La actividad se llevó a cabo este sábado 6 de julio en el microcine de la Casa por la Identidad, el edificio que Abuelas de Plaza de Mayo recuperó dentro del Espacio Memoria y Derechos Humanos ex-ESMA, con motivo del 43° aniversario de la Masacre de San Patricio.
Además de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, participaron del panel: Taty Almeida de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Guillermo Oliveri, secretario de Culto de la Nación entre 2003 y 2015; Aníbal Ibarra, ex fiscal federal a cargo de la investigación; y el sacerdote Juan Sebastián Velasco, delegado provincial de la Congregación Palotina y postulador de la causa canónica. El panel fue coordinado por Ramiro Varela, referente de Palotinos por la Memoria.
La Masacre de San Patricio En la madrugada del 4 de julio de 1976, los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Dufau y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti, fueron torturados y acribillados por un grupo de tareas en el interior de la casa parroquial de la iglesia San Patricio, ubicada en Estomba y Echeverría, del barrio de Belgrano.
Los cuerpos fueron encontrados en horas de la mañana, por el joven organista Rolando Savino. Junto a ellos, los asesinos habían dejado dos mensajes muy precisos: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM” (Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo) y “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal”, en una clara alusión al atentado perpetrado dos días antes por la organización Montoneros en esa dependencia policial.
No obstante, los principales medios de comunicación atribuyeron falsamente los homicidios al “extremismo”.
Kelly había pronunciado días antes una homilía conocida como “El sermón de las cucarachas”, donde denunciaba la complicidad de los feligreses que participaban de los remates de los bienes robados a los desaparecidos. Poco antes de morir, recibió una carta firmada por varios vecinos de Belgrano donde se lo acusaba de “comunista”.
Graciela Daleo y Andrés Castillo, ambos sobrevivientes de la ESMA, denunciaron que habían escuchado al marino Antonio Pernías jactarse de haber comandado el operativo. Esa versión fue reforzada por Miguel Angel Balbi, un marino de baja graduación que oportunamente declaró
que el represor Claudio Vallejos, integrante del Grupo de Tareas, le había confesado ser el conductor del Peugeot 504 negro del que bajaron Pernías, el teniente de Fragata Aristegui y el suboficial Cubalo, antes de perpetrar el quíntuple homicidio.
Como consecuencia, el juez Sergio Torres -a cargo de la megacausa ESMA- procesó en 2006 a 17 integrantes del GT, entre ellos a Jorge “Tigre” Acosta, Alfredo Astiz y el propio Pernías. Sin embargo, la Cámara Federal Porteña revocó todos los procesamientos y dictó la falta de mérito al considerar que no había suficientes elementos de vinculación.