En las afueras de Barcelona el sol pega de costado en la pantalla de la computadora de Esther Vivas, socióloga, periodista y autora del libro Mamá desobediente, una mirada feminista a la maternidad. Las luces y las sombras de esa imagen son una analogía de su texto.
Desde la presión del deber ser la mujer maravilla o la madre sacrificada; de las tristezas silenciadas en la intimidad a las alegrías perfectas para mostrar; de los derechos de la madre y la violencia obstétrica a los partos respetados y la importancia de la lactancia; de la maternidad rosada a la depresión posparto… La escritora catalana abre el juego para pensar el ser madre desde una perspectiva feminista, con sus luces y sus sombras.
Publicado hace un año en España, Mamá desobediente va por su tercera edición en Argentina de la mano de Ediciones Godot, con más de 6000 ejemplares vendidos en plena pandemia. Además, ya se publicó en Chile, Colombia y en las próximas semanas llegará a Bolivia, Perú y Brasil.
–Partís de que el feminismo tiene que incluir a la maternidad, ¿por qué hacés este análisis?
–Creo que es importante desde el feminismo tener un relato propio de la maternidad porque aún hoy sigue presente el mandato de la maternidad en las mujeres, y porque una vez que tenemos criaturas se nos impone un ideal de maternidad patriarcal, reaccionario y conservador. Es fundamental que el feminismo le dispute el ratio de la maternidad al patriarcado para cuestionar este ideal de madre angelical, abnegada y reivindicarla en clave de derechos, de decidir sobre nuestros cuerpos. Y aquí creo que hay una deuda del feminismo con todas las mujeres que han sido madres porque necesitamos una maternidad que nos represente, un feminismo que haga suyas las demandas sobre los derechos de las madres, como el parto respetado, la lactancia satisfactoria y las licencias maternas más extensas.
–Hablás del mandato del patriarcado, pero también introducís el del capitalismo y sus reglas.
–Así es, porque por un lado el feminismo tiene que recuperar el relato de la maternidad al patriarcado, un patriarcado que quiere a la mujer encerrada en casa y haciendo un trabajo invisibilizado y sin darle valor, cuando en verdad tendría que ser una tarea pública y colectiva. Pero a la vez tiene que disputarle el relato de la maternidad al capitalismo porque hoy las madres no sólo tenemos que ser esas sacrificadas para toda la vida sino que tenemos que ser las superwoman, esa madre que llega a todo, siempre disponible para el mercado de trabajo, con un cuerpo perfecto… En definitiva hoy la maternidad también vive una intensificación neoliberal. La maternidad y la crianza están sometidas a los dictados de la lógica capitalista. Y lo que hay que cambiar no es la maternidad para que encaje en el mercado. Al revés, lo que hay que cambiar es el mercado para que acoja y permita la maternidad y su crianza.
–¿Cuál es el rol del Estado para generar estos cambios?
–No se puede seguir considerando que la maternidad es algo que resolverá cada mujer en su ámbito privado y que sólo le corresponde a ella hacerlo. La maternidad forma una parte inherente de las sociedades humanas y es esencial para la reproducción de la sociedad. Y por lo tanto el Estado tiene también una responsabilidad central en esta cuestión. Y esto implica no sólo llevar a cabo políticas que apoyen a la maternidad con licencias más amplias, políticas que apoyen el parto respetado y acaben con la violencia obstétrica, sino que se tiene que ir más allá. Se tienen que fomentar políticas más estructurales que acaben con las desigualdades sociales porque en definitiva la maternidad no sólo viene atravesada por desigualdades de género sino también de clase y de raza. Y pongo un ejemplo: muchas mujeres posponen la maternidad por estar en una situación precaria, con poca estabilidad laboral o nos encontramos con maternidades a edades muy tempranas no deseadas con pocos recursos materiales, entonces vemos cómo la desigualdad afecta a la natalidad o la experiencia materna.
Otra paternidad
En este paradigma de la maternidad que analiza Esther, la figura del hombre también ocupa su rol. “Para que otra maternidad sea posible, otra paternidad es necesaria. Para que sea una maternidad desobediente y feminista necesitamos una paternidad desobediente y feminista. Si hablamos de relaciones familiares de parejas heterosexuales es fundamental la implicación del varón en los trabajos de cuidados. Las mujeres no somos cuidadoras por naturaleza. Hay que empezar a desfeminizar el cuidado y desfeminizar la crianza”.
Cuando Esther Vivas empezó a escribir Mamá desobediente su hijo era un bebé; cuando lo terminó tenía tres años. ¿Cómo se educa desde el feminismo a un varón? “Es fundamental partir del ejemplo que damos. Si formamos una familia con una pareja heterosexual es importante que el varón se implique en el trabajo de cuidados y de crianza. Y eso no significa que la pareja tenga que darle el biberón al hijo, significa que tiene que implicarse cambiando pañales, preparando comida y una serie de tareas que son imprescindibles cuando tienes un bebé. La pareja tiene que apoyar también la lactancia en el posparto, acunar a la criatura, tener el contacto piel con piel… Y educar en el feminismo implica educar al margen de los roles de género. Desde que nacen se les impone a menudo roles de género, desde los colores hasta en los juguetes, y es ahí donde hay que acabar con ellos”.
El capítulo 6 del libro, que habla sobre la violencia obstétrica, generó un intenso feedback con las lectoras e inclusive muchas lectoras reconocieran haber sufrido ese tipo de violencia. “Son prácticas que se dan de manera habitual, con una cesárea innecesaria, una episiotomía por rutina o la separación del bebé de la madre. Pero precisamente visualizar esas situaciones permite pasar de ser víctimas de violencia obstétrica a supervivientes” afirma la autora. “Esta violencia no sólo deja secuelas a nivel físico, porque una episiotomía puede generar incontinencia urinaria, o dejar dolor en las relaciones sexuales, sino que también deja secuelas a nivel emocional. Y mujeres que han sufrido partos traumáticos pueden sufrir depresión, estrés postraumático, pero no son conscientes de que están sufriendo eso porque antes sufrieron violencia, entonces se sienten culpables y es mucho más difícil sanar esa herida. Por eso es importante hablar de que la violencia obstétrica existe y que es necesario nombrarla para acabar con ella.
–Rescatás a la madre de la intimidad de la casa y ponés sobre la mesa el rol de la medicina, el Estado y el mercado de trabajo, ¿por qué te parecen aspectos desde donde pensar a maternidad.
–En el libro hago énfasis en cuestionar el ideal de madre perfecta. Acabar con esa idea de la superwomen o la madre sacrificada porque precisamente estos ideales son generadores de culpa y de malestar con la maternidad porque nos miramos como madres en un espejo en el que la maternidad tiene muy poco de realidad. Y se generan unas expectativas, una vez que somos madres, que son inalcanzables y nos sentimos malas madres por no llegar a todo o no hacer todo bien. Cuando en verdad es normal no llegar a todo ni hacer todo bien. Esta contradicción de la maternidad, esta ambivalencia, forma parte intrínseca de la experiencia materna y por eso hay que acabar con el mito de esa madre ideal, que nunca se equivoca porque es una maternidad romántica, tóxica, inasumible e indeseable. Como el amor romántico, que es tóxico, sucede lo mismo con esa maternidad.
–¿Qué rol tienen las redes en estos espejos de maternidades rosadas y perfectas?
–Es cierto que en las redes podemos ver imágenes de una maternidad muy edulcorada, idílica pero también cada vez más vemos otras cuentas que ofrecen una mirada más real. Y por eso es muy importante para que como madres nos podamos reconciliar con la experiencia materna entendiendo que no es una experiencia color de rosa. Pensamos que al final las redes sociales son inocuas o que los mensajes son inocuos cuando siempre detrás de un mensaje hay una carga política, ideológica, más o menos intencionada o consciente. Del mismo modo que hablamos de que hay que acabar con una maternidad patriarcal, neoliberal, en favor de una maternidad más realista y feminista, las redes sociales reflejan los distintos modelos de maternidad que existen y hay que ser conscientes de que algunos modelos nos pueden generar culpa o malestar cuando los consumimos en las redes y otros en cambio nos permitirán esa sororidad tan imprescindible en la experiencia materna. «
“Defender el derecho al aborto es defender una maternidad libre”
“Era importante que en Argentina, por su contexto, el libro tuviera en la portada el pañuelo verde”, cuenta Esther Vivas. La idea fue justamente de la ilustradora Julieta Longo, quien realizó la tapa para la edición argentina.
“Cuando hablamos del derecho al aborto se pone de manifiesto cómo los sectores conservadores se han apropiado de la maternidad -desarrolla Vivas- y parece que defenderla implica estar en contra del derecho al aborto. En realidad, defender a la maternidad implica defender el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y eso implica defender el derecho al aborto”.
El mensaje entonces es claro: “Para poner de manifiesto que defender el derecho al aborto es igual a defender una maternidad libre y deseada, es importante que el feminismo tenga un relato propio de la maternidad. Que se lo dispute a los sectores conservadores, reaccionarios, mal llamados ‘provida’ porque esos sectores defienden una maternidad en la que la mujer no puede decidir sobre su cuerpo y esta maternidad es un concepto con el que tenemos que acabar. Porque la maternidad debe de ser leída y defendida en clave feminista, en clave de derechos, y esto implica el derecho al aborto y a tener hijos como quieres y cuando quieres”.
El impacto de la pandemia en la maternidad
Mamá desobediente fue escrito antes de la pandemia. Pero en este contexto, la socióloga Esther Vivas analiza qué consecuencias trajo en las madres esta situación. “En este tiempo se expuso la gran carga de trabajos de cuidados que llevamos a cabo cotidianamente las mujeres y la pandemia agudizó las desigualdades de género y las desigualdades entre mujeres y hombres en el mercado de trabajo”, señala.
“Sin escuelas, las mujeres fueron quienes principalmente se han hecho cargo de la crianza. Y sin poder externalizar el cuidado, esto generó en las madres, en especial las de niños pequeños, problemas de estrés, de ansiedad, de sentirse mala madre y mala profesional porque no podían trabajar como se supone. Según varios estudios, los hombres en cuarentena en diferentes países han seguido trabajando de manera habitual mientras que las mujeres han tenido que tomarse reducciones de jornadas o han intentado seguir trabajando como siempre pero cuidando a las criaturas y eso ha tenido un impacto en su rendimiento en el mercado de trabajo”.
Bzcenci1945
9 August 2024 - 12:05
Ah! Me olvidé: no estoy de acuerdo con que no es verdad que la madre nunca se equivoca: somos más infalibles que el Papa.