Una crónica desde las avenidas de Santiago, que desbordaron de mujeres en una de las marchas más masivas de la historia del país a pesar de las provocaciones de Carabineros, que reprimió con gases y carros hidrante.
Cantan miles, de todas las edades, que saltan bajo el sol, en pleno mediodía, sobre una Alameda desbordada como pocas veces, o quizás nunca, en la historia de Chile.
“Fuimos más de tres millones a nivel nacional. Salieron en Arica, San Felipe, Valparaíso; en La Cruz, Quillón, Puerto Montt, Aysén; en Viña, Antofagasta, Concepción, en todos lados. Esto fue muy grande. Y aunque igual reprimieron no pudieron hacerlo como hasta ahora. Salimos a decir basta de tanta muerte y abuso. Fuimos demasiadas, tantas que no se me va la emoción”. Juana Aguilera, ayer torturada por la dictadura de Pinochet, porta una cartulina con un ojo dibujado y el nombre Daniela Carrasco, La Mimo, un “homenaje a las mujeres asesinadas por el terrorismo de Estado de Piñera”.
Este domingo, en Santiago, marcharon más de dos millones de personas, según los cálculos de la Coordinadora Feminista 8M, cuyo manifiesto leído a varias voces proclamó “interrumpir la normalidad neoliberal”, pasar a la primera fila “porque nuestra vida es un problema político que está al centro de la injusticia, y porque a la segunda fila no volvemos nunca más”. También se exigió el fin de las violaciones a los Derechos Humanos, “que nunca más pretendan callarnos con las mutilaciones, las desapariciones, las torturas, los abusos, las violaciones, los secuestros, las golpizas y la persecución”.
Miles de mujeres, de todas las edades, no llegaron a marchar por la Alameda debido a la congestión en la mítica avenida que une Plaza de la Dignidad y el Palacio de La Moneda, que al igual que las calles laterales rebosaba de capuchas, carteles, música, pintura y diferentes performances.
Para quienes no estuvieron allí, las imágenes son elocuentes, similares a las del 25 de octubre pasado, cuando a una semana del estallido social más de 1.200.000 personas salieron a la calle.
Sin embargo, Carabineros calculó una asistencia que rápidamente se multiplicó en memes: 125.000 personas.
“Siempre van a querer bajar los números pero a nivel social ya no se puede ocultar lo que está pasando. Es lo mismo con el descontento social, el gobierno y los medios pueden decir lo que quieran pero la conciencia del pueblo no para de crecer. Qué importa que digan que no hubo tantas mujeres, si nosotros vimos que éramos millones, y caminando juntas”, dice Dominique Salazar, 29 años, estudiante de Técnica en Enfermería y Fonoaudiología.
-Estoy endeudada hasta 2034. Tuve que sacar dos créditos para pagar mis carreras, y no consigo trabajo. Así es este país, por eso también salimos a la calle.
Represión, más represión
El sábado, durante una manifestación en Santiago protagonizada por un grupo de opositores al cambio constitucional -el plebiscito será el 26 de abril-, hombres con cascos, chalecos y palos golpearon a mujeres y a un periodista. También amenazaron de muerte y rociaron con gases a varias personas. Todo delante de carabineros que no intervinieron.
Al día siguiente, en calles repletas de niñas, adultas mayores y víctimas de represiones anteriores, la fuerza estatal que viste de verde se puso en acción.
“Carabineros fue a provocar en muchos sectores de la marcha. La gente estaba caminando y comenzaron a reprimir con gases y agua del guanaco (hidrante). También buscaron separar la marcha con gases, sin importar que había abuelas y niñas, mucha gente que iba a manifestarse por primera vez. Se me vino todo el recuerdo del día que perdí el ojo”, dice Nicole Kramm, realizadora audiovisual, fotógrafa y una de las voceras de la marcha.
-Tuve mucho miedo pero voy a seguir saliendo a la calle. Tenemos que defender nuestro derecho a manifestarnos libremente y sin que nos pase nada.
También con un parche en el ojo, Natalia se emocionó al hablar por altoparlante en las escalinatas de la Biblioteca Nacional. Enseguida la envolvió un abrazo de aplausos y gritos.
-Trauma, trauma ocular, los pacos nos disparan por solo despertar.
Cantaban sus compañeras, algunas de las cuales por primera vez volvían a una marcha luego de haber sido mutiladas por la represión. “Fue muy gratificante ver que tantas mujeres y disidencias estamos en la misma lucha”, dijo, tras relatar cómo una lacrimógena la dejó sin un ojo. Natalia Aravena Contreras también es vocera de Derechos Humanos de la Coordinadora 8M y de la Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular, que ya superan las 445 desde que comenzó el estallido social.
Ella y su familia tuvieron que correr por la violencia policial durante el 8M, que según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) fue menor respecto al viernes, cuando además de un muerto por el impacto de una lacrimógena en la cabeza (Cristian Valdebenito, un obrero de 48 años al que están velando en este momento), hubo que lamentar decenas de heridos, entre ellos tres personas con trauma ocular, y más de 200 detenciones.
En lo que va de marzo ya fueron tres los muertos a manos de Carabineros, que en la primera semana de clases y protestas también desplegó una represión brutal contra estudiantes, con decenas de heridos y detenidos menores de edad.
El mismo INDH, que es parte del Estado y cuyas estadísticas suelen ser discutidas por otras organizaciones de derechos humanos, publicó en las últimas horas cifras oficiales que dan cuenta del horror de la democracia de Piñera: del 18 de octubre a la fecha se presentaron 247 denuncias por torturas y 112 de torturas con violencia sexual.
-Ni las mujeres ni los territorios somos objetos de conquista.
Escribió en una pancarta que lleva en alto Isabel, 26 años, trabajadora. Que dice: “En Chile se han apropiado de territorios del sur pertenecientes al pueblo mapuche. Y esos apropiadores son los mismos que se creen dueños de nuestros cuerpos. Siempre son los mismos. Son los que se oponen a los abortos y que permiten que clínicas y médicos se nieguen a realizarlos incluso cuando se tratan de casos que están dentro de las causales de la ley. Ese Chile es el que no queremos más”
Violencia (también) es mentir
“Fue una de las marchas más masivas en la historia de Chile, que da cuenta que el movimiento feminista ha sido un pilar fundamental de la revuelta social. No se puede entender un 18 de octubre sin la trayectoria y el trabajo que se ha hecho desde un movimiento y una revolución que son anti neoliberales. Son los territorios los más movilizados, y esas ganas de cambiar el sistema político, la sociedad, las relaciones de poder, se sintió en la marcha”, dice Francisca Quiroga, directora de El Desconcierto, uno de los medios que más creció en el último tiempo en Chile, justamente por contar lo que está ocurriendo en las calles.
Según el Gobierno y los conglomerados mediáticos, la violencia pareciera ser solamente de parte de los manifestantes. En los últimos días, por ejemplo, se editorializa contra los “mochilazos” -piquetes, evasiones masivas de colegios o saltos a los molinetes del subte- pero se ocultan sistemáticamente las brutales represiones y violaciones a los derechos humanos contra esos mismos estudiantes.
En la calle, en tanto, hay una violencia popular cada vez más legitimada. Durante el 8M, como en casi todas las manifestaciones desde el 18 de octubre, las jóvenes de la Primera línea -ovacionadas por la multitud- , enfrentaban a los Carabineros en diferentes esquinas a pura piedra y escudo.
Esa misma sociedad que despertó, a su vez, comienza a visibilizar a otras violencias antiguas y escondidas.
-El violador es la UC (Universidad Católica).
Escribió en un cartel una estudiante de música de esa universidad que prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias, algo que ya pasó en dicha casa de estudios. ”Allí asiste la elite, han estudiado la mayoría de los políticos corruptos de nuestro país. Es un lugar donde está muy presente el fascismo y el abuso, sobre todo contra las trabajadoras, que suelen ser subcontratadas, migrantes y jubiladas a las que no se les respetan sus derechos”.
Una mamá y una hija, vestidas de blanco, cada una con un cartel. “La culpa no fue mía. Fue un conductor de Cabify”, dice uno de los carteles, donde figura un nombre, un apellido y una fecha. También datos de la causa judicial en proceso. “La culpa no fue de mi hija”, dice el otro cartel. Cientos de mujeres lo leen. Algunas lloran, muchas les dan un abrazo.
Sonrisa ancha y contagiosa, un niño de siete, ocho años luce una frase pintada en la cara:
-Yo lucho por mi hermana.
“Se visibilizó todo lo que en la sociedad estaba muy guardado. Antes eran temas que no salían de las casas”, dice Dominica, 22 años y primera vez en una marcha feminista. “Esta vez conseguí quien me acompañe. Estaba ansiosa, había visto muchos videos pero no es lo mismo vivirlo. Lo que más emociona es ver niñas muy pequeñas y abuelas”.
Al lado de un grupo de estudiantes secundarias, que no superan los 16 años y cantan “Que muera Piñera, y no mi compañera”, una anciana en silla de ruedas recibe abrazos y felicitaciones. Porta un cartel:
-Morir, luchando. De vieja, ni cagando.
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