A roquear

La presentación del proyecto Labs de El gato y la caja, el jueves 15 de diciembre, lejos del acartonamiento de un congreso académico reunió a un público mayormente de entre 20 y 30 años sin otra motivación que la curiosidad por ser parte de un evento científico. El Centro cultural de la ciencia –al ladito de Conicet y pocos días antes de que fuera tomado por becarios e investigadores– se colmó por más de las dos horas que duró el evento, y los participantes se dedicaron a hablar de ciencia con una energía muy parecida a la de un concierto de rock.

El clima de diversión se entiende por la voluntad de continuar un diálogo que comenzó en las redes sociales. Mientras los integrantes del proyecto armaban la planta baja del Centro, Paloma Urtizberea, neurocientífica y coordinadora de proyectos, explicó a Tiempo porque cree que este proyecto tiene tanto éxito, “El Gato se paró en un lugar que no ocupaba nadie, cuenta con un tono ameno y cómplice, y apunta a un público que está interesado pero no encontraba un espacio de cultura y debate tan particular. Se generó un espacio en el que gente que no se conoce pero tiene intereses en común puede interactuar.”

Al comenzar a caer la tarde, mientras el Centro se llenaba de murmullos, Juan Manuel Garrido, uno de los fundadores y diseñador del proyecto, contaba que “el Gato surgió de la necesidad de hacer comunicación de ideas que nos parecen piolas y que no están presentes en el mundo de la comunicación, con estrategias diferentes, como comunicar visualmente. El logo de Labs trata sobre la transparencia, para contrastar con la idea de que la ciencia es una caja negra.”

Y explicó la función del diseño en la comunicación de ideas complejas: “En lugar de una planilla de datos inmensa que pocos pueden entender, buscamos un gráfico interactivo que no requiere que uno sea un científico experto para entenderlo y acceder a los datos. Tratamos de usar todas las herramientas de diseño que conocemos para que más usuarios accedan a mejor información de manera más directa sin interpretaciones en el medio.”

Los asistentes –el público habitual de este proyecto– provienen de diferentes áreas, como Ciencias Ambientales, Edición, Informática, por mencionar algunas de las muchas que declararon los consultados por este diario; tienen en común haber conocido el espacio en las redes sociales; Mariana, por ejemplo, vio una entrada compartida en Twitter sobre el bajón del porro y cuando la leyó se encontró con que tenía fuentes, base científica y de ahí siguió con otras notas; Fabián, que fue con una patineta colgando de la mochila, contó que lo conoció través de Facebook le encantó el tono y el ángulo original con que bajan ideas a un lenguaje simple, y la mezcla de ciencia y diseño, sin un lenguaje “denso”; Luciana, fanática de los videojuegos, “picó” a través de un artículo sobre intuición artificial.

Tal vez se trata, como explican en su web, de que ven a la ciencia como “una herramienta indispensable para la mejora de una sociedad” y así la vuelven indistinguible del resto de los elementos que forman la cultura.

Labs

El espacio Labs, es la pata de investigación de El gato y la caja, aquí se proponen generar conocimientos nuevos, no sólo divulgar.

Básicamente, se trata de experimentos con mucha gente sobre temas como la toma de decisiones, cuán engañables somos las personas, por qué se piensa de una manera y no de otra.

Con la presencia de los científicos patrocinadores Mariano Sigman, Andrés Rieznik y Federico Zimmerman, más el equipo de El gato y la caja, más el público que no sólo los sigue sino que forma parte activa del proyecto el encuentro fue una suerte de congreso científico rockeado (y no por esto poco riguroso).

El jueves presentaron los resultados de los proyectos de investigación online que realizaron durante los últimos meses: Ceguera a la elección política, Moravec y Moral. En el primer caso, Andrés Rieznik explicó que se hicieron preguntas sobre posiciones políticas durante el balotaje entre Scioli y Macri y luego repreguntaban diciendo lo contrario y pidiendo que justificaran esa posición como propia cuando en realidad no lo era. Más de 3800 usuarios formaron parte del proyecto y algunos de los resultados fueron que cuanto más de acuerdo o de desacuerdo se tiene con un tema más difícil es engañar a una persona, además encontraron que, en promedio, las mujeres fueron menos engañables que los hombres, y los votantes de Scioli menos que los de Macri.

También observaron que los temas en los que era más difícil engañar a los votantes del FPV y los del macrismo eran diferentes, mientras que la tasa de detección del engaño en los primeros subía en temas como la Ley de Medios o planes sociales; la de los votantes amarillos crecía en temas relacionados a la transparencia. Además midieron, compararon y observaron una diferencia significativa en el nivel de confianza puesto en las respuestas manipuladas respecto de las no manipuladas, es decir, que aunque no detectaran el engaño en el cambio de la respuesta, el nivel de confianza (medido de 0 a 10) bajaba.

En los temas de moral, se contaron experimentos en los que se medía la respuesta del público respecto de si es más fácil apretar un botón que empuja a alguien o empujarlo uno mismo; o se midieron las respuestas frente a distintas posibilidades respecto de una situación hipotética como si se sacrificaría a una persona por salvar a cinco. En realidad, los problemas eran algo más complejos que este resumen y, en todo caso, el aspecto lúdico siempre estuvo involucrado en preguntas complejas explicadas de manera sencilla, con onda y a través del método científico.

Quien se pregunte cómo la ciencia puede generar tanta pasión, no tiene más que visitar la web de estos gatos y solito se irá enredando en una de las aristas más críticas y productivas del mundo online.

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