Juguetes no sexistas, un intríngulis para padres y fabricantes

Por: Gustavo Sarmiento

En el Día del Niño, la intención de "desprincesar" los regalos para nenas o sacarles a los colores –el rosa, el azul– su carga de género no halla mucho eco en la oferta de las jugueterías. Pero hay excepciones.

Para un niño, un juguete no es sólo jugar. Es una herramienta fundamental para sus primeros aprendizajes y algo que incluso puede llegar a moldear un mandato de vida. Y en una época en que el paradigma binario de los géneros está en crisis, el debate por los roles y estereotipos «naturalizados» en el mundo de los juguetes no es un dato menor. Días atrás, el anuncio de una cadena de supermercados con motivo del Día del Niño, que rotulaba a las nenas con lo rosa y la cocina y a los nenes con lo azul y los autitos disparó las críticas hacia esa mirada sexista de los juguetes.

Los complejos, en todo caso, corren por cuenta de los adultos. Los niños no se preguntan por colores ni etiquetas. Un ejemplo es León. Casi tres años, el nene de Ramos Mejía les pidió a sus papás una cocinita. «Y acepté, obvio, si es lo que él quiere. Son todas rosas, pero encontré una color gris», dice su padre, Gastón. Una simple recorrida por jugueterías, shopping y tiendas virtuales permite apreciar cómo se segmentan los regalos. Tareas del hogar y set de belleza para nenas; fútbol, autos, construcción y violencia para nenes.

Cuando Carrefour lanzó una campaña en la que se veía a un niño con casco y un auto junto a la frase «con C de campeón», y a una nena con una cocina de color rosa y la leyenda «con C de cocinera», rápidamente generó repudios en las redes y la firma debió pedir disculpas y retirar los carteles. Pero no es un caso aislado. El Mundo del Juguete ofrece en su web una guía para clientes en sintonía con la clásica pregunta de juguetería: «¿El regalo es para nena o nene?». Si el usuario opta por buscar un regalo para un nene de tres a seis años, le ofrecen productos de Cars y la pelota de Messi. Si, en cambio, es para una nena de la misma edad, lo primero que surge es el castillo de Princesas, muñecas Barbie, una soga para saltar y la caja registradora de Princesas a $ 1359. Todo rosa.

La reafirmación sexista también se ve en sitios como Mercado Libre, donde una juguetería con locales en Almagro y San Isidro ofrece una cocina «para nena infantil, compacta, completísima. Para empezar desde chiquitas a jugar con los juegos de rol». En otros, como La Rana Charlatana, la oferta parece más diversificada. No se segmenta por género, y hay juguetes como la cocina de Duravit con niño y niña en la portada, de colores azul y rojo.

Felisa Widder, pediatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina, habla del peligro de los «roles congelados»: «Es importante que los niños y las niñas jueguen con libertad y sin falsos preconceptos, que pueden ser frustrantes y precondicionar supuestos falaces». Y agrega: «Es importante respetar y aceptar el juego de los niños o niñas en general sin prejuicios que perturben el desarrollo emocional ya que el juego es elaborativo».

Dentro del sector de los fabricantes se percibe más apertura que en el de los exhibidores, sobre todo en los pequeños productores, más allá de avances en grandes marcas como Playmobil y Mattel.

En 2014, los diseñadores industriales Laura Lospennato y Manuel Saintotte encabezaron el nacimiento de Ikitoi, con depósito en Flores y oficinas en Palermo. Una marca de juguetes «libres de género», clasificados sólo según su temática. En su web elaboran textos críticos. Es el caso de «Juguetes y estereotipos de género», donde afirman que los juguetes sexistas «reproducen y perpetúan estereotipos de género rígidos y demodé en relación al mundo de hoy: las niñas deben ser tranquilas, vanidosas y dedicarse a las tareas de la casa; mientras que los varoncitos deben ser fuertes, competitivos y llevarse el mundo por delante». Y se preguntan cuáles son las consecuencias que acarrea reproducir y perpetuar estereotipos: «Promueven la discriminación, replicando la desigualdad. Alejan a los niños y niñas de sus verdaderos intereses. Y limitan las oportunidades de desarrollo».

Jeongmee Yoon, fotógrafa surcoreana, intrigada por la asociación de colores a niñas y niños, los retrató inmersos en rosas y azules que inundan sus habitaciones. «Quería mostrar el grado en que los niños y sus padres, consciente o inconscientemente, están influenciados por la publicidad y la cultura popular. El azul se volvió un símbolo de fuerza y masculinidad, mientras el rosa simboliza dulzura y feminidad», declaró en un especial de National Geographic dedicado a la diversidad sexual.

Desde la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) sostienen que el cambio ya arrancó: «La realidad es que los niños no hacen distinciones sino que se divierten sin asociar un color o un juguete específicos a un género. Hoy en día, hay fabricantes que han impulsado cocinitas sin la distinción de colores para poder fomentar la diversidad. Un claro ejemplo de esto es la línea Petit Gourmet, con un enfoque sin distinciones de género».

Julián Benítez, gerente de Relaciones Institucionales de la CAIJ, avala la idea de que el complejo es de los adultos, y no de los niños: «Tengo un nene de dos años y ocho meses. Me pide un kinder rosa, porque le gusta el rosa. Y está muy bien. También un bebote. Incluso los pediatras recomiendan que todos jueguen con bebotes porque los ayuda a desarrollar cuestiones del tacto y las sensibilidades, sobre todo si esperan un hermanito». Acota: obviamente, hay fabricantes que dicen: ‘Me siguen pidiendo la cocina rosa, la voy a seguir produciendo porque hay más demanda, el mercado me lo pide’. Pero él mismo hace cocinas con colores genéricos».

El cambio cultural llega a algunas esferas gubernamentales. Es el caso de Rosario, donde el Instituto Municipal de la Mujer capacitó a 300 personas «para la fabricación de juguetes no violentos, no sexistas y sustentables».

Los especialistas remarcan que al mismo tiempo debe producirse un cambio similar en el mundo de los videojuegos, los medios y la industria del entretenimiento en general, a los que los juguetes complementan, nutren y de los que se alimentan. A nivel general, las publicidades de canales infantiles siguen siendo protagonizadas sólo por niñas cuando hay juguetes de «tareas del hogar» o muñecas; y únicamente por niños en casos de superhéroes o pelotas.

Lauren Spinner, psicóloga del desarrollo de la Universidad de Kent en Inglaterra, es la autora principal de un estudio publicado en la revista especializada Sex Roles, que observó el efecto en niños de entre 4 y 7 años de mostrarles imágenes de otros niños jugando con artefactos estereotípicos y con otros que van en contra de esos modelos. Después de haber visto las imágenes, los chicos recibieron un grupo de juguetes, escogidos para representar el modelo estereotípico de lo que es masculino y lo que es femenino (un bebé, un avión de combate, un kit de herramientas, un juego de té) y les preguntaron quién debería jugar con qué juguete. Los que habían visto las imágenes que no correspondían al estereotipo dieron respuestas más flexibles. Los juguetes en las imágenes influían en la decisión de a quién querían como compañero de juegos.

A nivel mundial, la discusión sobre los juguetes y los géneros tuvo gran repercusión en países como España, Inglaterra, Estados Unidos y los países escandinavos. Hace más de cinco años, Top Toys publicó un catálogo para el mercado sueco en el que se intercambiaban los roles de género, con niños peinando muñecas y niñas empuñando pistolas de dardos. 

Sin embargo, no siempre fue así la oferta de juguetes y roles. La socióloga Elizabeth Sweet, de la Universidad de California, evaluó los catálogos de la cadena de tiendas Sears desde 1925 hasta hoy. Concluyó que «los juguetes están mucho más divididos por género ahora que hace 50 años». Si bien desde la década del ’20 ya eran sexistas, lo eran en una proporción mucho menor. Sobre todo a partir de los ’90, factores como la globalización de los mercados y las estrategias agresivas de venta profundizaron la segmentación. Un oasis fueron los ’70, un período «revolucionario» donde sólo el 2% de los juguetes catalogados se diferenciaba por género. « 


Puentes a través de las diferencias

La industria también avanza hacia la fabricación de juguetes inclusivos. Según relata el presidente de la Cámara Argentina de Juguetes, Matías Furió, un amigo le comentó que a su hija con síndrome de Down no le gustaba la muñeca que le había comprado porque no se parecía a ella, y le pidió un muñeco más «real». Llevó esa idea a la firma Casita de Muñecas y así comenzó el proyecto para crear a Oli.

En Córdoba sobresale Vasalisa, nombre que evoca una leyenda popular rusa sobre una muñeca que representa la intuición. La vestuarista Gabriela Cavallone trabajó a partir de ese concepto mientras crecía su hijo Yaco, un pequeño que tenía sobreacceso a muñecas. Ella advirtió lo que le pasaba en las jugueterías: «¿Dónde están los muñecos varones?», se preguntaba. Con el nacimiento de la hija de una amiga con síndrome de Down, llamada Emilia, Cavallone terminó de encarar esta familia de muñecos y muñecas liderada por Vasalisa, un grupo que «tiende puentes» a través de las diferencias.

Historias de «antiprincesas»

Los juguetes no son sólo autos o muñecas. Otro segmento donde se libra la batalla cultural es el de los libros infantiles. Y ahí la editorial Chirimbote ha sido vanguardia en nuestro país, con la edición de la colección «Antiprincesas», donde se destacan las biografías de Eva Perón, Juana Azurduy y Frida Kahlo, entre otras mujeres de la historia. Así la define Nadia Fink, una de sus creadoras: «La colección nació en marzo de 2015 con la idea de contar historias de mujeres reales. Por un lado se oponía a los cuentos de hadas: nuestras mujeres son mucho más osadas que un casamiento y felicidad intrafamiliar, buscan cumplir sus deseos, construir futuros colectivos y romper los moldes de su época. Pero además, visibilizando a estas mujeres estábamos mostrando una parte de la historia que siempre fue recortada: la de las mujeres, escrita por mujeres. Contar desde esa perspectiva ayuda a romper esos estereotipos que vienen arrastrándose hace tiempo y que perduran, tanto en los libros como en los juguetes».

Fink opina que los juguetes siguen siendo en general «muy sexistas», sobre todo en la gran industria: «Basta entrar a una juguetería y ver todas cocinitas rosas. ¡Nunca vimos una cocina rosa en la vida real!» Completa: «A veces evolucionamos en un montón de cosas y llegamos muy lejos con lo discursivo, pero en la cotidianeidad hay conductas dentro de las mismas casas que se siguen repitiendo. Por ejemplo, que no se distribuyen las tareas entre niñas y niños. Hasta hoy los niños suelen volver de la escuela, tirar la mochila y salir a jugar, y las niñas suelen llegar y hacer la tarea o ayudar en la casa. Hay ciertas estructuras que se repiten y todo este contexto feminista ayuda a desandar y deconstruir un montón de cosas que hace tanto tiempo que están y que cuesta desarraigar».













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