Este viernes se conoció la decisión de la Justicia que dio lugar a la acción de amparo llevada a delante por la comunidad educativa. El gobierno de la Ciudad no podrá avanzar con la demolición del inmueble hasta otorgar una nueva sede a los estudiantes.
La emblemática escuela de oficios, que fue fundada en 2001, está atravesada por varios años de lucha. En la actualidad, esa lucha es por un lugar de pertenencia. Su creación, en medio de la crisis económica que golpeaba al país fue una iniciativa para dar herramientas laborales en una ciudad en la que escaseaba la mano de obra especializada.
Desde 2016, existe un proyecto para ensanchar la avenida Paseo Colón, luego de varias modificaciones en la zona que incluyeron la demolición de otros edificios. La escuela es el último inmueble histórico sobre esa traza. A pocos metros de ella, se encontraba otro histórico edificio, el Marconetti, que estuvo ocupado por quince familias, a las que el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) ofreció créditos para retirarse, luego de haberlas acusado por usurpación y haber ordenado un desalojo. Una vez deshabitado se lo demolió.
El Gobierno porteño ya llamó a licitación para tirarla abajo mientras la lucha por conseguir un lugar físico donde trabajar lleva tres años. El compromiso de los educadores, alumnos y vecinos abrió un camino de esperanza hacia una salida favorable para la preservación de la cultural patrimonial del barrio.
La semana pasada, la justicia porteña hizo lugar al amparo de docentes y estudiantes y frenó la demolición «hasta tanto se encuentre efectivamente disponible otra sede para ser utilizada a tales fines o se dicte sentencia de fondo, lo que ocurra primero”.
Se busca a través del amparo que se otorgue a la Escuela Taller del Casco Histórico otro para uso definitivo y no transitorio. Que además cumpla con las condiciones necesarias y las características con las que cuenta el actual edificio ubicado en Brasil 200 para garantizar que se realice una correcta capacitación de los distintos oficios.
Jorge Moyano hace tres años es alumno de la escuela. En los dos primeros se capacitó en ornamentación artística y actualmente cursa el primer año de ornamentación edilicia. «Durante todos estos años el gobierno de la Ciudad nos otorgaba soluciones provisorias a lugares no adecuados para los talleres, como por ejemplo lugares sin ventilación. Un lugar ventilado es fundamental para los oficios como el de yesería o albañilería”, cuenta.
En esa misma línea, Alberto González, profesor, expresa: “Nosotros sabemos cuál es el mejor lugar para la escuela taller lo tenemos re claro, es el que tenemos en Brasil al 200”.
En esos años, distintas propuestas de mudanza hechas por el Gobierno de la Ciudad no se concretaron. La primera fue para desembarcar en Altos de Elorriaga, una casa edificada alrededor de 1820 en Alsina y Defensa. La siguiente propuesta fue para trasladarse al edificio del ex Padelai, en San Telmo, que fue restaurado recientemente y ahora alberga la sede de la Comuna 1. Pero finalmente ese plan, planteado a fines del año pasado, también quedó en la nada. Pasado un tiempo, un nuevo plan fue relocalizar la escuela de forma temporal en un edificio del Ministerio de Cultura, en Alsina 963.
“Durante años hemos escuchando a los funcionarios porteños hablar de la re-valoración del casco histórico de la ciudad, pero cuando vemos en lo concreto, en el día a día tenemos más dudas que certezas porque este edificio es el único que queda de la época industrial y cuando perdamos lo patrimonial vamos a perder una parte importante de nuestra historia. Son prácticas y conceptos que se repiten a lo largo del tiempo, lo que hoy reconocemos como casco histórico o lo que ha quedado, lo que sobrevivió en algún momento han querido demolerlo completamente”, denuncia Jorge Carrachino integrante del colectivo Casco histórico Protege, quien analiza de forma global la problemática y el maltrato que sufrió la historia patrimonial de la Ciudad Buenos Aires.
«Sobre el Metrobus, realmente consideramos que no es necesario demoler el edificio donde funciona la escuela taller. Medimos el ancho de la avenida Paseo Colón en la intercepción con Brasil que es mas angosta y tiene prácticamente el mismo ancho que avenida Cabildo a la altura de Larralde donde pasa el Metrobus Norte y donde circulan la misma cantidad de líneas de colectivos. Por ese motivo, nos preguntamos cuál es el criterio. Y si seguimos comparando con contracciones similares que ya se encuentran en funcionamiento, hablamos del Metrobus de 9 de Julio , el cual creemos que es el caso más paradigmático porque circula un intenso tráfico y la traza se angosta en dos partes a la altura del Obelisco, y del edificio de Desarrollo Social”, concluye.
En febrero de 2018 se realizó una licitación pública por más de $21.000.000 a fines de reformar el inmueble. El objetivo era demoler la fachada sobre Paseo Colón y reformar las aulas interiores, pero ahora, se busca por tirar el edificio entero. Según una resolución publicada en el Boletín Oficial, el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad invertirá $8.987.552 para derribar la Escuela Taller.
La restauración como herramienta de transformación de vidas
La escuela ofrece a la comunidad un espacio de enseñanza gratuito donde se enseñan oficios como la carpintería y la yesería, entre otras labores tradicionales que aún tienen vigencia. Allí se recomponen muebles y objetos de valor patrimonial público, y también se capacita a los responsables de mantener ciertos edificios porteños. Actualmente cursan 250 alumnos. La oferta de cursos gira en torno a cinco ramas: restauración de edificios, lutería de cuerdas, ornamentación artística, restauración de mobiliario y esgrafiado.
Efraín Cruz, integrante del colectivo » Casco Histórico Solidario», comparte una experiencia vivida en los primeros años de la escuela. “Revitalizar no es más que darle a algo una nueva vida después de un proceso de deterioro y eso es restaurar. No está mal la palabra revitalizar, no es poner algo nuevo es justamente lo que hace la escuela taller o para lo que capacita con la finalidad de salvaguardar el patrimonio. Lo más importante es la restauración del ser humano”, define el formador. “A finales de los 90 empezamos a trabajar con los chicos del barrio debido a que la violencia crecía cada vez más. Entonces dijimos, ‘bueno antes de la represión vamos a ver qué pasa con la prevención’. De este modo, darle capacitación a los jóvenes de un barrio rico en cultura con la posibilidad de insertarse en el desarrollo de su propio barrio. En este sentido resaltamos el caso de Pablo Romero, conocido como “Pablincha”, un joven ‘terrible’ que encontró en la escuela otra forma de ser terrible: se fue a Brasil y creó en Río de Janeiro la primera escuela de restauración. Tiempo después fue convocado para ser parte de la comitiva de técnicos que restauración del Cristo Redentor”, cuenta, emocionado.
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