Fue impulsada por el sector más revolucionario. Abolió la tortura y decretó la libertad de vientres, pero dejó heridas abiertas: luego vendría la guerra civil entre unitarios y federales y el quiebre con la Banda Oriental.
La historia del proceso revolucionario en el Río de la Plata a comienzos del siglo XIX tuvo diferentes experiencias de gobierno que en la mayoría de los casos duraron un puñado de meses: la Primera Junta, la Junta Grande, la Junta Conservadora, los dos Triunviratos, y el Directorio. Desde sus inicios hubo en nuestro territorio libre distintas vertientes, luchas internas, choques ideológicos, políticos y económicos de qué país ser y cómo manejarnos.
Las incertidumbres en esos primeros años post 1810 rondaban en torno a las características, fundamentos y atribuciones que tendría el gobierno, así como su extensión geográfica. Mientras crecía la demanda: se necesitaba una Asamblea Constituyente para sentar las bases del futuro Estado.
El proceso revolucionario americano se vincula con la crisis en que se sumió la monarquía española desde 1808, luego de la invasión de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte que incluyó la captura y prisión del rey Fernando VII. En 1812 se sancionó en Cádiz (España) una Constitución que creaba una monarquía constitucional de corte centralista. Sin margen para las iniciativas locales de autogobierno dentro de ese régimen monárquico, para el gobierno del Río de la Plata se imponía el horizonte de la independencia.
En octubre de 1812 un movimiento militar encabezado por los integrantes de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro (de la que formaba parte San Martín) puso fin al Primer Triunvirato y lo remplazaron por el Segundo Triunvirato, afín al sector más “radical” de los revolucionarios. Fue este nuevo gobierno el que hizo la convocatoria para el primer Congreso Constituyente del Río de la Plata. La fecha pautada: enero del año siguiente.
Originalmente asistieron 17 diputados (de un territorio que abarcaba menos de la mitad de la Argentina de hoy). Entre ellos, personajes históricos como Carlos de Alvear, Perdriel, Larrea, Gervasio Posadas, Vicente López y Planes, Valentín Gómez, Juan Ramón Balcarce, José Ugarteche, Bernardo Monteagudo y José Moldes. El secretario fue Hipólito Vieytes, uno de los primeros economistas de nuestra historia, que ya advertía los peligros de dedicarse exclusivamente a la ganadería, descuidando la agricultura y la industria «que hacen fuertes y autónomas a las naciones».
La Asamblea General Constituyente funcionó entre enero de 1813 y enero de 1815, asumiendo la soberanía en representación del pueblo. Durante su existencia sancionó diversas medidas, entre las que se destacan la libertad de prensa, la libertad de vientre de las esclavas, la eliminación del servicio personal de los indígenas, la supresión de los títulos de nobleza y la eliminación de los mayorazgos (un sistema de reparto de bienes que favorecía al hijo mayor); además, se excluyó de la fórmula de juramento la fidelidad al rey Fernando VII, se eliminó su imagen de monedas y documentación oficial, y se declaró la independencia de las autoridades eclesiásticas fuera del territorio. Estableció la libertad de culto, al tiempo que dispuso que el culto oficial sería el catolicismo. Se abolieron la mita, la encomienda, la inquisición y la tortura. También buscó por primera vez sentar las bases de una identidad como pueblo, estableciendo la celebración del 25 de Mayo, el principio de soberanía y la creación de un himno.
Paradójicamente, si bien entre los objetivos principales de la Asamblea se encontraban la declaración de la Independencia y la sanción de una Constitución, esto no prosperó: los desacuerdos entre los representantes de las Provincias Unidas respecto de los proyectos circulantes minaron cualquier posibilidad de éxito. La principal discusión (que se arrastraba desde 1810 entre morenistas y saavedristas) giraba en torno al carácter centralista o federal del futuro Estado. Algo que arrastra el país desde su origen hasta nuestros días. Un cruce, por ejemplo, fue que la proclama declaraba a los diputados como representantes del pueblo «de la Nación» y no de las «provincias». Esto, sumado al rechazo a los diputados de Artigas, marcaría otro hito histórico de la Asamblea: el enfrentamiento y la separación con la Banda Oriental. Y en pocos meses estallaría la guerra civil entre unitarios y federales, con el Directorio ya como gobierno.
Así se diluyó la posibilidad de dictar una declaración de independencia, mientras crecía el temor a una restauración monárquica en España, con el retroceso de las fuerzas napoleónicas. Pero fue el primer precedente de dejar asentadas las bases de una nueva nación, llena de cruces, conflictos y contradicciones. Centralistas y Federales. Conservadores y Revolucionarios. Huellas que aún se pueden ver en la Argentina del siglo XXI.
La coyuntura de 1812 favoreció el crecimiento de los sectores identificados con el ideal revolucionario más radicalizado, resumido en los objetivos de declarar la independencia y sancionar una Constitución, frente a los grupos dirigentes más conservadores. Ahí se destacaban la Sociedad Patriótica, liderada por Bernardo de Monteagudo, y la Logia Lautaro, a la que se sumaron los recién llegados de Europa, José de San Martín y Carlos de Alvear, oficiales criollos formados en el Viejo Continente. Ambas organizaciones confluirían en su voluntad de tomar el control del proceso revolucionario. Para eso, un objetivo clave sería la formación de un ejército libertador entrenado de manera profesional. El otro paso consistía en sacar al Primer Triunvirato. Esa acción fue encarnada por integrantes de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro, de la que formaba parte San Martín, lo que podría llevar a una pregunta: ¿El Padre de la Patria formó parte del primer Golpe de Estado de nuestra historia?
BERNARDO DE MONTEAGUDO:
Tucumano. Fue abogado, político, periodista, militar y morenista; promotor de la rebelión de Chuquisaca, íntimo de San Martín. Lo mató un sicario en Quito en 1825 cuando trabajaba para Simón Bolívar.
HIPÓLITO VIEYTES:
Filósofo, jefe de milicia en las invasiones inglesas y uno de los primeros economistas del país. Tuvo la jabonería donde se reunían los revolucionarios. Fue secretario en la Asamblea del XIII. Murió desterrado en 1815.
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