía y Ciencias de la Educación y, desde hace dos años, el referente del Plan FinEs de la capilla, donde también funciona el Programa de Alfabetización, Educación Básica y Trabajo (PAEByT), a través del cual se puede completar el primario. En este espacio, además, se brinda apoyo escolar y se detectan y tratan adicciones.
«Que el Plan FinEs esté aquí nos da muchas ventajas. En estos barrios se da una paradoja similar a la que ocurre en los countries: los que están adentro tienen miedo de salir. Entonces, eso facilita que sigan los estudios», explica Figueroa, quien también encuentra beneficioso que el PAEByT se dicte allí: una vez terminado el primario, los «engancha» para seguir el secundario.
Esta idea de cerrar sedes continúa Figueroa, no sé si es por ignorancia de los que están arriba o es directamente malicia. A nosotros no nos bajaron ninguna línea concreta, pero sé que hay otros lugares que no dejaron anotar alumnos en el primer ciclo de los tres que tiene el FinEs- y otros directamente fueron cerrados. Reina la incertidumbre.
En San Antonio hay unos diez docentes que dan clases de martes a viernes de 17:30 a 21:30 a unos 45 alumnos, cuyas edades rondan entre los 18 y los 52 años. El título oficial que se otorga es Perito Comercial especializado en Administración de Empresas. Según explican los coordinadores, el Estado no paga ni las tizas ni el material didáctico: todo se mantiene gracias a donaciones y aportes de los profesores. El gobierno sólo abona los sueldos de marzo a diciembre, por lo que los maestros se asumen precarizados. No tienen vacaciones ni aportes.
El Plan FinEs fue implementado en 2008. Desde entonces egresaron unas 800 mil personas. Muchas sedes ya cerraron, entre ellas las que funcionaban en el Renaper, los ministerios de Economía y Educación, la Jefatura de Gabinete, Utedyc, las villas 20, La Carbonilla y Zavaleta, el comedor Estrella de Belén, la capilla Guadalupe, la Superintendencia de Servicios de Salud, el Sindicato de Empleadas Domésticas y Apuba. Como contrapartida, el gobierno apuesta al Programa Adultos 2000 (ver aparte), que se dicta a distancia, online, y cuenta con un solo día presencial, en clases asistidas por uno o dos facilitadores. El título que se otorga es el de bachiller.
Esperanzas en riesgo
Norma tiene 50 años, es de Jujuy y llegó a la 1.11.14 en los años ’90. Crió sola a su hija, que hoy estudia Turismo en la Universidad Nacional de San Martín. Trabaja en «casas de familia» todos los días de 6 a 17. «Egresé del PAEByT y me dije: ahora me toca a mí. Quiero estudiar abogacía cuando termine el FinEs. Me falta un año nada más», cuenta entusiasmada.
Javier es de La Paz, Bolivia, y con sus 19 años ya vivió cinco en Brasil y dos en la Argentina. Orgulloso, explica que en su país llegó a ser el mejor alumno de su clase y a ganar olimpíadas de Matemáticas. Aquí pensó en ser gendarme, pero la mala junta lo separó de los estudios por un tiempo. De su padre aprendió el oficio de sastre, al que le hace honor en un taller clandestino de lunes a sábados, en Bonorino, el barrio más complicado de la villa. El muchacho tiene cuatro hermanos mayores y tres menores; es por estos últimos y su mamá que pretende convertirse «en ingeniero civil, quiero ser un ejemplo para ellos y demostrarle a ella que cambié». El hecho de vivir cerca de la capilla, advierte Javier, fue clave para poder cumplir este sueño.
Celia, 34 años, llegó hace 14 desde Paraguay con el padre de su primer hijo. Acá tuvo tres más: los dos mayores van a un colegio técnico y ella no se quiere quedar atrás. «Estoy en el segundo ciclo del FinEs, lo que sería el tercer año del secundario. Quiero progresar como persona, sumar beneficios en el trabajo y tener una carrera con futuro», indica la mujer, y aclara que en 2013 tuvo que abandonar los estudios para criar a sus niños. Trabaja en una empresa de limpieza de 22 a 6, «para poder estudiar y estar más tiempo con mis hijos. Voy a ser enfermera, estoy ahorrando para poder pagar los instrumentos», describe. «Los profes acá nos tienen mucha paciencia. Nos conocen. Hay mucho compañerismo. Me motiva mucho venir», completa.
La docente de Introducción a la Cultura y la Sociedad, Estefanía Maite Viglieno, cuenta que «el FinEs es una plataforma que supo insertarse en un contexto complejo y que busca restituir derechos que por distintos motivos la gente había perdido cuando tuvo que alejarse de la educación, porque tuvo que salir a laburar, o una infancia complicada, o bien porque su familia debió migrar». «Es fundamental concluye la profesora su existencia en estos lugares. Lo hace más accesible. Así los alumnos no pierden esas ganas de poder seguir creciendo y mejorar.» «
Proceso de reorientación
Desde el Ministerio de Educación descartan que el Plan FinEs deje de existir en 2019, tal como trascendió en algún momento. «Se valoran los logros que ha tenido en la inclusión educativa de jóvenes y adultos, por lo que se ha decidido dar continuidad al financiamiento y avanzar en la implementación de mejoras en la calidad de la oferta educativa que este plan ofrece», afirman los voceros. «Se está avanzando en el desarrollo de una estructura curricular modular a partir de criterios de flexibilidad en tiempo y espacio, y se inició un proceso de reorientación de las sedes para acercar esta oferta educativa a las poblaciones más vulnerables». Desde la cartera que conduce Alejandro Finocchiaro aclararon que el Plan Fines «no es la única política de terminalidad de la secundaria para adultos, ya que las distintas jurisdicciones poseen otros planes preexistentes, que se desarrollan de manera articulada y complementaria».
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