Esa es una de las conclusiones a la que llegó un equipo interdisciplinario encabezado por Diego Golombek. El biólogo habló con Tiempo sobre las consecuencias de dormir menos: "Vivimos una sociedad de 24 horas en la cual todo ocurre en todo momento. Estamos preparados para un mundo que ya no existe".
“Nuestro análisis proporciona información valiosa para el diseño de horarios de trabajo más seguros y saludables, con el potencial de mejorar el bienestar de los trabajadores y la productividad general”, resume el informe encabezado por la Universidad de San Andrés, elaborado por los economistas María Victoria Anauati y Matías Gómez Seeber; el periodista especializado en Economía, Sebastián Campanario; el econometrista Walter Sosa Escudero; y el reconocido biólogo Diego Golombek.
El paper, titulado “Cerrar la brecha: examinar la biología circadiana y la fatiga junto con los horarios de trabajo”, compara tres horarios laborales: dos días de 12 horas de turnos diurnos seguidos de dos turnos nocturnos consecutivos de 12 horas, seguidos de cuatro días libres (2 x 2 x 4); cuatro turnos diurnos consecutivos de 12 horas y cuatro turnos nocturnos consecutivos de 12 horas, flanqueados por cuatro días libres (4 x 4 x 4); y un horario no rotativo que implica turnos diurnos continuos de 12 horas durante 40 días (fijo 12 horas).
Para obtener las diferentes variables y los datos, se midió la actigrafía de muñeca de los trabajadores, un dispositivo que suele ajustarse en la muñeca o en el tobillo y sirve para estudiar el ritmo del sueño, duración, fragmentación, la vigilia y los períodos de inactividad. Además, se tuvieron en cuenta los ritmos de temperatura periférica y los autoinformes subjetivos sobre fatiga, somnolencia y características psicoafectivas.
En diálogo con Tiempo, Golombek destaca la importancia de la interdisciplinariedad: “La posibilidad de colaborar entre disciplinas en Ciencias da un resultado exponencial. Se combinan, se hacen nuevas preguntas, nuevas metodologías. Es un resultado tan enriquecedor que realmente no podríamos lograr viniendo de cualquiera de las disciplinas en particular”.
“En este caso -analiza-, veníamos con un problema concreto, que es la falta de sueño en Argentina y sabíamos por bibliografía internacional que esto tiene un efecto económico. Nos juntamos con los economistas de la universidad que pudo desarrollar este modelo en el cual ponen los distintos factores económicos a ver cómo esa falta de sueño tiene un peso en un costo que se deriva en un porcentaje del PBI”.
El modelo considera que por cada hora perdida de sueño con respecto al mínimo recomendado de 7 horas nocturnas para adultos, “hay consecuencias directas en el ausentismo, en faltar al trabajo, en enfermarse más, en ser menos productivo y en tener más accidentes”, señala el biólogo, que explica que ese “modelo” contempla a “la sociedad como un todo: al dador de trabajo y al gobierno como un regulador de las reglas laborales” que indica que “por esta hora perdida de sueño, cuánto perdés con respecto al producto bruto”.
“Teniendo datos en promedio en Argentina de lo poco que se duerme, podemos llegar a considerar si se alcanzara a dormir el mínimo de 7 a 9 horas, que es lo que nosotros pusimos arbitrariamente en el trabajo, se recuperaría un costo correspondiente aproximadamente al 1,27% del producto bruto, que por un lado es mucho, pero está perfectamente a tono con lo que se encontró en otros países donde el costo del sueño se calcula entre un 1% y un 3% del PBI dependiendo del estudio”, advierte.
El trabajo publicado en la revista internacional destaca otros estudios realizados en Estados Unidos, Francia y Reino Unido que precisan que los accidentes laborales están relacionados entre un 10% y un 30% con problemas vinculados con el sueño. Además, sostiene que el cuerpo tras 17 horas de vigilia continua tiene el mismo efecto sobre el nivel de reacción que tener una tasa de alcohol en sangre superior a 0,5 g/l. Y esto, a largo plazo, aumenta el riesgo de sufrir enfermedades crónicas, complejas y multifactoriales, que incluyen patologías cardiovasculares, metabólicas, neurodegenerativas, oncológicas, inmunes y mentales, entre otras.
Si bien no fue materia de análisis de este estudio, se sabe que las crisis económicas, sociales y políticas afectan al sueño. “El enemigo número uno del sueño es el estrés, es la ansiedad o el amigo número uno del insomnio es el estrés”, indica el especialista que cuenta con varios trabajos en su haber relacionados con el sueño y sus trastornos.
Ante un escenario de crisis, ejemplifica, “uno tiende a no dormir bien porque está estresado, porque piensa en las macanas que se mandó ayer y las que se va a mandar mañana; o en cómo no llega a fin de mes, o tiene que cambiar la obra social, o la prepaga, o el colegio de los chicos, o lo que fuera, así que sin duda que los contextos de crisis económicas inciden muy negativamente sobre el sueño”.
“Vivimos una sociedad de 24 horas en la cual todo ocurre en todo momento y esto es a expensas de no dormir lo suficiente ni de una buena calidad de sueño ni una buena regularidad del sueño con lo cual claramente nuestro sistema de trabajo no está considerando los requisitos de la biología”, describe Golombek, quien afirma: “Estamos preparados para un mundo que ya no existe, en el cual hay días y noches, hay estaciones; y desde que el gran ladrón de tiempo llamado Thomas Edison inventó la luz eléctrica para, textualmente según sus palabras, ‘luchar contra la tiranía del sueño’, bueno viene ganando esa lucha”.
A la hora de llevar adelante este tipo de estudios sobre el sueño, el equipo interdisciplinario de la Universidad de San Andrés contempla dos ejes: “El punto de vista del trabajador, del bienestar físico, psicológico, social, y la cuestión de que el sueño promueve una vida más saludable, que la falta de sueño se relaciona en general con un aumento de distintos tipos de enfermedades”. Por el otro lado, “el de la patronal, por así decirlo, hablamos también de una cuestión de eficiencia, de mayor productividad, de menor tasa de accidentes”.
“Estamos cubriendo varias bases con respecto a mejorar el bienestar y la productividad de los trabajadores con algo tan sencillo, tan al alcance de la mano y tan barato como el sueño, el buen sueño”, concluye.
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