Se veía venir. Pero no por eso la desazón fue menor. La oficialización del temario para las sesiones extraordinarias de febrero dejó afuera a la Ley de Humedales, que así perdió estado parlamentario por tercera vez. Desde distintos puntos del país, militantes ambientalistas que llevan años poniéndole el cuerpo al reclamo expresaron su bronca y anticiparon que seguirán exigiendo que se regule el uso y resguardo de estos grandes ecosistemas de agua dulce, esenciales para la vida.
“¿Cuándo van a entender que, si no protegemos las fuentes de agua, la vida así como la conocemos tiene sus días contados?”, se pregunta Silvia Rojas, de la Asamblea en Defensa del Agua y la Tierra de Mallín Ahogado, que viene batallando nada menos que contra los avances del magnate Joe Lewis en el Cerro Perito Moreno, en Río Negro. “En nuestra región, los mallines de altura –una suerte de esponja natural- son los humedales que tenemos que proteger a como dé lugar, porque allí se almacena el agua durante las lluvias y nevadas del invierno, que luego va drenando hacia los ríos y arroyos, y alimenta también las napas de agua, con las que nos abastecemos durante la sequía de verano. Con el cambio climático, cada vez más notorio, las lluvias y nevadas son más escasas y los veranos más secos. Necesitamos de esos mallines para vivir”, remarca la mujer, en diálogo con Tiempo. “Si no tenemos una herramienta legal como la Ley de Humedales, para poder proteger a los mallines, nuestra tarea va a ser cada vez más difícil, porque para muchos son sólo tierras anegadas que hay que rellenar para poder venderlas, pero para nosotros son fuente de vida y las vamos a seguir defendiendo de la especulación inmobiliaria, como lo venimos haciendo hasta ahora, claro que si tuviéramos una Ley que nos respaldara, todo sería más fácil”.
Desde el sur de Santa Fe, Fernanda Del Carlo responde con furia. Pertenece a la organización Salvemos los Humedales Villa Constitución y considera que la caída de la ley implica “ofender por parte de nuestro gobierno el artículo 41 de la Constitución Nacional, que dice ‘derecho a un ambiente sano’”. En una zona afectada por las quemas, el humo, la bajante del Paraná y la sequía, Del Carlo lamenta que “los negocios inmobiliarios, agroganaderos y megamineros” hayan tenido más fuerza que el impulso social y ambientalista por la Ley de Humedales. Una medida que se consensuó entre distintos sectores y hasta se impulsó mediante una caravana con kayaks hacia el Congreso, por iniciativa de la Multisectorial de Humedales de Rosario en agosto pasado.
“Dejar caer la ley de humedales es justamente eso, darles rienda suelta a los dueños del mundo (que son muy pocos) para oprimirnos como pueblo y privarnos de todo derecho al bienestar. En el caso particular de nuestro Delta del Paraná sentimos una persecución sistemática a nuestro instinto de supervivencia o conservación por medio del fuego (…) El humo de nuestro humedal te asfixia y el Estado se borra como garante de derechos”, denuncia la ambientalista de Villa Constitución. Y resalta: “Porque somos sauce, ceibo, camalote, irupé, sudestada, yarará, garza, caracol, surubí y sudestada (…) seguiremos luchando todos los días un poco por un cielo limpio que se refleje en nuestro río marrón y organizándonos frente a la desolación y la miserias de un Estado negador y ausente”.
“Yo vivo en un humedal y todos los días percibo el nivel de destrucción”, dice Daniel Bracamonte, del Movimiento De Raíz, desde el Delta del Tigre. Cuenta que “en este momento estamos marchando a tratar de frenar un barrio privado con 50 casas, donde han bajado una retroexcavadora que pesa toneladas para hacer canalización y movimiento de tierras en el medio de un humedal prístino, en la primera sección de Tigre, a metros del continente. No es algo oculto, es una zona visible”.
La caída de la Ley de Humedales no lo sorprende. “No avanza porque afecta los negocios del gobierno. Esta teoría de reiniciar la economía para ir hacia una economía verde es una falacia absoluta. ¿Cómo se puede hacer sin ley de humedales? Dicen que van a duplicar los alimentos para exportación. Entonces van a ir sobre bosques y humedales, no hay otra frontera para lo agropecuario. La Ley de Humedales implica que eso no está permitido. El otro negocio que los gobiernos quieren mantener vivo es el del desarrollo inmobiliario de alta gama, que es el que genera dinero a los desarrolladores y tasa de impuesto a los municipios. La clase media alta quiere vivir sobre la cuenca de los ríos, como en Tigre y Escobar. Estas tierras están más cotizadas que nunca. Por eso la Ley de Humedales no puede existir. Porque impediría que estos grupos inmobiliarios sigan”, sostiene. Y advierte que “si sale va a ser tan lavada que no va a tener ninguna implicancia en la vida de los espacios naturales, como la Ley de Bosques”.
La pérdida de estado parlamentario para este proyecto, por tercera vez tras los intentos de 2013 y 2016, se da en un marco de emergencia ígnea declarado por el Ministerio de Ambiente, conducido por Juan Cabandié, y pese a que la iniciativa había sido prometida por el Frente de Todos durante la campaña electoral. “Pese a que es un reclamo que ya lleva más de 10 años, el Congreso Nacional sigue desoyendo este reclamo ciudadano. No ha prosperado básicamente por la falta de interés y de compromiso político de muchos de nuestros representantes y por la falta de impulso del Poder Ejecutivo. Parece que las autoridades, a distintos niveles, escuchan más la presión del lobby extractivista que se oponen a la ley –las actividades agroindustriales, mineras, de desarrollo inmobiliario a gran escala- que al reclamo de la ciudadanía”, cuestiona la abogada ambientalista Ana Di Pangracio, de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (Farn).
Así, lamenta, “seguimos sin tener una ley de presupuestos mínimos de protección ambiental que permita conservar y usar responsablemente los humedales en el país, que hoy atraviesan severos procesos de destrucción y degradación”. Di Pangracio apunta que “no contar con esta ley atenta contra ecosistemas que son grandes reservorios de agua dulce, que son esenciales para la vida en el planeta, y eso incluye a la vida humana. Son filtros depuradores, amortiguan el impacto de las lluvias y almacenan más carbono que ningún otro ecosistema. Son grandes aliados para hacer frente a la crisis climática. Y hay un componente humano asociado a los humedales, se encuentran unidos a diversas culturas y tradiciones, eso también hay que protegerlo”. Eso también quedó desprotegido.