Etimo: el emprendimiento que crea tazas biodegradables con la borra de café que desechan los bares porteños

Camila Castro Grinstein (29) hizo un giro al inicio de su carrera como diseñadora textil cuando comenzó a cuestionarse sobre la materialidad de su trabajo y el impacto socioambiental. Casi sin darse cuenta, partió hacia la búsqueda de nuevos materiales sustentables, búsqueda que la condujo a las aulas de la Facultad de Ingeniería de la UBA para estudiar Biopolímeros y, luego, a la Bolsa de Cereales, para formarse en Bioeconomía. Ese proceso interno que pasó de la curiosidad, a lo científico y de allí hacia lo concreto, la llevó a fundar Etimo, un emprendimiento que funciona en la Ciudad de Buenos Aires y que convierte residuos gastronómicos en materiales 100% biodegradables destinados a la misma industria.

En solo 3 años, la visión y el desarrollo de un biomaterial a partir de la borra de café desechada de las cafeterías porteñas que convierte en tazas reutilizables, le valieron no solo la obtención de un subsidio del Ministerio de Desarrollo Productivo. También la hicieron ganadora de diversos premios, entre ellos, el más importante y de reconocimiento internacional, Santander X Global Award, en la categoría launch, que le fue entregado en mayo pasado en la ciudad española de Valencia junto a la suma de 10 mil euros.

En conversación con Tiempo, Castro Grinstein cuenta acerca del estado actual del proyecto y los diferentes desarrollos así como desafíos actuales de Etimo.

Hacia el diseño de un biomaterial

“En ese proceso de investigación, de repente, me encontré estudiando y tomando mucho mate, vi el volumen de la yerba que tenía un origen renovable y que era biodegradable, que todavía tenía un montón de posibilidades como materia, ahí es cuando empecé a ahondar en la idea de los residuos gastronómicos como materialidad”, relata Castro Grinstein.

Su acercamiento a lo gastronómico había comenzado antes, cuando estudiaba y tenía emprendimientos autogestivos de este tipo y también por el placer de la cocina en su familia y en sí misma. “Incluso en los escenarios más apocalípticos del cambio climático si las personas tenemos que cambiar aún más los consumos en cuanto al plástico o al petróleo, la comida va a seguir estando, entonces aparece la cuestión de extenderle la vida útil a eso que nos atraviesa, a los residuos”, asegura.

La investigación la llevó a experimentar con yerba mate usada pero también cáscaras de huevo o cebolla, entre otros. Y entonces, definió dar otro giro en su proyecto y buscar resultados concretos en la vida real donde la utilización de estos materiales tuviera un impacto de economía circular, en determinados ámbitos. “Lo más rico para mí era que llegara realmente a la gente y solucionara un problema, llegar a diferentes situaciones de uso, ahí me decidí a hacer de esta investigación un emprendimiento”, cuenta. 

Castro Grinstein dice que hay una gran fuente de open source en Internet sobre cómo crear biomateriales y generar economía circular, que se trata de un movimiento amplio en todo el mundo. Incluso, encontró otras diseñadoras como ella. “Es una biblioteca de recetas abiertas, con debate científico, así conocí otros proyectos tanto nacionales como latinoamericanos sobre biomateriales”, asegura.

Asimismo, resalta que no existe en la academia un espacio para estudiar sobre biomateriales, que cuando sintió que le faltaban herramientas técnicas fue a buscarlas en otras carreras universitarias, que cada disciplina habla un lenguaje diferente y eso enriquece la mirada. “Hay que formarse un camino propio desde el lado científico y también hay que entender cómo se arma un emprendimiento sostenible, contar con mucho tiempo para el desarrollo de esa investigación”, asevera.

Goma espuma de cafecito

El primer desarrollo exitoso de Etimo fue una goma espuma a base de borra de café y algas destinado a packaging de joyería al que llamaron Cafecito. “Uno desarrolla el biomaterial buscando la mejor experiencia para ese destino, en este caso era goma espuma biodegradable para joyería y se eligió el café por el contraste del color con las joyas y su aroma”, comenta. Y sigue: “Ese mismo material tiene otras potencialidades, puede terminar siendo cualquier otro producto”, asegura. En la actualidad, esta goma espuma se encuentra en uso por varios joyeros y además, en una fase inicial de prueba como revestimiento acústico.

Aquellas tazas de café

Este trabajo inicial de goma espuma biodegradable la hizo notar la inmensa cantidad de cafeterías que existen en la Ciudad de Buenos Aires. Solo el 1% del café que se utiliza para una taza llega a manos de quien lo consume. El resto, la borra del café, es desechado. Según publicó Etimo en su web oficial, una cafetería porteña promedio descarta por día 5 kilos de café y más de 100 vasos descartables no biodegradales. “Además los residuos van por separado, en un tacho especial donde se acumulan grandes cantidades, el café tiene un lindo color y aroma”, señala. 

De esta manera, el emprendimiento se volcó a desarrollar otro biomaterial. “Hay materiales que hacemos más por placas o en plancha pero como queremos que el proyecto tenga cierta escala, trabajamos en pellet que es un sistema continuo que lo permite”, cuenta.

El proyecto genera circularidad ya que, habiendo retirado el material del local, será devuelto en forma de taza reutilizable hecha en base a residuos de café. Asimismo, se espera que las tazas puedan ser adquiridas no solo por los negocios sino también por cualquier persona, siendo las mismas cafeterías puntos de venta así como el sitio web de Etimo. “Con esto se busca resolver la cuestión del plástico y los descartables de las cafeterías que es un tema de contaminación ambiental”, dice la emprendedora.

Para lograrlo, Castro Grinstein se acercó primero a cafeterías de especialidad que son, en su mayoría, tostadoras de los granos. “Había que seguir la cadena de ese grano que las cafeterías sabían de dónde venía, lo tostaban y veían que se tiraba, cuando pensaron que podía tener una vida útil generó mucha ilusión y ganas de acompañar este proceso”, asegura.

La Taza Borra se encuentra en etapa de testeo en 6 cafeterías de la Ciudad, con el fin de establecer si es apta para el uso intensivo. Para la emprendedora, esos negocios “están muy cercanos al proceso de desarrollo desde el diseño de la taza, tirando tips para mejorarlas, para que los baristas tengan mejor agarre, es una forma de trabajar muy cerca de la comunidad”.

El biomaterial pellet es 100 % compostable, según comenta Castro Grinstein, y la taza será reutilizable durante un tiempo que todavía no está determinado sino que surgirá de la etapa de testeo, que terminará en diciembre de este año. Allí tiene previsto el lanzamiento del producto. Si bien había trascendido en otras entrevistas periodísticas que la taza tendría un valor aproximado de $ 4.000, la emprendedora aclara que éste aún no está definido debido a la situación actual de inflación.

Con las misma maquinaria que el plástico

La fabricación del pellet, según cuenta Castro Grinstein, se trabaja de la misma manera que la industria plástica con la única diferencia de que el material es biodegradable. “Se trató de un desarrollo con prueba y error, nosotros hacemos el pellet que es como un granulado que contiene el residuo de café y ese material mezclado es el que entra a una inyectora plástica, que suele trabajar con plástico, que genera mucha presión y calor, y con eso se llenan los moldes de tazas”, detalla la emprendedora.

Asimismo, aclara que si bien el proyecto actual es para producir tazas, con el mismo material y método podrían hacerse otros productos con moldes diferentes.

La posibilidad de utilizar las herramientas de la industria plástica también es parte de la economía circular ya que quienes saben trabajar con plásticos y poseen las herramientas, puedan también trabajar con otros materiales amigables con el medio ambiente. “El plástico es una industria que tiene cientos de años de desarrollo, tenemos que aprovechar los avances de su tecnología y saber que no todo el plástico puede reemplazarse por biomateriales, hay que entender la especificidad de cada material”, asevera.

De esta manera, la potencia de los materiales para la solución de un problema específico debe considerarse en su ciclo completo de vida. “Y si vemos que son productos efímeros como una taza plástica de café, ahí puede generarse otro que sea también biodegradable”, expresa.