El 4 de junio, Ezequiel Galli lanzó en su Twitter una encuesta: «¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¿Tiene sentido seguir estirando el aislamiento?». Y postulaba dos opciones: «Sigamos aislados» o «Basta de aislamiento». Pero Galli no es solo un vecino más de Olavarría. Es el intendente, que llegó al cargo a fines de 2015 bajo el ala de María Eugenia Vidal, y uno de los tres que se reunió con Mauricio Macri en estos días, incumpliendo la cuarentena obligatoria del expresidente. Como una moraleja, horas antes de que finalice su encuesta, esa misma jornada se conocieron cuatro casos de Covid-19 en Olavarría tras 40 días sin positivos. Y la ola nunca se detuvo.
Hoy es uno de los distritos del interior bonaerense más complicados, con 564 casos y 15 muertos. A pocos kilómetros, Tandil se declaró en rebeldía y creó su propio sistema de fases, pero también ahí los contagios no paran de crecer. Ciudades que se creían libres de Covid pasaron de un momento a otro a ser la prueba fáctica de que ningunear a este virus desde los propios estamentos gubernamentales no hace más que dejar el terreno libre para que los endebles sistemas de salud deban enfrentarse a lo desconocido.
«Nuestra realidad es distinta de la del Conurbano y tenemos el derecho a administrar la cuarentena en forma local. No me pueden controlar desde La Plata, a 370 kilómetros», desafió el intendente de Tandil, Miguel Lunghi, también de Juntos por el Cambio. Dijo que hacen su propio autotest («aquí no usamos la app Cuidar») y que la solución es «autonomía a los municipios y la división de la provincia». Su sistema simula un semáforo. Esta primera semana debieron retroceder al color rojo.
Es difícil pensar que la población de una ciudad acate las medidas de prevención si el propio jefe de epidemiología local sale a marchar contra la cuarentena. Eso, que parece sacado de un mal guión, ocurrió en Tandil. En la marcha del 17 de agosto, uno de los presentes en la Plaza Independencia fue Jorge Gentile, quien firma los partes diarios de infectados por coronavirus que llevan como sentencia «No nos descuidemos ni un instante». Declaró que lo hizo «por convicción». Cuando Gentile asistió a la marcha, Tandil estaba en Fase 5, con solo 21 contagiados desde marzo. Hoy acumulan 369, de los cuales 212 permanecen activos y cinco en terapia intensiva, además de 285 con resultados pendientes. Con una tasa de positividad cerca del 50%, es probable que muchos estén infectados.
Miguel Ponce, investigador del Conicet, estima que a principios de octubre Tandil podrá llegar a tener mil casos activos: «Desde la primera curva que saqué el 30 de agosto, estamos en crecimiento exponencial, y eso es lo que nos pone en alarma. Ninguno de los resultados de las proyecciones son optimistas». El dato que más lo preocupa es la cantidad de testeos y la alta positividad, y agrega: «Cuando tenés una sociedad mucho más desordenada y desobediente, la tasa de crecimiento de contagios y la cantidad de asintomáticos va a ser mayor. En el presintomático, lo peor son esos cinco o seis días que está infectado, transmitiendo la enfermedad”.
En Olavarría, el 90% de las personas contagiadas son menores de 60 años. Una de ellas es empleada de Coopelectric, la empresa que brinda servicio eléctrico a toda la ciudad. Hace 14 días, tras el hisopado positivo, admitió haber asistido ya infectada a siete cumpleaños en una semana, lo que derivó en al menos once nuevos contagios, según admitió el propio Galli, aunque igual le reclamó a la Provincia la apertura de gimnasios y centros culturales.
Un grupo con numerosos contagios es el de las fuerzas de seguridad, con fuerte presencia del Servicio Penitenciario en la cárcel de Sierra Chica. A comienzos de septiembre, vecinos denunciaron que había una cena con varias personas. Cuando llegó la policía, descubrieron que entre los comensales había dos efectivos de la Bonaerense. «