La damnificada, Aída Luz, de 61 años vive en Puerto Madryn, aguarda la sentencia del juicio que se le sigue a una clínica y dos médicos. La historia de un caso tan grave como insólito.
Por estos días, la jubilada que ahora cuenta con 61 años, espera la finalización del juicio por mala praxis que se lleva adelante en el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Número 14 en contra de la clínica privada Sanatorio de la Ciudad, y dos médicos, Jorge Bresser y Martín Piana, que comenzó hace varios meses atrás, cuya sentencia se dilata sin razones aparentes.
“Es muy preocupante que aún no se haya dictado sentencia. El retardo está ocasionando un severo daño a nuestro cliente. La mala praxis es clara, evidente y objetiva. Si bien con posterioridad a los alegatos se celebraron dos audiencias presenciales con la intervención directa de la jueza María Laura Ragoni, a cargo de la causa, nada se ha resuelto”, indicó a Tiempo el abogado demandante Nicolás Schick, que representa a Suhurt, su marido, y al hijo de ambos, Camilo.
De acuerdo a lo que se reconstruyó en el debate, el 10 de enero de 2017, la mujer se realizó unos controles de rutina y en una ecografía abdominal surgió la presencia de litiasis vesicular; mientras que en el riñón izquierdo se detectó un quiste. Unos 20 días después, Suhurt se hizo una tomografía computada helicoidal de abdomen que confirmó las sospechas.
Luego, el médico Bresser (especialista en Urología) le recomendó a la paciente, tras los estudios de rigor, que se practicara una cirugía laparoscópica sobre el riñón izquierdo. Finalmente, a cargo del mencionado médico el 27 de abril se llevó adelante la operación quirúrgica que contó con la colaboración del doctor Piana. “Bresser era el responsable del equipo médico dentro del quirófano, con facultades de dirección y contralor de los restantes profesionales”, añadió el abogado.
«Una vez finalizada la cirugía, al despertarse en la Terapia Intensiva del sanatorio, en el que estuvo internada 48 horas, advierte dolor y molestias en el costado derecho de su abdomen«, recordó el abogado, quien describió que cuando la mujer comenzó a hacer preguntas, recibió «respuestas evasivas y escuetas por parte del Dr. Bresser así como del resto del equipo de salud. Ante la insistencia de la Sra. Suhurt se le informó que se había extraído su riñón derecho sano, en lugar del izquierdo. Se efectuaron dos operaciones separadas. Evidentemente, la cirugía de riñón derecho fue una grave imprudencia lo que motivó el doble acceso quirúrgico y la absurda justificación del procedimiento quirúrgico para tratar de enmendar el error cometido».
En el juicio, el urólogo Bresser presentó un escrito en donde reconoció que extirpó el riñón derecho pero porque presentaba un tumor. “Si bien es cierto que se practicó una nefrectomía total de riñón derecho, no es menos cierto que aquella se encuentra plenamente justificada”, se describe en el documento, que aclara que “el resultado del estudio anatomopatológico (sobre el riñón derecho) evidenció un carcinoma renal de células claras”. De todas maneras, admite que “tenía un tumor renal más allá que el mismo no se hubiera objetivado con los estudios previos realizados”.
Por esta razón, el abogado Schick sostiene que «se demostró que la historia clínica de la paciente intervenida fue dolosamente alterada para eludir su responsabilidad”. El letrado se explayó aún más: «El perito médico oficial expuso oralmente frente a la magistrada que a Suhurt se le realizó una cirugía laparoscópica del riñón derecho y luego una nefrectomía parcial izquierda. Es decir que la víctima ingresó al quirófano, fue posicionada para el abordaje derecho y se realizó la nefrectomía derecha. El que sería el primer acto quirúrgico (nefrectomía derecha) ya que, si hubiera sido al revés, el mismo perito confirma que es imposible realizar la técnica operatoria”.
Como resultado de la intervención, la mujer deberá recibir atención médica nefrológica, entre otras especialidades, por el resto de su vida; tendrá serios riesgos de someterse a diálisis y deberá tomar medicamentos para compensar la ausencia renal. Sin dudas, la calidad y expectativa de vida de la paciente se redujo.
Los damnificados creen que además de la clínica y del doctor Bresser, su colega Piana también es responsable porque pudo haber aconsejado o advertido al cirujano sobre los riesgos de la operación. «No existía tumor en el renal del lado derecho –concluyó el abogado–, no se intentó reimplantar el órgano inmediatamente cuando los médicos advirtieron el error al extraerlo. No se pueden intervenir ambos riñones en un mismo abordaje quirúrgico, todo lo cual revela vicios, deficiencias, errores, imprudencias, inobservancias y negligencias».
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