Los cazadores no hacen cuarentena y tampoco sus presas

Por: Luciana Rosende

El ciervo de los pantanos es uno de los tres cérvidos anfibios del mundo y el más grande de América del Sur. Se muestra más ante la ausencia de personas, pero corre más riesgos.

Desde que la pandemia de coronavirus llegó para alterar al mundo en todos sus aspectos, circularon imágenes de especies silvestres deambulando libremente por ámbitos deshabitados por las cuarentenas en distintos puntos del planeta, aun donde era impensado verlas. Muchas eran fake news. Y otras, escenas verídicas. En la zona del Delta del Paraná, ese tipo de postales no muestra una realidad cabal. Se ven más animales, sí, pero también más cazadores. Con las autoridades y los controles enfocados en la emergencia sanitaria, una especie en peligro de extinción como el ciervo de los pantanos quedó más expuesta a la caza furtiva y sus consecuencias.

“Me preocupa esa mirada romántica porque es medio ingenua. Estamos viviendo algo totalmente distinto. Este respiro que estaría teniendo la naturaleza no incide en cuánto aumenta o disminuye la población. Eso hay que mirar en una especie amenazada. Uno puede ver un ciervo donde antes no se veía, pero eso es comportamental, no poblacional”, explica el biólogo Bernardo Lartigau, miembro de la Asociación para la Conservación y el Estudio de la Naturaleza (ACEN). “El problema es que de la extinción no se vuelve”, alerta.

El ciervo de los pantanos, que habita en el Delta, está considerado en peligro de extinción por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos. Para protegerlo, se lo declaró monumento natural de la provincia de Buenos Aires (Ley 12.209). Es el ciervo autóctono más grande de América del Sur y uno de los tres ciervos anfibios del mundo. Su cacería nunca se detuvo, pero en los últimos años hubo campañas y programas especialmente orientados a su protección. En plena pandemia y cuarentena, los especialistas dan la voz de alarma.


(Foto: Gentileza Proyecto Pantano)


“La caza del ciervo de los pantanos y de otras especies sigue siendo muy frecuente en el Delta, porque allí hay mucha necesidad y porque los controles para evitarla nunca fueron prioridad. En estos meses fue habitual escuchar la idea romántica de los animalitos recuperándose y vagando libremente por los campos. Eso remite a un cuento de hadas, pero en el fondo es una pesadilla”, alerta el biólogo Javier Pereira, investigador del Conicet y referente de Proyecto Pantano, un plan de conservación para el ciervo del que participan investigadores de universidades y varias ONG. “Cuando empezó el aislamiento social obligatorio, buena parte del personal de seguridad y de las dependencias con injerencia en la conservación de la naturaleza del Delta fue asignada a tareas relacionadas al manejo de la pandemia, lo que acentuó aun más la histórica deuda de protección que ha caracterizado a este humedal. Muchos habitantes de las islas permanecieron en aislamiento en sus casas y, aprovechando el poco movimiento de gente, los animales comenzaron a hacerse más visibles, buscando alimento en sitios más expuestos, que normalmente evitaban. Todo eso se transformó en un combo explosivo”, describe Pereira, y resume: “Animales más visibles, gente menos presente y escaso o nulo control por parte de las autoridades, es el escenario ideal para cazadores que buscan aprovisionarse de carne”.

“La fauna no se está recuperando –reafirma Lartigau–. Al contrario: se liberan zonas y se están haciendo desastres. Hay isleños que lo hacen por una cuestión cultural, y también gente que viene de afuera, que caza para consumo propio o para comerciar”.

Crisis y necesidad

Productores locales, conservacionistas e investigadores dan cuenta de distintos factores detrás de la caza furtiva de ciervos y otras especies, como el carpincho (ver recuadro), en el Delta del Paraná, combinados en distintas proporciones, difícilmente medibles. Hay cuestiones culturales y comerciales, pero también de necesidad económica, agravada por la crisis pandémica.

“Los pibes suspendidos de las industrias o algunos despedidos van y se ponen a ranchear. Uno de los factores es la necesidad económica, pero también nos pasó que nos matan un torito y no se llevan toda la carne, eso no es necesidad”, dice Darío Ceballos, director del INTA Delta, donde han sufrido robos de vacas. “Lamentablemente, hay un circuito de venta ilegal en los barrios. La carne llega a la tarde, la limpian y están vendiendo a 2500 pesos los diez kilos. Ahí sí hay una necesidad y se vende”.

“Donde hay más población vulnerable, muchos vuelven a recurrir a la isla. Ahí, los municipios, la Prefectura, el propio INTA, estamos dando mucha asistencia en este momento. Llevamos semillas, pollitos, tratamos de relevar el conjunto de las necesidades. Pero la isla es medio tierra de nadie”, describe Ceballos.

“Toda el área ganadera de Campana y San Fernando está sufriendo mayor robo y carneada de animales”, asegura un productor que prefiere mantener su identidad en reserva. “En el Delta hay mucho menos movimiento, ves los ríos en los que no pasa nadie, no pasan lanchas. La situación de pandemia afectó la producción y tampoco se ve mucha gente moviéndose para ir a trabajar o barcos madereros. Lo que se ve por las redes sociales es gente que quizás siempre ha cazado, pero ahora puede que se animen a publicarlo”, dice sobre la difusión de fotos y videos con quienes alardean de sus presas.

“En general, actúan muy temprano a la mañana o a partir de media tarde. De noche, no, porque los ríos están muy bajos y no se puede circular ni con una canoa”, cuenta el productor. Manuel Vázquez, guardaparque abocado a la protección del ciervo de los pantanos, apunta que “no se da sólo de noche el ingreso a los predios donde se caza. Se hace también de día. Vemos un cambio en eso, y lo relacionamos con la deficiencia de los controles en este marco de pandemia. En algún punto, el incremento de la caza puede estar relacionado con el aumento del costo de vida en el lugar, donde siempre es más difícil conseguir recursos y adquirir los elementos básicos para vivir, por el aumento del costo de los fletes y demás. Hay personas que se han quedado sin recursos por la pandemia”.

“La caza en el Delta seguirá, el tema es que no se desmadre de un modo tal que no se pueda volver atrás”, alerta el biólogo Lartigau. Y pone el foco en la especie en peligro de extinción a la que dedica su trabajo: “Este ciervo, cuando se le liberan las presiones que tiene, se puede recuperar. El problema es que no lo estamos dejando. Los guardaparques que se ocupan del ciervo son dos. Y ahora, activo, uno solo. No tienen medios para llegar cuando se hacen las denuncias. Sin recursos, sin personal apropiado para semejante territorio, la realidad es que al ciervo no lo estamos conservando”. 

Incendios provocados para salir a cazar

Los incendios que arrasan extensas zonas del sur de la provincia de Santa Fe, producto de las quemas que fomentan los productores ganaderos, no son los únicos por estos días. En la zona del Delta del Paraná también se registraron focos alarmantes, aunque las motivaciones son otras. “Los incendios que tenemos acá básicamente son generados por los que salen a ranchear o a cazar. Los que salen en los diarios son los que llegaron a Rosario, en el norte. Pero la semana pasada acá se quemaron 60 hectáreas del Parque Nacional Ciervo de los Pantanos. Es la gente que sale a cazar”, afirma Darío Ceballos, de INTA Delta.
El parque, en el partido de Campana, fue creado por una ley de 2018 e integra las reservas naturales Otamendi y Río Luján.

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