Epuyén, un pueblo abandonado por la Nación que se mantiene en lucha

Por: Ana Bader

Tiempo recorrió la zona junto a los médicos comunitarios, pilares del trabajo diario para contener el brote de hantavirus y realizar tareas de prevención. Después de 90 días, surgen nuevos casos, y extendieron dos semanas más el aislamiento selectivo. Buscan escaparle al mote estigmatizador de "ciudad en cuarentena" impulsado a nivel nacional que destruyó la temporada turística.

Son las 8 de la mañana en Esquel, es verano y hace frío. Hasta Epuyén hay unos 140 kilómetros por una ruta entre cerros en cuyas cimas hay puñados de nieve. En la camioneta del Área Programática de Esquel viaja parte del equipo de la Mesa de Contingencia del Hantavirus (MCH). Por estos días se presenta una situación nueva que sitúa de un lado la bibliografía médica acerca de lo conocido hasta ahora sobre el hantavirus, y del otro, la vida de diez familias que aún se encuentran cumpliendo la orden de aislamiento; y de todo un pueblo golpeado por la muerte de once personas, a lo que se suman dos nuevos casos días atrás: en total ya llegan a 34. Tienen la responsabilidad de tomar decisiones urgentes y acertadas, que los expertos en epidemiología miran con atención. Si fallan, probablemente se les endilguen los errores; pero si aciertan, se conocerá algo más sobre el virus, que en esta geografía se comportó de una manera tan inesperada como virulenta.

Para Lorena Carrasco, supervisora zonal de Trabajadores Comunitarios de Salud en Terreno, “hay un antes y un después del brote en Epuyén”. Ella es una de las integrantes de la MCH,  conformada a principios de diciembre por el Área Programática. Médicos epidemiólogos, generalistas, enfermeros, psicólogos, trabajadores comunitarios, veterinarios, directores de los hospitales de la comarca, referentes de la Dirección de Patologías Prevalentes del Ministerio de Salud y la colaboración inicial del Instituto Malbrán fueron aportando sus saberes disciplinarios para comprender con exactitud qué había arrojado en tan poco tiempo a cinco personas a la terapia intensiva del hospital de Esquel. 

La Comarca de los Andes es zona endémica de hantavirus. Por año, son diagnosticadas cuatro personas con esta enfermedad en alguna de las localidades del Paralelo 42. De las doce especies de roedores que habitan sus bosques sólo dos o tres son portadoras del virus. La folletería informativa que se puede encontrar en las oficinas de Turismo y Salud recomienda para los visitantes evitar circular y acampar en lugares no habilitados, no dejar alimentos a la intemperie y juntar la basura. Para el habitante continuo sugieren el continuo desmalezado, la acumulación de leña a una altura no inferior a 30 cm del suelo, la ventilación de lugares cerrados e higienización con lavandina, el lavado frecuente de manos y la utilización de medidas de seguridad ante faenas rurales por donde circula el “colilargo”.

En noviembre pasado, un joven ingresó al hospital de Esquel con un cuadro de fiebre elevada. Durante las semanas posteriores, arribaron al hospital de Esquel 32 personas en estado febril elevado y sostenido. Algunas de ellas, escasos días después, murieron. “En ese momento ibas a trabajar como fuera, porque si no la gente se moría”, rememora con crudeza Samanta Caba, licenciada en Enfermería, que atendió en la terapia intensiva durante esos días. Agrega: “En las entrevistas que lográbamos realizarles ninguno había estado en contacto con excreciones de roedores. Eso nos desorientó”. Algo tenían en común: eran cercanos entre sí, miembros de una familia, amigos, allegados. La sospecha del contagio interhumano cobró forma y se declaró el brote.

La pesquisa de la MCH arribó a la ya tristemente reconocida fiesta de 15. En noviembre pasado la humedad de Epuyén hizo que brotaran los hongos cipreses. En su recolección, un trabajador rural habría contraído la enfermedad y en estado febril asistió a la tradicional celebración de de una joven de su familia. Allí el virus se diseminó. En el Instituto Malbrán se mantiene en investigación el ADN del virus que confirmaría las deducciones.



Jorge Elías, director asociado del Área Programática Esquel, se lamentó ante medios locales por la falta de apoyo nacional: “cuando hicimos un requerimiento de recurso humano, caso de personal de enfermería o terapistas, y material necesario, el secretario de Salud de la Nación, Adolfo Rubinstein, registró las necesidades, pero la respuesta no llegó. Y si mandaran, en este momento ya es tarde”.

El domingo 30 de diciembre se hicieron los primeros ARS –Aislamientos Respiratorios Selectivos– a todas aquellas personas que habían estado en estrecho contacto durante más de media hora con las personas enfermas. En un primer momento se resolvió que el aislamiento fuera sólo con barbijos Nº 95, de modo que las personas no estaban impedidas de realizar una vida cotidiana más o menos normal. Luego, ante las dificultades que se suscitaron, se resolvió que el aislamiento fuera, además del uso de barbijos, dentro de sus domicilios. Al principio fue de cuatro semanas. Pero el 9 de febrero el Ministerio de Salud de Chubut confirmó dos nuevos casos positivos de hantavirus en la localidad de El Maitén, a 40 kilómetros de Epuyén, “que se encontraban dentro de la nómina de contactos estrechos con ARS cumplido por período de 30 días”, según el informe oficial. Cuando se esperaba la finalización de un proceso intenso que comenzó hace unos tres meses, la sospecha de un periodo de incubación del virus superior a 38 días obligó a extender el plazo del alta médica para aquellas personas que llevan cuatro semanas dentro de sus hogares, sin ningún otro contacto social más que el de los agentes de salud y la asistencia social, a través de los barbijos. Catorce nuevas personas deberán cumplir un período de 45 días de aislamiento. 

A las 9:30 de la mañana, el equipo de la Mesa de Contingencia de Hanta, reunido en el Auditorio de Cultura de Epuyén, pone en común los últimos acontecimientos. Emergen las historias y solo en ese momento se logra dimensionar la complejidad de lo que están atravesando. La decisión del aislamiento selectivo respiratorio fue recibida con resignación, antes con temor, y primero con dolor: algunas familias debieron ser aisladas sin poder despedir por última vez a sus seres queridos.

Como todos los martes, Jorge Rubilar, jefe de Enfermería de Epuyén, les extrae muestras de sangre. “Yo soy un humilde peón de salud, por eso entiendo por lo que están pasando.” Jorge escucha, mira y habla con paciencia. Quince días más de aislamiento implica una dependencia a la que los pobladores no están acostumbrados, y la ansiedad por abrazarse en la tragedia opaca el brillo de unos ojos húmedos en los que se puede ver el encierro entre cerros cubiertos de pinos. Érica Silva, coordinadora de los trabajadores comunitarios, con su voz dulce como la de una flor que crece a los pies del cerro Pirque, repasa la organización que se dio la comunidad durante aquellos días sin descanso: “no dejamos que el miedo nos paralizara”.

Carlos Arbilla, coordinador del servicio de transportes del hospital, cruza dos provincias  a diario, con esa seguridad de baqueano que se puede ver en el velocímetro. Se detiene a darle un beso fugaz a su hija y a su pequeña nieta: “desde que esto comenzó esto del hanta no pude verlas más que escasos minutos”. Termina el día y resuenan las palabras de Lorena Carrasco: “comprendíamos muy bien que se trataba de una emergencia. No hubo sábado ni domingo. Nos pusimos al hombro la emergencia”. El brote desafió al pueblo y el compromiso que asumieron los trabajadores deja un vasto aprendizaje para toda la medicina clínica y avances en el tratamiento de una droga no protocolizada que usaron en los últimos cuatro casos, «y está demostrando efectividad contra el virus», informó Elías. Pero sobre todo, la intensa experiencia del trabajo colectivo. 

A las 8 de la mañana del día siguiente se reanuda la tarea. Los cerros se tiñen de rosa, de celeste, de azul, de noche.



Paranoia y lo que no llega

En los restoranes, bares y estaciones se servicio de Esquel las pantallas reproducen a un periodista contando la “realidad” de un Buenos Aires malhumorado porque manifestantes populares cortaron los ingresos a la ciudad, dirigiéndose a una audiencia más indignada con la protesta que con sus causas. 

Durante enero el segundo foco de diseminación del virus hanta fue a través de las pantallas encendidas, sobre todo de los noticieros capitalinos. El pánico se apoderaba del corazón de los sanos: en los lugares públicos se les abría el paso a los pobladores de Epuyén, sospechosamente infamados por el virus. A principios de enero, el canal TN mostró una placa difundiendo la noticia falsa de que Esquel estaba en cuarentena. A partir de ese momento se canceló el 40% de sus reservas hoteleras. En Epuyén el turismo descendió el 90 por ciento. La noticia sobre el contagio interpersonal habilitó las sospechas acerca de que el virus “estaba en el aire”.

La MCH dispuso una línea telefónica para responder preguntas de la comunidad y reuniones cotidianas que se desarrollan en el Auditorio de Cultura de Epuyén. Para Patricia Dambielle, profesora en secundarias de los parajes Entre Ríos y El Hoyo, han logrado “consolidarse como comunidad potenciando los lazos solidarios”. Los pobladores se ven solos enfrentando una tormenta que aún no se disipó.

Entre los riesgos de degradar el rango de Ministerio a Secretaría de Salud, dispuesto a finales de 2018 por el presidente Mauricio Macri, los especialistas mencionaron la posibilidad de no prevenir ni enfrentar una situación crítica como la que atraviesa la comarca andina. En medio de los mayores esfuerzos por combatir el brote, el secretario de Salud de la Nación, Adolfo Rubinstein, recomendó desestimar Epuyén como destino turístico. Lo que terminó de hundir a un pueblo que vive del turismo.

En enero, el ministro de Salud de Chubut, Adrián Pizzi, le detalló a la Secretaría de Salud de la Nación la necesidad de una ambulancia de terapia intensiva para derivaciones, respiradores para terapia intensiva de adultos, monitores multiparamétricos, camionetas, médicos intensivistas y clínicos, psicólogos y psiquiatras; barbijos, medicamentos y camisolines descartables. Al cierre de esta edición nada de eso llegó. «

Música para las fiestas

Desde Salud se sugirió que las fiestas regionales se postergaran, no por el temor al contagio del virus, sino porque todo el sistema sanitario de la comarca se solidarizó con la emergencia en Epuyén.

Por estos días se han reunido los secretarios de turismo de las localidades que conforman la región de la Comarca de los Andes del Paralelo 42, desde Esquel y El Bolsón hasta Lago Puelo, para promocionar la vital actividad turística de estos pueblos, ayudados por músicos como Los Auténticos Decadentes, El Bahiano y Lisandro Aristimuño, que ofrecerán su música en las fiestas regionales postergadas, a través de las diferentes “bondades” que estos paisajes obsequian a sus visitantes, según enfatizó Marcelo Burgos, coordinador del área de estadísticas de Esquel.

“Hay que tomar conciencia y no esperar a que haya una muerte”

“Un día me llama mi viejo que estaba internado, que no sabía qué tenía. Se mejoraba un poquitito y lo mandaban para la casa. Decía que tenía calor en la cabeza pero le tomaban la temperatura y no tenía temperatura. Finalmente lo derivan a Esquel. Ya estaba muy desmejorado. Estuvimos dos semanas, hasta que me llamaron un día a las cinco de la mañana que había fallecido.” Quien lo relata es Sebastián Valle (27) un sobreviviente del brote, pero que en el camino debió asimilar el sufrimiento de la pérdida. “A la semana mi hermana Lore se toma la temperatura y me manda un mensaje: ‘no te asustes pero tengo un poquitito de fiebre’. Desde lo de mi viejo estuvieron sospechando que era hanta pero no se sabía que iba a ser contagio interpersonal, nosotros no usamos ningún tipo de protección.” El 24 de diciembre falleció Lore. A la vuelta del velorio Sebastián se acostó a dormir, y se levantó con escalofríos. Estuvo diez días en el hospital de Esquel, con respirador incluido. Pudo “zafar”, pero a los pocos días cayó su otra hermana. Todo el resto de la familia quedó aislada, para cumplir con el protocolo. “Recibimos mucha solidaridad y apoyo, se hicieron hasta rifas en el pueblo. Pero no hice mucho el duelo. Me fui a Esquel a estudiar, tratando siempre de tener la cabeza en otro lado porque si no, no se puede, no avanzás. Quedás ahí como estancado.” Sobre las autoridades, opina que “se manejaron bien, pero creo que tardó un poco en llegar la ayuda de provincia, y directamente no sé si de Nación hubo alguna ayuda”. Y ya mira hacia el año que viene: “Calculo que se tiene que tomar conciencia y no esperar a que haya una muerte, se trata de prevenir.”

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