La pandemia llegó para transformar los hábitos cotidianos. Sobre todo, nuestras costumbres relacionadas al traslado. No obstante, no todas las personas tienen las mismas posibilidades de adaptación a las restricciones vigentes en relación al transporte público en Argentina. En esta ocasión, por una cuestión de disponibilidad de datos, nos centramos en el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
En particular, entre los diferentes grupos que componen nuestra sociedad, las mujeres parecen ser las más afectadas por las limitaciones de uso del transporte público. Pero, ¿cómo llegamos a esta conclusión?
En primer lugar, identificamos que no sólo las mujeres hacen mayor uso del transporte público que los varones, sino que también registran una utilización menor de vehículos privados. Según un informe elaborado por el BID (2019a), esta es una tendencia a nivel regional. En particular, en CABA (2010) las mujeres utilizaron medios de transporte públicos un 7% más que sus pares varones y vehículos particulares, un 10% menos.
Este fenómeno se encuentra reforzado por la desigual distribución de las licencias de conducir cuya base se encuentra en la presencia de sesgos de género en las familias, responsables de la educación vial en Argentina. Según estadísticas de la ciudad de Buenos Aires, en 2019 el 63,2% de las licencias de conducir clase B.1 y B.2 estaban en manos de varones y sólo el 36,7% pertenecían a mujeres.
En segundo lugar, ante la actual restricción del uso del transporte público a excepción de tareas esenciales, el patrón de mayor utilización de este por parte de mujeres se perpetúa, ya que ellas se encuentran sobrerrepresentadas en estos sectores. En base al informe “Las Mujeres en el Mundo del Trabajo” elaborado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, las mujeres en el 3er trimestre de 2016 constituyeron el 71% del sector salud.
En este sentido, nos encontramos con que antes de la pandemia, el 80% de las mujeres usuarias del transporte público en CABA sufrió violencia física o verbal (Setien; 2018). Y si bien no tenemos datos en contexto de pandemia, hay múltiples estudios en proceso que buscan determinar si el acoso dentro del transporte público incrementó o no. Las hipótesis principales predicen menores niveles de acoso por la disminución en las/os pasajeras/os y más riesgo de robo por la misma razón. Por último, al respecto también se registraron mayores índices de discriminación hacia el personal de salud.
Por lo tanto, desde Grow planteamos que hoy las mujeres en contexto de COVID-19 enfrentan una doble problemática. Quienes ejercen tareas esenciales, en muchos casos, se ven obligadas a utilizar el transporte público, ya sea porque no tienen auto o quien las lleve o por la tratarse de largas distancias que impiden el uso de bicicletas. Y al hacerlo se exponen a inseguridad, incrementos en el tiempo de viaje (por los cambios en las rutas y la menor frecuencia) y mayores gastos (porque en algunos casos deben tomar más de un medio). A la vez, aquellas que no realizan actividades esenciales y, en consecuencia, no pueden utilizar el transporte público; tienen más probabilidad de encontrarse sin posibilidad de movilización alguna.