Declararon Darío Machado, Daniel Wejchenberg, Luis Taub y Julio Cabrera. Se juzga a 16 represores por los crímenes de lesa humanidad cometidos contra casi 500 personas, alojadas en tres ex centros de cautiverio de zona sur del Gran Buenos Aires.
Darío Machado fue el primer testigo de la audiencia virtual. “Fui secuestrado por fuerzas conjuntas en mi domicilio de la localidad de Florida a la medianoche del 12 de agosto de 1978. Fui llevado hasta un centro clandestino, que resultó ser El Vesubio, estuve ahí un mes”, se presentó.
El relato indica que el 12 de septiembre fue trasladado a otra sede. “Nos toman declaración y nos dicen que estamos bajo Consejo de Guerra”, apuntó. El 14/15 de septiembre fue trasladado a la Brigada de Investigaciones de Lanús, que funcionaba en Avellaneda, y a la mañana siguiente fue llevado a la Comisaría de Monte Grande, donde estuvo cerca de un mes. “Nos legalizan y nos llevan a la Unidad Penitenciaria N° 9 de La Plata. Fue liberado “por falta de mérito” en mayo de 1979″, explicó.
“Me he movido por el deseo de verdad y justicia, justicia que se tardó bastante en producir. Hay muchos represores que ya han muerto, el paso del tiempo es inexorable, y murieron sin tener ningún tipo de condena. Lo que sí veo y sigo viendo todos los días que ese odio continúa. Era un odio de clase, que mandó a esa gente a torturar, a violar y asesinar. Esa gente sigue impune y sigue haciendo de las suyas, es un problema que tiene nuestro país y la democracia aún no ha resuelto”, reflexionó en el cierre del testimonio.
El segundo testigo fue Daniel Wejchenberg, sobreviviente al genocidio. Fue secuestrado, junto a su esposa Susana (embarazada de seis meses), el 21 de julio de 1978 en su departamento de Capital Federal. Fueron trasladados a El Vesubio, donde estuvo 21 días. “Fui torturado, escuché torturar a otras personas, como mataban a golpes a un compañeros”, recordó.
“Después de 53 días, el 12 de septiembre, me sacan a mi junto a un grupo de siete personas y quedan veintipico de compañeros de los cuales nunca más se supo nada. Nos ponen en la caja de un camión, atados y encapuchados, pero antes nos hicieron firmar una autodeclaración donde confesábamos una serie de delitos subversivos”, detalló, y precisó que fueron al Batallón de logística 10 en Villa Martelli. “Después de estar un rato contra un paredón, nos hacen entrar (…) y nos encierran en dos celdas grandes. Durante toda la noche nos van llamando a declarar, que la declaración consistía en contestar que sí a cada una de las preguntas que hacían”, explicó.
Tras dos días, fueron trasladados a la Comisaría de Monte Grande. “Conseguimos mandar cartas a la familia, no pudiendo decir dónde estábamos y pidiendo ropa y comida. Ahí me enteré el nacimiento de mi hija, el 30 de septiembre”, contó. El siguiente destino fue la cárcel de La Plata, donde pudo recibir visitas de familiares. Estuvo siete meses allí, a disposición del Consejo de Guerra, que se declara incompetente y lo pasa a la Justicia Federal. El 23 de mayo de 1979 salió en libertad, también por “falta de mérito”.
Luis Taub fue el tercer testigo de la audiencia 80 del Juicio Brigadas. Fue secuestrado el 7 de septiembre de 1977 en su casa de Capital Federal. Fue llevado a El Infierno de Avellaneda. “Era un garage grande y al fondo a la derecha había un cuartito, una especie de sala de tortura, por lo menos a mi padre y a mi nos torturaron ahí en varias ocasiones”, recordó. “Yo vi una cantidad de gente apilada que estaba muerta”, lamentó.
El día anterior habían ido a buscar a su padre. Tenían una casa de cambio en CABA. “El motivo de la detención evidentemente ha sido para sacarnos plata”, consideró.
“Yo estuve casi seis meses secuestrado hasta que me blanquearon en marzo de 1978”, precisó ante el Tribunal y las partes. De la Brigada de Lanús fue trasladado a una comisaría de Avellaneda, donde estuvo una o dos semanas, para luego pasar al Pozo de Banfield. “Me tuvieron una cantidad de tiempo y la pasamos bastante mal. A ese lugar habían traído a mi madre detenida también”, señaló. “En estos lugares, como características, siempre habían dos patotas que se turnaban, los buenos y los malos. En ambos lugares me tenían vendado, tabicado y con las esposas puestas, tirado en el piso”, apuntó.
Luego, fue al COTI Martínez y retornó después de un mes al Pozo de Banfield hasta que lo blanquearon en el penal de Villa Devoto. “En el COTI Martínez, a mi papá lo dejaron inválido por un coma diabético”, apuntó. También estuvo detenido en el penal de La Plata y el de Rawson. “Fui juzgado en el camino por un tribunal inventado (Consejo de Guerra) a quienes nunca se los juzgó. Si hay conocimiento de un delito de acción público, espero que tengan la mínima convicción de investigarlos y juzgarlos”, reclamó.
“La casa de mis padres la saquearon en reiteradas oportunidades y de la casa de cambio también desapareció todo el dinero. Cuando salí en libertad, no estaba en condiciones económicas ni anímicas y no pudimos reactivar el negocio. Mi padre falleció ocho meses después de haber sido liberado, como consecuencia de todos lo que le tocó vivir. Yo me fui unos años de Argentina. Se perdió el hotel, el campo, propiedades. Mi mamá fue extorsionada varias veces. Es una cosa absolutamente horrible”, enumeró.
En otro tramo de su alocución, advirtió: “Mis padres murieron y no vieron justicia. Nunca el Estado nos dio un resarcimiento por todo lo que nos robaron. Hemos sido víctimas de terrorismo de Estado. Estamos a 46 años y recién ahora se está empezando a analizar a fondo, es un juicio para los libros. Justicia fuera de tiempo no es justicia para nada”.
Julio Cabrera fue el siguiente testigo. “Son víctimas mi padre, Julio Washington Cabrera; una hermana de él, mi tía Gladys Olga Cabrera de Franco; Rosa Delicia Chaher, la mujer con la que mi padre había tomado la decisión de estar en ese tiempo en el que ocurrieron los hechos“, explicó, y aclaró que la historia se basa en el relato que reconstruyó a partir de la muerte de su madre, en 1997.
“El 18 de septiembre de 1997 fallece mi madre, mis padres estaban separados en ese momento, y a los 27 años yo me quedo con la necesidad de que alguien me hablara de mi padre porque de eso se encargaba mi madre. Me lo construyó como un pilar, relatándome cosas de su vida y crecí con la idea de que habían sido una pareja que se habían separado como tantas otras y mi padre no había vuelto as acercarse a la familia”, explicó. Ese fue el momento en el que recomenzó a reconstruir esta historia.
Su padre fue secuestrado el 18 de octubre 1976 en Villa Mitre, junto a su compañera y su hermana. “Desconozco si mi padre militaba en alguna organización hasta ese momento”, admitió, y aclaró que tenía 45 años, pero precisó que había abrazado la resistencia peronista en 1955. Y contó que recién la semana pasada se enteró, a partir de la citación en esta causa, que su padre estuvo en el Pozo de Banfield.
Yo no tenía ninguna información de mi padre, mi tía ni su compañera. Sí me gustaría compartir una carta que me escribió un ex compañero suyo cuando lo contacté por primera vez en el año 2004. Algunos de los fragmentos indican que “no era de risa fácil, más bien cuando algo le causaba gracia se le dibujaba una leve sonrisa, más bien de complacencia”, tampoco era de hablar mucho. “Tu viejo era un tipo de acción, no se detenía ante nada para llegar a la meta”, señala. “No era un padre ausente sino un padre que nunca dejo de estar”, reflexionó, mientras secaba algunas lágrimas.
Declaró Claudia Bellingeri por Liliana Galetti y reclamó por todas aquellas víctimas del terrorismo de Estado que no fueron identificadas en centros clandestinos de detención y exterminio. “Del total de las víctimas secuestradas, el 46 por ciento no ha tenido la suerte de ser vista”, advirtió la mujer. También declararon los hermanos Alejandro Rómulo y Carlos Alberto Iaccarino, quienes pasaron por El Infierno de Avallenada.
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