La víctima tenía 26 años y un bebé de 41 días. El 12 de agosto de 2018, por no frenar en un retén de Prefectura en Parque Patricios, lo agentes lo balearon y provocaron que choque contra una camioneta. Cuando se acercaron, en vez de asistirlo, recogieron las vainas para quedar impunes.
Bocha Rego tenía 26 años cuando, en la madrugada del domingo 12 de agosto de 2018, estaba a bordo de la camioneta Peugeot Partner blanca que había comprado hacía una semana para trabajar. Aún no tenía todos los papeles y estaba yendo a buscar a su compañera y a su bebé recién nacido. Por temor no se detuvo cuando lo pararon agentes de la Prefectura Nacional.
«Mi hijo no para en la avenida Amancio Alcorta donde había ocho prefectos y Brítez lo corre una cuadra, inocentemente él gira en U por la calle Monteagudo y agarra Ancaste, por lo que vuelve al mismo lugar en el que estaba el control porque él iba a Nueva Pompeya a buscar a su esposa y al hijo», recordó su papá, Jorge. El joven fue perseguido, le apuntaron sin darle la voz de alto y le dispararon. Recibió un balazo en la espalda y la mandíbula y cayó contra el volante. Manejó dos cuadras más, hasta que chocó contra una camioneta estacionada. Los prefectos lo vieron pero no lo asistieron: se acercaron a recoger las vainas.
El principal imputado en el juicio que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 es el prefecto Pablo Brítez, acusado de ser autor material del «homicidio agravado», que prevé la pena de prisión perpetua. Tanto querella como fiscalía pidieron esa pena.
Entre sus compañeros en la fuerza que intervinieron en el hecho, sólo Cristian López llega detenido a esta instancia del juicio. Lucila Carrizo, por ser paciente de riesgo ante el coronavirus, tiene prisión domiciliaria. Los demás -Axel Díaz Guevara, Javier Fernández, Rubén Viana y Mariano Paredes- están libres, acusados por «encubrimiento e incumplimiento de los deberes de funcionario público».
“A Brítez ambos le pidieron perpetua. López y Carrizo son los que subieron al auto con Brítez y fueron donde había chocado el Bocha y lo vieron moribundo y se fueron. Siempre digo que no solo lo mataron, sino que lo dejaron morir. Volvieron y agarraron las vainas y se fueron a dormir tranquilamente. Está todo filmado”, remarcó Jorge. “Yo tengo toda la confianza, pero no paro de llorar. Siempre me dijeron que era duro”. La pandemia dificultó aún más el tema y obligó a que gran parte de las audiencias fueran virtuales. Para este jueves la familia directa de la víctima ya tiene autorización para asistir de forma presencial. La Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, en la que milita, también estará presente frente a los tribunales para acompañar.
“Dios quiera que se haga Justicia”, pide Jorge. Y cuenta que su nieto Bastian es “el que me alegra la vida después de lo que pasó con el Bocha”. Al nene le dijeron que su papá está en el cielo: saluda y le habla a la estrella más brillante que se ve desde su patio.
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