Un glosario de las mejores comedias románticas de ayer y de hoy. Las autoras invitan a un paseo de un centenar y medio de páginas por las sonrisas más amorosas y los besos más apasionados de la pantalla grande.
El asunto es que tengo un leopardo. La pregunta es: ¿Qué voy a hacer con él? (La adorable revoltosa)
Las historias de amor se pueden contar como una aventura o un suplicio. La forma que se elija revelará lo que el autor piensa sobre el tema: ¿es el amor sufrimiento, ya sea por no poder estar con el ser amado o por estar demasiado cerca? ¿O son el enamoramiento y la vida cotidiana en pareja una serie de peripecias un poco ridículas pero encantadoras? Estas nociones separan a los escritores y directores de películas románticas. Quienes hacen dramas románticos tenderán a ver al amor como sufrimiento y quienes hacen comedias románticas, como una aventura con final feliz. Sin embargo, la división no es tan tajante. Hay comedias románticas que presentan el camino hacia el amor como un sufrimiento y otras que lo presentan como un paseo lleno de diversión, por más difícil que sea transitar esta ruta.
Pero hubo una época, entre las décadas del treinta y del cuarenta, en la que Hollywood se dedicó a hacer películas que mostraban que el amor e incluso el matrimonio con un poco de suerte y siempre que sea con la persona correcta pueden ser divertidos. Esas películas afirman que enamorarse es complicado y caótico pero vale la pena. Las comedias románticas de esa era tienen una alegría y libertad que el género nunca recuperó del todo.
Uno de los ejemplos más claros de este tipo de películas es La adorable revoltosa (Bringing up Baby, 1938), de Howard Hawks. En este film, Cary Grant interpreta a David Huxley, un paleontólogo muy serio e introvertido que está a punto de casarse con su asistente y de poner el último hueso que falta para terminar de armar el esqueleto de un dinosaurio, en el que estuvo trabajando durante los últimos cuatro años.
David tiene que conseguir que una señora adinerada done unmillón de dólares para el museo en el que trabaja para poderconcluir su proyecto. Los problemas surgen cuando aparece en escena la aristocrática y despistada Susan, encarnada por Katharine Hepburn, diosa de la comedia romántica de aquellas décadas. Ella decide de inmediato que conquistará a David y lo persigue, arruinando sus planes pero ofreciéndole una muestra de lo divertida que puede ser la vida a su lado. En medio de todos los enredos en los que se meten, que incluyen la búsqueda de un leopardo adiestrado llamado Baby, ambos se enamoran.
La adorable revoltosa es una de las mejores comedias de todos los tiempos, ya sea románticas o de otro tipo. Viendo el film de Hawks se encuentran las características, tipologías de personajes y situaciones que se repiten en otros films contemporáneos a él que constituyen lo que se conoce como screwball comedy (algo así como «comedia alocada»).
La screwball comedy se caracteriza por contar una historia que se va enrollando en sí misma. Surge un problema y la solución a ese problema complica más las cosas y así sucesivamente hasta que, tras llegar a un máximo de locura, se resuelve de una manera más o menos sencilla, si se la compara con los conflictos anteriores. La exageración in crescendo de las circunstancias en las que se ven envueltos los protagonistas son la clave del humor de este tipo de películas. En La adorable revoltosa, David empieza con objetivos claros: conseguir el dinero para el museo, terminar de armar el esqueleto del dinosaurio y casarse. Pero el encuentro con Susan lo llevará a perder el hueso, tener que ocultar su identidad y perseguir a un leopardo. Además de usar una bata de mujer y simular ser un cazador, entre otras cosas.
En el centro de esa espiral de complicaciones de la screwball comedy es donde germina el romance. Mientras los protagonistas están entretenidos intentando salir de los líos cada vez mayores en los que se van metiendo, la pareja principal empieza a disfrutar de la compañía mutua. Para el final de la película, habiendo pasado por tanto juntos, ambos deciden que no tiene sentido vivir una existencia tranquila y aburrida, ya sea solos o con otro compañero menos alocado. Las experiencias vividas les enseñan que vale la pena embarcarse en la aventura que promete ser cada día con esa otra persona con la que nunca se aburren. Esto se ve también en otro gran ejemplo de la screwball comedy, Pecadora equivocada (The Philadelphia Story, 1940), dirigida por George Cukor, en la que Tracy (Hepburn nuevamente) decide volver con su ex esposo (Cary Grant), con quien se sacan chispas, en vez de casarse con su prometido.
«El impulso amoroso en el hombre con frecuencia se revela en términos de conflicto», dice un psiquiatra en La adorable revoltosa, enunciando lateralmente la premisa del romance en el film. Al principio de la película, David está decidido a casarse con su asistente de pelo recogido, quien le dice que no deben ir de luna de miel y que nada en sus vidas lo distraerá de su trabajo. Se nota que él no está muy entusiasmado por el plan pero lo acepta como parte de lo que tiene que hacer. En cambio Susan, con su pelo corto suelto y su espíritu lúdico, lo vuelve loco sacándolo de las casillas. Pero también, al final, lo vuelve loco de amor. Por más que intente escaparse, David termina confesándole a Susan que ese día que pasaron juntos fue el mejor de su vida. Por supuesto, en medio de la declaración de amor ella provoca un accidente y el esqueleto del dinosaurio colapsa: a David no le queda más remedio que aceptar su destino.
Una curiosidad del final de la película de Hawks es que aunque sea romántica no hay ni un solo beso entre los protagonistas. Sí hay, en cambio, mucha insinuación sexual. Por ejemplo, en la escena del restaurante, en la que a Susan se le rompe la parte de atrás del vestido y David la cubre primero con su sombrero y luego con su propio cuerpo. Todo el film está lleno de doble sentidos que sugieren que la agitación que vive la pareja central en sus aventuras en busca del leopardo y del hueso perdido es una especie de juego previo.
Este es otro rasgo típico de la screwball comedy: la velada referencia a la actividad sexual aunque esta nunca aparezca en pantalla. La mayoría de estas películas se produjeron cuando ya estaba en vigencia el código de producción cinematográfica (conocido como Código Hays) con el que los estudios de Hollywood se autocensuraban para «cuidar la moral de los espectadores». Entre sus muchas reglas, una indicaba que un hombre y una mujer no podían estar juntos en una cama, aunque estuvieran en piyama leyendo. La censura nunca es una buena idea pero resulta fascinante ver cómo algunos directores muy talentosos realizaron sus mejores escenas buscando una forma de contar lo que querían sin romper las reglas. La adorable revoltosa, Pecadora equivocada y Sucedió una noche, entre otras, demuestran el poder que tiene la insinuación, sin ser para nada reprimidas. Incluso se podría decir que las películas actuales son mucho menos libres en ese aspecto que estas comedias de la década del treinta.
En Sucedió una noche (It Happened One Night, 1934), de Frank Capra, Ellie (Claudette Colbert) es una heredera rebelde que se casó con un hombre al que su padre no aprueba y se está escapando para que no la obligue a anular el matrimonio; Peter (Clark Gable), es un periodista que quiere conseguir la exclusiva del escándalo. Los dos se encuentran en un ómnibus y él la ayuda a sobrevivir en un mundo que a ella le resulta ajeno. Cuando quedan varados en medio del camino se ven obligados a compartir un cuarto, idea que no convence a Ellie. Peter cuelga una frazada para que funcione de separador entre las dos camas y ante la reprobación de ella, le dice que esa manta es como el muro de Jericó y que él no tiene ninguna trompeta para derribarlo. La referencia bíblica le da tranquilidad a Ellie pero hacia el final de la película, cuando el falso muro de Jericó se derrumbe, servirá como un símbolo de la consumación de la relación entre ambos (después de haberse casado, por supuesto).
En las décadas siguientes las comedias románticas serían mucho menos atrevidas. Incluso en muy buenos exponentes del género durante las década del cincuenta y hasta parte de los sesenta, el sexo quedará excluido del romance. Que en las películas de fines del siglo XX se haga explícito el aspecto sexual de la relación no quiere decir que sean más románticas, ni tengan más sensualidad. Las escenas típicas con un comienzo de besos apasionados y un corte directo a la pareja en la cama, la sábana cubriéndolo a él hasta la cintura y a ella hasta el pecho, son casi siempre menos interesantes que una batalla verbal llena de tensión sexual entre los ex esposos interpretados por Cary Grant y Rosalind Russell en Ayuno de amor (His Girl Friday, 1940).
Los diálogos de la screwball comedy tienen ese poder. Son inteligentes, rapidísimos y graciosos. No hay obviedad en ellos, son pura insinuación. En estas comedias los personajes no hablan para dar información al espectador sino que se trata de un juego de palabras y astucia mediante el cual se crean pequeñas obras de arte. El romance está contenido en esos diálogos y también la comedia, que se acompaña y complementa con los gags físicos.
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